Por qué se puede defender el 'No a la guerra' y criticar a la vez la retirada de Afganistán

Luis Gonzalo Segura

En las últimas horas en España, desde posiciones especialmente ultraderechistas, se ha planteado como una incoherencia haberse mostrado en el pasado en contra de la guerra en Afganistán o Irak, el 'NO a la guerra', con criticar en la actualidad la retirada militar de Afganistán y las consecuencias que ello está provocando. Y, aunque como suele suceder en la mayoría de las posiciones ultraderechistas, ello puede parecer gozar de coherencia, una vez analizada la cuestión, la aparente coherencia queda reducida a la nada. 

En contra de la fracasada guerra de Afganistán 

1- El coste salvaje de la guerra 

Las guerras de Afganistán y de Irak han supuesto un desembolso de varios billones de dólares –obtenidos de impuestos, por cierto–. Una ingente cantidad de dinero que oscilaría entre tres y siete veces el PIB de España y podría constituir en las estimaciones más elevadas hasta un tercio del PIB de Estados Unidos. 

2- El fracaso de los objetivos marcados 

A pesar del alto coste económico y personal, pues han fallecido millones de personas, no se han conseguido ninguno de los objetivos marcados: ni Afganistán ni Irak se han democratizado; no han dejado de ser refugio de terroristas, pues los talibanes ya controlan casi todo Afganistán y de Irak surgió el Estado Islámico; no se han encontrado las armas de destrucción masiva, que nunca existieron; y, por último, Osama Bin Laden no fue encontrado en Afganistán, sino asesinado en Pakistán. Así pues, ni democracia ni fin del terrorismo ni armas de destrucción masiva ni Bin Laden. Cero. La guerra de Estados Unidos en la región ha sido un fracaso estrepitoso. 

3- La industria militar, los grandes beneficiados 

Sin embargo, la guerra, el ingente coste de la guerra, sí ha alimentado fundamentalmente a la industria armamentista –y a otras, claro está, como la petrolera, la química o la textil–; a los ejércitos occidentales y a sus más que cuestionables políticas de adquisición de armas o aumentos de efectivos, que han quedado automáticamente justificadas; y a los propios militares, que han podido progresar o aumentar sus retribuciones merced a su participación en el conflicto.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Los EE.UU. lo fiaron todo a construir un gobierno afgano corrupto y títere al tiempo que se crearon unas fuerzas militares que se han mostrado incapaces de detener el avance talibán. No es, por tanto, irse, sino el cómo y el cuándo lo que se critica.

A modo de ejemplo del tétrico entramado de intereses que subyacieron en el impulso de ambas intervenciones, bastaría recordar que, cuando las Torres Gemelas colapsaron, George Bush padre y Shafig Bin Laden formaban parte del grupo Carlyle. Un grupo que hizo un negocio redondo, pues contaba con un blindado, un sistema de guía para misiles y una compañía petrolera. El kit completo para la guerra. 

4- Reconstruir Afganistán con corruptos y señores de la guerra leales a Estados Unidos 

Por si la solución militar no hubiera sido por sí misma desacertada, una vez concluida, Estados Unidos y sus aliados no invirtieron en transformar el devastado país, sino que se limitaron a construir una estructura asentada en señores de la guerra, traficantes, corruptos y sujetos siniestros que asegurasen un gobierno pronorteamericano. 

5- Fiarlo todo a un ejército… incompetente 

Como Estados Unidos, y la OTAN, solo entienden de guerra, pensaron que, aunque el nuevo Afganistán se había edificado sobre corruptos señores de la guerra cuyo único requisito pasaba por mostrar fidelidad a Estados Unidos, el país podría sostenerse si existía un ejército lo suficientemente poderoso como para soportar los abusos, las corruptelas y los desmanes de los gobernantes pronorteamericanos. Por ello, los militares occidentales estuvieron en los últimos años formando a militares. No con mucho éxito, como se ha podido comprobar. 

6-Conclusión: Afganistán –e Irak– se convirtió en el terror mismo 

Todos estos elementos han provocado que la Guerra contra el Terror haya convertido la región durante el siglo XXI en, literalmente, el terror. El terror de varios millones de muertos, heridos, desplazados o refugiados. 

