Cualquiera que haya trabajado en los medios comunicación occidentales sabe que la desinformación es el eje principal por el que transcurren y que, por desgracia, si te sales del carril terminas con tus huesos en el desempleo. De hecho, en todos los medios existe una 'línea editorial' que define con exactitud los márgenes en los que los periodistas, analistas u otros colaboradores se pueden mover.
Un ejemplo de desinformación
Como ejemplo, la defensa de Josep Borrell escrita por Daniel Múgica en el Huff Post, el diario cool de El País, con motivo del error del dirigente europeo al respecto del envío de aviones polacos a Ucrania. Un error que, según Múgica, no es tal. Pero lo reseñable no es lo que defiende, sino los argumentos que emplea:
"Los mencionados aviones de combate procederían de un país de la OTAN. El ogro ruso habría respondido bombardeando la frontera polaca. El resto de los miembros de la organización atlántica, en base a ley, hubieran acudido a su defensa. No es lo mismo mandar armas ofensivas de tierra y aire que aviones, con los que los ucranianos hubieran borrado del cielo a los depredadores rusos, inclinando la balanza de la maldita guerra de su parte".
Sostener que Rusia habría bombardeado la frontera polaca en represalia por el envío de aviones es, como mínimo, muy atrevido. No menos osado es afirmar que el resto de la OTAN habría defendido a Polonia y que, por tanto, habría acontecido una tercera contienda mundial. En la misma línea podemos situar la afirmación de "no es lo mismo mandar armas ofensivas de tierra y aire que aviones". Pero afirmar que los aviones polacos, un total de 28, "hubieran borrado del cielo a los depredadores rusos, inclinando la balanza de la maldita guerra de su parte" es insostenible si tenemos en cuenta el balance aéreo entre Rusia y Ucrania. Este, según la BBC, medio nada afín a Rusia, sería de 1.391 aviones de guerra frente a 132 y 948 helicópteros frente a 55. Con estos datos, menos de treinta cazas jamás podrían inclinar balanza alguna.
Por lo tanto, en su defensa de Borrell, Daniel Múgica ha basado su argumentación en tres suposiciones muy arriesgadas para cualquier analista serio y en una falsedad de tal calibre que colapsa por sí sola ante los datos existentes.
Por desgracia, este no es un caso aislado de desinformación ni parece un simple error de cálculo, pues existen cuestiones mucho más relevantes en las que la desinformación es mucho más lesiva para la ciudadanía occidental.
Las temibles consecuencias de la neutralidad militar de Ucrania
Una de estas cuestiones es la neutralidad militar de Ucrania, la cual es presentada siempre, desde diferentes ópticas, como peligrosa e inaceptable. Por ejemplo, El País publicó la opinión de Sofi Oksanen bajo el título "Imagina una Europa finlandizada". El propio titular ya es elocuente, pues la finlandización de Ucrania no quedaría ahí, sino que se convertiría en la de toda Europa. Basándose en su propia experiencia en Finlandia durante la segunda mitad del siglo XX, en plena Guerra Fría, la autora traslada el marco de lo ocurrido entonces a lo que supondría finlandizar toda Europa en pleno siglo XXI.
Para ella, "si la plantilla aplicada a Finlandia se extendiera por el continente, todavía disfrutaríamos de un buen nivel de vida, pero no tendríamos libertad de expresión y Ucrania formaría parte de Rusia". Pero no solo Ucrania, sino también "el resto de Europa del Este". Además, "los países bálticos, con toda probabilidad, serían los causantes de una nueva guerra, por mucho que los racistas fascistas intentaran señalar a Rusia como culpable".
Sin embargo, existe una seria contrariedad objetiva que convierte en insostenible la opinión de Oksanen, escritora y dramaturga finoestonia convertida en reputado analista geopolítico en el diario de referencia en España. Rusia tiene el PIB bruto de España, casi medio millón de militares menos que Europa y gasta una cuarta parte del gasto militar de Europa. Y dado que, como cualquiera puede asumir, en el supuesto aceptado de que Rusia pretendiera conquistar Europa del Este, que es mucho conceder, esta no se entregaría a Rusia por las buenas. Por lo tanto, resulta imposible, completamente imposible en términos militares y económicos, que Rusia conquistase Europa del Este.
Y, aunque la autora señale los peligros de 'finlandizar' Europa, lo cierto es que lo que se está tratando en las últimas semanas es de dotar de una neutralidad militar a Ucrania siguiendo los formatos de Austria o Suecia. Y no parece que, tan repelida neutralidad militar, les haya sentado especialmente mal a ninguno de los dos países que, ahora, se plantean como modelos.
