La Superliga europea de fútbol, que ahora se resquebraja, era un negocio tan extraordinario, con cifras tan mareantes, que hasta doce equipos europeos –seis ingleses, tres italianos y tres españoles– fueron capaces de firmar su adhesión y abandonar –o intentarlo– el ecosistema futbolístico continental. Un apetitoso negocio que, sin embargo, fue rechazado por tres equipos –dos alemanes y uno francés–. Unas calabazas que, al igual que la resolución de abandonar el proyecto por parte de los equipos ingleses, fue condicionada por cuestiones geopolíticas y estructurales que esbozan varios elementos clave de la naturaleza de Europa y de los países implicados.
¿Por qué dijeron 'no' a la Superliga los equipos franceses y alemanes?
No existe una justificación económica ni deportiva para que los equipos franceses y alemanes –Saint Germain, Borussia y Bayern– dijeran 'no' a una competición que propone un desembolso inicial de casi 250 millones de euros para cada equipo y un reparto de casi 4.000 millones de euros anuales entre los participantes (la actual Champions League reparte la mitad de dinero entre más equipos), además de competir en partidos de un atractivo innegable. Máxime cuando los tres equipos señalados se han visto afectados por la crisis, especialmente el Paris Saint Germain y el Borussia Dortmund, que incluso podrían tener que vender a alguna de sus estrellas –en el caso de los parisinos por el corsé del Fair Play financiero al reducirse los ingresos–.
Pero si la razón para no adherirse al nuevo proyecto futbolístico no es económica ni deportiva, ¿quizás se trate de una cuestión de justicia deportiva? No lo parece. El Paris Saint Germain es un equipo que ha sido acusado en múltiples ocasiones de malas prácticas financieras, las cuales le permitirían un doping económico con el que acometer casi cualquier fichaje, aun cuando este se mueva en lo desorbitado. Pruebas de ello serían Neymar y Mbappé. Mientras tanto, el Bayern de Múnich es un equipo que se ha caracterizado por arrebatar sin piedad a los mejores futbolistas del resto de equipos de la Bundesliga para reunirlas en el Allianz Arena. Baste señalar a Robert Lewandowski, fichado al Borussia en el año 2014, o Manuel Neuer, incorporado del Schalke 04 en el año 2011.
Por ello, la Bundesliga y la Ligue 1 son dos de las competiciones más desiguales de Europa y del mundo: el Bayern ha ganado catorce de los últimos veinte campeonatos ligueros disputados, incluyendo los últimos ocho –que serán previsiblemente nueve al final de la presente temporada– y el París ha conseguido siete campeonatos ligueros de los últimos ocho, incluyendo los tres últimos. Las ligas alemana y francesa no parecen ni competidas ni equitativas.
Por tanto, la respuesta a la postura de franceses y alemanes la podamos encontrar, seguramente, en lo geopolítico, pues no es casualidad que los tres únicos equipos que hayan rechazado inicialmente la invitación pertenezcan al eje franco-alemán, el principal motor de Europa.
Francia es un país que siente la misión especial de liderar Europa, sobre la que mantuvo una enorme ascendencia histórica en distintos momentos, pero carece, de momento, de la capacidad para ello. Su negativa a entrar inicialmente en la OTAN respondió a esta necesidad de liderazgo y su posterior entrada, cuando Alemania ya se había reunificado y temió quedar relegada a un segundo lugar, también. Porque si Francia entró en la OTAN fue, ante todo, para mantener sus pretensiones de liderazgo en el Viejo Continente, motivo por el que está forzando en los últimos años la creación de un Ejército europeo que permita a la Unión desembarazarse del yugo norteamericano. Por esta misma razón, Francia ha mostrado cercanía a Rusia o ha ampliado su campo de actuación militar a los países de su influencia como Malí. De hecho, si España está en el país africano es, fundamentalmente, por los intereses galos.
Alemania, en cambio, es un país que tiene la capacidad y la voluntad de liderar Europa, sobre todo desde la reunificación, pues es una potencia regional, pero se encuentra lastrado por su pasado reciente, lo que le ha forzado a someterse a una posición pro norteamericana que no despierte recelos entre los vecinos. De hecho, es el país llamado a liderar Europa y materializar su futura independencia, pero su pasado histórico es todavía un trauma que le impide tomar las riendas ante el temor de las suspicacias que ello podría provocar. Sin embargo, la voluntad de liderar el proyecto, aunque sea en cooperación con los franceses y bajo la tutela norteamericana para reducir desconfianzas, no ha faltado en las últimas dos décadas.
