Estados Unidos ha confirmado, en plena crisis hispano-marroquí, la celebración el próximo mes de junio, entre los días 7 y 18, de unos vastos ejercicios multinacionales en el Sáhara Occidental junto a Marruecos. Los African Lion 21, cuyo objetivo oficial se centra en la lucha antiterrorista, se desarrollarán en las proximidades de las localidades de Mahbes, Dajla y Tan Tan, por lo que incluirán parte del Sáhara Occidental, la zona en conflicto entre Marruecos y España.
En estas maniobras conjuntas participarán 7.800 militares, más de cien blindados, 46 aviones de apoyo y 21 de aviones de combate pertenecientes a siete países (Italia, Reino Unido, Países Bajos, Canadá, Brasil, Túnez, Senegal), además de Marruecos y Estados Unidos, que aportarán los dos contingentes navales. Serán coordinados por el Africom, situado en Stuttgart, Alemania. Además, asistirán en calidad de observadores hasta 21 países, incluyendo Portugal, Dinamarca, Malta, Noruega, Polonia, Egipto, Libia, Kenia o Costa de Marfil. En los African Lion 21 estará medio mundo, menos España.
El demoledor anuncio vuelve a certificar la realidad geopolítica de las últimas décadas: Marruecos es más importante en el mundo que España. Porque si bien es cierto que se trata de unos ejercicios cuya preparación precede en muchos meses a la crisis hispano-marroquí –desde marzo existen anuncios oficiales–, lo cierto es que no solo Estados Unidos, la OTAN o la Unión Europea no han respaldado España o no han impuesto sanciones a Marruecos, sino que no han mostrado incomodidad alguna por celebrar maniobras militares en el Sáhara Occidental en plena crisis hispano-marroquí.
Unas maniobras que, incluso sin crisis alguna, constituirían por sí mismas un respaldo inequívoco a Marruecos en la cuestión saharaui. Sobre todo, porque los ejercicios militares difícilmente pueden desligarse de las gestiones realizadas hace meses por Donald Trump que condujeron al restablecimiento de las relaciones entre Marruecos e Israel y al reconocimiento de la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental por parte de Estados Unidos. Y ya se sabe que lo que reconoce Estados Unidos se registra meticulosamente en el diario de sesiones del mundo Occidental.
Si el silencio mediático español, y el susurro político, ya fue indecente ante la magistral jugada marroquí del reconocimiento de su soberanía sobre el Sahara Occidental, casi un jaque mate a España, esta última humillación pública a España por parte de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea pareciera no existir. Pero no por ser desconocida desaparecerá, la magia mediática española no llega a tanto.
Porque, aunque en España la crisis con Marruecos se asocia a la acogida de Brahim Ghali, líder del Polisario, con motivo de haber contraído la covid-19, y a la inhumanidad marroquí, porque ya se sabe que España no viola los Derechos Humanos en Ceuta y Melilla un día sí y otro también, faltaría más, lo cierto es que esta tiene mucha mayor profundidad. La crisis hispano-marroquí es la última prueba que evidencia la fortaleza marroquí en el mundo y la debilidad española, porque no solo ha quedado en evidencia que la realidad geográfica sitúa a España en inferioridad ante Marruecos en Ceuta y Melilla, que puede inundar ambas ciudades con migrantes como quien abre y cierra un grifo, sino que también resulta incuestionable la manifiesta inferioridad geopolítica española ante Marruecos.
Pero ¿por qué Marruecos es más importante en el mundo que España?
Más allá de otras consideraciones, aunque puedan existir muchos otros elementos, sobre todo coyunturales, si Marruecos es más importante que España en el mundo ello se debe a que ha sabido negociar mejor en las últimas décadas las contraprestaciones por su apoyo a Estados Unidos. Se ha vendido al mejor postor, sí, pero no a cualquier precio. Quizás, para ser más precisos, deberíamos señalar que mientras los dirigentes marroquíes han sabido negociar mejor y conseguir mucho más por mucho menos, los gobernantes españoles se han limitado a someterse sin más. Sin más contraprestaciones que las personales. Hasta en eso el patriotismo español no alcanza el mínimo indispensable.
Afganistán es una muestra de ello. Tras la retirada de Irak en el año 2004 por el triunfo electoral de José Luis Rodríguez Zapatero, España entró en la guerra de Afganistán pidiendo perdón, como si debiera algo. Casi veinte años después, tras más de 3.500 millones de euros gastados y más de cien muertos, España se retiró sin más cuando se lo ordenaron. No se habían conseguido ninguno de los objetivos marcados: ni Afganistán es hoy más democrático ni ha dejado de ser refugio terrorista ni Osama Bin Laden se ocultaba allí. Un desastre que, como casi todo lo esencial, no ha contado con el más mínimo debate en España.
Pero la participación militar en Afganistán no fue el único regalo español a los Estados Unidos en las últimas décadas, ¿qué obtuvo España por la foto de las Azores entre Bush, Blair y Aznar que provocó el mayor atentado terrorista de nuestra historia, múltiples muertos en la ilegal invasión e incontables violaciones de Derechos Humanos por parte de España? ¿Y qué ha obtenido España por las bases militares norteamericanas y su entrada en la OTAN? ¿Por qué tanta insistencia en regalar aquello que otros países negocian con dureza hasta conseguir algo a cambio?
Porque España es un país vendido
España debería haber juzgado las élites franquistas y haberlas desposeído de cuanto tenían. España debería haber creado una comisión para reparar el daño de las víctimas de la atroz dictadura franquista. España debería haber demolido las fuerzas militares y policiales, atestadas de ultraderechistas, para edificar nuevas instituciones democráticas. España debería haber regenerado el poder judicial y el poder mediático, no menos intoxicados. España debería haberse constituido como una república federal en la que los pueblos históricos hubieran podido decidir. En definitiva, España debería haberse constituido como un régimen democrático real.
Sin embargo, España se organizó como un régimen autoritario de apariencia democrática comandado por un infame personaje y soportado por unas élites, las franquistas, cuya única aspiración pasaba por mantener o mejorar su poder y su posición. Un régimen autoritario de apariencia democrática cuya única finalidad, al igual que el régimen franquista cuando le tocó sobrevivir, se basaba y se basa en la sumisión absoluta a Estados Unidos.
Por ello, el rey Emérito de España es un delincuente múltiple, hoy fugado y ayer designado por un dictador, mientras la Justicia, las Fuerzas Armadas o los cuerpos policiales españoles están comandados por ultraderechistas, al igual que los medios de comunicación o las grandes fortunas y poderes económicos. España es un proyecto intencionadamente fallido, intencionadamente vendido.
Y porque la contraprestación de Estados Unidos a España es sostener a las élites franquistas, España no tiene nada con lo que negociar. Hará lo que le digan y cuando le diga, lo que incluye ceder Ceuta y Melilla cuando Estados Unidos ordene. España cumplirá, como cumplió hace décadas en el Sáhara. Y lo hará gratis. Lo hará gratis porque la mayor debilidad de España radica en su Establishment, en ese Establishment patriota de bandera que, curiosamente, sobrevive por vender España al por mayor a los Estados Unidos a cambio de mantener su poder. Por ello, esta última humillación de Estados Unidos a España no será la última, pero sí será gratis.