Si les dijera que hay un lugar del mundo en el que son encerradas desde hace veinte años personas sin juicio previo, en ocasiones sin ni tan siquiera acusación formal contra ellos, y posteriormente sometidas a horribles tormentos, entre los que se incluyen los horripilantes ahogamientos simulados, para finalmente preguntarles dónde se sitúa semejante antro de violación de los derechos humanos, es muy probable que comenzaran a enumerar ese listado de países malísimos que los medios occidentales se han encargado de introducir en sus cerebros. Sin embargo, se trata de Guantánamo, la base naval norteamericana en la que la legitimación del terror ha alcanzado la apoteosis entre la indolencia ciudadana, la cooperación política y la tibieza mediática.
Veinte décadas de torturas y violaciones…
Y el motivo para preguntarles no es otro que esa gran celebración de la democracia occidental que cada 11 de enero añade un palito más a la impunidad de la violación de los derechos humanos por parte de Estados Unidos. Y ya van veinte: veinte años de Guantánamo, veinte años de impunidad norteamericana, veinte años de incapacidad social y de complicidad mediática. Veinte años de sufrimientos personales que demuestran hasta qué punto las democracias occidentales no son lo que afirman ser.
Bajo el amparo de la 'lucha antiterrorista'
Porque ante tan infame episodio, ni Occidente ni la sociedad occidental en general ni sus medios de comunicación están para mucho confeti, pues se trata, sin duda alguna, de una de las mayores infamias de la historia moderna: porque el símbolo del terror norteamericano es también el estandarte de lo que Occidente considera como los Derechos Humanos, es decir, traducido a la neolengua occidental: lucha antiterrorista. Esa expresión en la que todo queda justificado.
Y es que encerrar personas sin garantías ni procesos judiciales, en ocasiones ni siquiera con cargo o acusación alguna, es lo que Occidente entiende como 'lucha antiterrorista'. De la misma manera que invadir Irak o Afganistán también se denominan 'lucha antiterrorista'. Y es que, en Occidente, cuando se pretende implantar una aberración, como en este caso el terror, se disfraza cínicamente con una expresión que aparenta justamente lo contrario, como en este caso 'lucha contra el terror'.
Un inframundo del terror con casi cuarenta personas
En total, hoy en día, todavía casi cuarenta personas (39) penan en este inframundo, una cifra espantosa, pero ridícula en comparación a lo que llegó a albergar en tiempos de George W. Bush (2001-2009), cuando se alcanzaron casi ochocientos prisioneros (780). Estos casi cuarenta desheredados del mundo han sido encerrados por la democracia occidental por excelencia sin una condena y, además, han terminado convertidos en carne de operaciones de blanqueamiento de imagen y hasta de campañas políticas.
No obstante, el actual presidente norteamericano, Joe Biden, pareciera hasta bueno por solo haber lanzado unas cuantas promesas sobre el cierre de tan pavoroso penal, aun cuando, después de un año, tan solo haya repatriado a unos pocos presos (3) a sus países.
Fuera de la agenda política y mediática
Ciertamente, aunque no cabe duda de que el cierre llegará, este no se producirá porque exista una voluntad real de cumplir los derechos humanos, una innata condición democrática o una conciencia de lo horrendo de la existencia de semejante lugar para Estados Unidos, pues ya se montarán su 'Abu Ghraib' particular de torturas cuando les plazca, sino por los réditos y los gravámenes que de tan infame lugar se derivan.
Cabe recordar que Barack Obama (2009-2017) se llevó un Premio Nobel solo por proponer un cierre que durante ocho años fue incapaz de materializar, por lo que es de suponer que, si Joe Biden consiguiera el cierre de Guantánamo, no solo optaría al prestigioso galardón que obtuvo Obama, y al que fue candidato el mismísimo Adolf Hitler, sino que es posible hasta que terminara beatificado. Portada de la revista Time, casi con toda seguridad. Pero lo que es seguro es que toda la relevancia que Guantánamo no ha tenido en estas décadas, la recogería Joe Biden de conseguir su cierre. Algo así como lo que ocurrió en Colombia tras los recientes procesos de pacificación, que tuvieron como gran consecuencia el olvido de las barbaridades perpetradas por el Estado que ostenta la condición de mayor aliado de Estados Unidos y de la OTAN en América Latina.