Pero también en contra de la retirada de Afganistán 

Después de lo relatado, mostrarse contrario a las guerras de Irak y Afganistán no debe en ningún caso presentarse como incompatible con estar en contra de una retirada militar, y más concretamente con esta retirada de Afganistán –la retirada de Irak provocó, recordemos, el surgimiento del Estado Islámico–. Estas son las razones: 

1- La (ir)responsabilidad 

Estar en contra de la invasión de Irak o Afganistán no significa que, necesariamente, se tenga que estar a favor de la retirada sin más de ambos países. Obviamente, retirarse de Afganistán en estas condiciones ha supuesto un error terrible, pues se debería haber producido tras reconstruir el país y haberlo dotado de unas mínimas condiciones de viabilidad. En lugar de ello, los Estados Unidos lo fiaron todo a construir un gobierno afgano corrupto y títere al tiempo que se crearon unas fuerzas militares que, desde hace años, se han mostrado incapaces de detener el avance talibán. No es, por tanto, irse, sino el cómo y el cuándo lo que se critica. 

2- Oportunidad perdida 

Porque lo cierto es que, una vez perpetrada la barbaridad, la ilegalidad manifiesta, una vez provocados los millones de muertos entre Irak y Afganistán, se perdió la oportunidad de implementar un plan de desarrollo regional que permitiera que ambos países pudieran reconstruirse definitivamente. No solo se perdió la oportunidad, sino que se incurrió en una doble irresponsabilidad, un doble error, pues a la invasión, le siguieron los mencionados gobiernos títeres y corruptos, pero convenientemente pronorteamericanos, los cuales no tardaron en colapsar. Porque lo cierto es que ni Estados Unidos ni Occidente quieren dos países desarrollados en la región si ello no asegura la lealtad de ambos. Es decir, en la lógica colonial de Estados Unidos, primero la lealtad y después el desarrollo. 

3- Las noticias avanzaban la hecatombe 

Pero es que, además, las noticias ya avanzaban el derrumbe del país. Pues, por ejemplo, en enero de 2019, el gobierno afgano, todavía asistido, asesorado e instruido por fuerzas OTAN, tan solo controlaba el 55% del territorio. Es decir, en menos de cinco años de progresiva retirada de tropas OTAN, desde 2014, había perdido el control sobre casi la mitad del territorio y había sufrido 45.000 bajas en sus fuerzas de seguridad. 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Afganistán ha acabado en un escenario peor que el existente hace 20 años: en manos de los talibanes, con cuentas pendientes, con más heridas internas, con billones de dólares malgastados y con millones de muertos y personas desplazadas o refugiadas. Así pues, no es tanto la retirada como lo que se debería haber hecho antes de la misma.

4- Retirada suicida 

Por tanto, no se ha tratado de una retirada, sino de una retirada suicida, como así se ha demostrado, ya que los datos ya revelaban entonces que la retirada total de tropas internacionales provocaría el colapso del país. Un colapso después de varios billones de dólares gastados y varios millones de personas fallecidas. 

En definitiva, Afganistán –e Irak– ha supuesto un coste elevadísimo para terminar en un escenario peor que el existente hace veinte años: en manos de los talibanes, pero con cuentas pendientes, con más heridas internas, con billones de dólares malgastados y con millones de muertos y personas desplazadas o refugiadas. Así pues, no es tanto la retirada como lo que se debería haber hecho antes de la misma y no se ha hecho. 

Ni guerra ni retirada 

Por lo tanto: 1) no era necesario invadir Irak o Afganistán hace dos décadas con dos guerras ilegítimas; 2) ni ninguno de los dos países necesitaban después gobiernos corruptos pronorteamericanos; 3) ni, finalmente, necesitaban dos retiradas irresponsables e ignominiosas –lo que provocó el surgimiento del Estado Islámico, la caída de Afganistán en manos de los talibanes y a saber qué más–. 

Lo que entonces y ahora necesitaban y necesitan estos países es un plan de desarrollo regional. Esto es, dinero, dinero invertido en sanidad, educación o infraestructuras, no en guerras que aumenten la venta de armas para beneficio de la industria militar occidental, especialmente la norteamericana. Y no es solo que lo necesiten, es que se lo debemos, aunque solo sea porque somos nosotros los que lo hemos destrozado. Es una cuestión de (ir)responsabilidad.