En este contexto geopolítico es más sencillo comprender la negativa de franceses y alemanes, la negativa franco-alemana al proyecto de ruptura del ecosistema futbolístico europeo actual, por injusto u opaco que este sea. Por supuesto, subyacen otras muchas razones, pero la propia concepción nacional en ambos países y el sentimiento de potencia regional de ambas supone un lastre a la hora de concebir siquiera una ruptura de una Europa, aunque sea en el plano deportivo, que aspiran a liderar y unificar. De sumarse a una Superliga, lo harían o bien por consenso o bien por la fuerza, ante un triunfo del nuevo formato que les obligara a reconsiderar su posición.
¿Por qué fueron los equipos ingleses los primeros en abandonar la Superliga?
La incorporación y el abandono de los equipos ingleses de la Superliga debemos enmarcarlo igualmente en cuestiones geopolíticas e históricas. Aunque suene a tópico, no se conduce en las Islas en el mismo sentido que en el resto de Europa. Y es que no es casualidad que Reino Unido haya abandonado recientemente el proyecto de la Unión Europea, pues sus sentimientos europeos, continentales si lo preferimos, han sido históricamente interesados, lo que se ha acrecentado en el último siglo con el liderazgo mundial del hermanísimo, Estados Unidos. De hecho, desde casi su entrada en la Unión Europea existieron importantes voces y corrientes críticas contrarias al proyecto europeo.
En este contexto, que el denominado 'Big Six' –United, Liverpool, Chelsea, Tottenham, City y Arsenal– se adhiriera a la Superliga tiene todo el sentido, pues romper con las estructuras europeas, futbolísticas o cualesquiera otra, no supuso romper ningún molde mental e incluso podríamos aseverar que obedece a una tendencia natural. Los británicos se sienten europeos, transoceánicos o globales en función de sus intereses, pero son fundamentalmente insulares.
Esta es la razón por la que no debe extrañar que los equipos ingleses hayan sido los primeros en abandonar el proyecto, pues si bien romper con Europa no supone un gran problema para los ingleses, desgajar la Premier League, toda una institución en el país, es casi una afrenta nacional. Debido a ello, ha sido la presión local, llevada hasta el extremo por aficionados, personalidades e instituciones, la que ha provocado que los dueños de los equipos ingleses no hayan tenido más remedio que abandonar sus pretensiones. En definitiva, el problema en Inglaterra no fue abandonar la Champions League, sino dañar a la Premier League.
¿Por qué España ha sido el país más desmovilizado de todos?
Tampoco resulta casual que España haya sido el país en el que menor movilización de aficionados, personalidades e instituciones se hayan opuesto a la creación de la Superliga. Hasta el punto de haberse producido, incluso, campañas a favor del nuevo proyecto y encendidas defensas por parte de significativos personajes televisivos, como Antonio García Ferreras. Y es que la posición mediática mostrada en España ante la Superliga revela el estrecho vínculo entre los medios de comunicación y el poder al que deberían controlar.
No obstante, el Establishment español es el propietario de unos medios de comunicación carentes de una independencia real y España es un país con un reciente pasado autoritario con el que todavía no ha sido capaz de romper. De hecho, incluso los equipos italianos dudaban a última hora sobre continuar o no con el proyecto, mientras que los españoles se seguían manteniendo inquebrantables. Los últimos de la fila.
¿Qué revelan el bochornoso comportamiento de organismos y dirigentes del fútbol europeo?
Que máximos dirigentes del fútbol europeo, como Alexander Ceferin, presidente de la UEFA, o Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, hayan mostrado un tono exaltado y casi camorrista o que máximas instituciones nacionales, europeas y mundiales, como la UEFA y la FIFA, hayan amenazado de forma pública con represalias a los equipos fundadores de la Superliga, que, más allá de otras cuestiones, tenía por objetivo competir con el monopolio de la Champions League, demuestra de forma indudable la carencia de sinceros valores democráticos en Europa.
Los equipos de fútbol fueron condicionados por las lógicas nacionales
Por último, cabría señalar que los equipos de fútbol han sido condicionados por sus entornos nacionales hasta el punto de actuar en bloque. Tanto las decisiones de adherirse como de rechazar o abandonar el proyecto se han producido en un contexto nacional y han afectado por igual a todos los equipos del país en cuestión, lo que manifiesta otro problema estructural de Europa: lo lejos que se encuentra de una unión real. El excesivo peso de las lógicas nacionales.
Así, pues, lo acaecido durante el intento de formación de una Superliga europea de fútbol, hoy parece que frustrado, revela el peso de las lógicas nacionales, las herencias históricas y los intereses geopolíticos en un sector tan aparentemente alejado de estas cuestiones como es el fútbol. Unas lógicas nacionales que, además, remarcan la falta de unidad y consistencia del proyecto europeo y constituyen su mayor obstáculo junto a la manifiesta carencia de valores y estructuras democráticas.