Así pues, cerrado el penal, quedarían olvidadas en un cajón, más todavía, las décadas de torturas y violaciones de los derechos humanos. No serían las décadas de terror, sino el día del cierre, que se convertiría en un logro casi sin precedentes. Y, por supuesto, sin responsables ni culpables.
Una prisión que pareciera imposible de cerrar
Y, a pesar de ello, del enorme beneficio de cerrar tan infausto espacio del terror, incluso de lo absurdo de su propia existencia, pues Estados Unidos no necesita un lugar así para perpetrar sus abusos y torturas, ya lo hace por casi todo el planeta sin gran dificultad en las ochocientas bases de las que dispone, lo cierto es que sigue vigente. Entre otras cuestiones porque el anterior presidente, Donald Trump (2017-2021), no solo no prometió su cierre, sino que llegó a plantear que enfermos de covid-19 fueran encerrados allí. Todo un ejemplo del nivel intelectual, cultural, social y político de los Estados Unidos.
Pero, realmente no es una prisión, es una base naval norteamericana… en Cuba
Sin embargo, hay dos matices que suelen olvidarse con frecuencia respecto de Guantánamo: 1) no se trata de una prisión, ya que es una base naval estadounidense; y 2) está situada en el este de Cuba, lo que la convierte en un espacio colonial que, tal y como está el patio mediático occidental, no parece que nadie vaya a osar reseñar.
Lo que no es casualidad, pues Guantánamo fue arrendado en 1903 a Estados Unidos como imposición por el apoyo norteamericano a Cuba durante la guerra de 1898 contra España. Un territorio en el que coexisten, en la teoría, la soberanía de Cuba y la jurisdicción de Estados Unidos, una muestra más de ese cinismo occidental que genera retóricas ilusorias con intención de velar la realidad, lo que en ocasiones provoca extravagancias como esta.
Denominado 'centro de detención' para los medios occidentales
De hecho, algo que demuestra hasta qué punto los medios de comunicación no solo no dan la necesaria visibilidad al terror norteamericano, lo encontramos en la retórica. Baste señalar que Guantánamo se reseña en múltiples medios como 'centro de detención' y ello cuando lo hacen, porque para estos temas los medios occidentales son algo descuidados.
Además, no suelen pasar la oportunidad de advertir, a modo de justificación, que el 'centro de detención' de Guantánamo se abrió como respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Lo que no explican es que dicho centro de violación de derechos humanos fue abierto por el hijo de un expresidente norteamericano que formaba parte junto a la familia del principal promotor de los atentados de un complejo empresarial que contaba con una sección militar que hizo su agosto vendiendo vehículos Bradley para la guerra emprendida en Afganistán. Y es que las familias Bin Laden y Bush tuvieron durante décadas unas relaciones de lo más lucrativas... y oscuras.
Centro de violación de derechos humanos para las oenegés
Sin embargo, la realidad de Guantánamo no parece albergar dudas para las organizaciones internacionales, que denuncian que de las casi cuarenta personas retenidas en la prisión norteamericana (39 hombres), más de dos tercios (27) ni siquiera tienen cargos penales en su contra.
Y un enorme gasto para los norteamericanos: más de 10.000 millones de dólares
Por si no fuera poco para Guantánamo ser el símbolo mundial de la tortura, la ilegalidad y la violación por los derechos humanos, también se ha convertido en un gasto considerable para los norteamericanos, ya que solo su mantenimiento supera holgadamente los 10.000 millones de dólares desde su creación, pues solo el último año, en el que había retenidas veinte veces menos personas que en tiempos de Bush, el coste ascendió a 540 millones de dólares anuales.