La Reconquista europea de Rusia y sus ansias imperiales
Esta idea, la de la 'Reconquista de Europa del Este' por parte de Rusia, ha sido difundida ampliamente en este y otros diarios. Anne Applebaum incidió en ello, tanto en el diario El País como en El Mundo, el 24 y 25 de febrero, al señalar que "es muy posible que la ambición de Putin se extienda a Polonia e, incluso, hasta Alemania". Se trata, en esencia, como ocurre con otras publicaciones, de generar un miedo que, en términos objetivos, como ya he demostrado, resulta por completo infundado. Así, martilleando sobre la misma cuestión, Lluís Bassets, publicó el 13 de marzo, también en El País, una opinión titulada 'Esta guerra es nuestra'. En la misma sostiene que "Putin quiere aplicar la versión rusa de la Doctrina Monroe: Europa para los europeos, es decir, para Rusia".
Esta opinión incide de nuevo en el peligro que amenazaría a Europa en el caso de quedarse 'sola' con Rusia y en cómo todo el continente acabaría sucumbiendo ante las ansias imperiales de la todopoderosa Rusia. Ansias imperiales que son, claro está, otra de las ideas que se ha repetido hasta la saciedad.
De nuevo, no queda más remedio que señalar que, la conquista de Europa por parte de Rusia, o, al menos, su sumisión, a poco que se analice, habría resultado realmente complicado incluso para la URSS durante el siglo pasado, cuanto menos para la actual Rusia, que, insisto, posee el PIB de España, medio millón menos de militares que Europa y su gasto militar es una cuarta parte del europeo. Porque si la conquista militar resulta poco menos que insostenible, la retención de estos territorios tras una posguerra, en la que habrían quedado seriamente dañados, sería todavía más irrealizable. Estamos pues, ante una auténtica barbaridad.
Dejando a un lado que el presente y el futuro de Ucrania es, obviamente, mucho más oscuro que el de Austria, Suecia o Finlandia, países todos ellos fuera de la OTAN, resulta muy difícil de sustentar que tanto Austria como Suecia se hayan convertido en satélites de Moscú por el mero hecho de no estar integrados en la organización militar de Estados Unidos en Europa, la OTAN. Y pensar que países como Polonia, Hungría, las Repúblicas Bálticas, Rumanía o Bulgaria se someterían a Rusia en el caso de desaparecer la organización atlántica resulta, cuanto menos, muy atrevido.
La desaparición de la OTAN
Por el contrario, y siendo objetivos, la desaparición de la OTAN en el continente tendría tres consecuencias evidentes: 1) Estados Unidos perdería la hegemonía mundial y su balance de poder en Europa pasaría de positivo a negativo; 2) Europa se convertiría en un territorio independiente que gozaría de libertad en términos de relaciones exteriores, seguridad o defensa; y 3) se produciría una reorganización de los poderes dentro del continente europeo que, hoy, resulta por completo impredecible, pero que, en ningún caso, pasaría por un dominio absoluto de Rusia, pues, como ya he demostrado, no tiene capacidad militar ni económica para ello.
Esta última reorganización podría suponer una integración total del continente, sumando a Rusia al proyecto europeo; una organización bipolar, en la que Rusia y la Unión Europea reestructurarían los balances de poder; o una organización en varios bloques tras una fractura de la Unión Europea, cuyas tensiones más importantes son norte-sur y este-oeste y que podría dividirse en dos o más entidades.
En cualquiera de los casos, no existe el más mínimo elemento objetivo que permita señalar de forma seria que, de la reorganización continental de Europa, Rusia fuera la dominadora de toda Europa. Por el contrario, lo que sí puede deducirse en cualesquiera de los escenarios que se abrirían es que Rusia tendría mayor peso político, lo que la dotaría de una mayor capacidad de encaje y negociación, y, por tanto, le permitiría aumentar la posibilidad de ser tratada en términos justos que eviten confrontaciones como la que ahora tanto nos afecta. Y desde este punto de vista, quizás no a corto plazo, no sería descartable una integración rusa en Europa, aun cuando hoy ello parezca inasumible –pensemos en cómo fue impensable durante siglos una Europa con Alemania y ahora constituye el corazón del continente–.
La necesaria neutralidad militar de Ucrania
En definitiva, la neutralidad de Ucrania no solo no supondría la sumisión de toda Europa a Rusia, ni tan siquiera la de Ucrania, pues los ejemplos de Austria, Suecia o Finlandia así lo demuestran, pero sí sería una posibilidad de alcanzar la paz. Una paz que jamás será duradera ni absoluta mientras la OTAN siga existiendo, pues los intereses de Estados Unidos lo impedirán. No obstante, estos se centran, tal y como señala su Estrategia de Seguridad Nacional de 2018, en mantener su hegemonía mundial y en defender los balances positivos de poder en las distintas regiones del mundo, incluida Europa. Y es por esos objetivos norteamericanos por los que Ucrania se enfrenta a un desastre humanitario sin precedentes y, tanto Europa como Rusia, van a sufrir las terribles consecuencias de la guerra.