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El 'mercadeo' de la OTAN con los kurdos (y los otros pueblos que fueron víctimas de la geopolítica occidental)

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El 'mercadeo' de la OTAN con los kurdos (y los otros pueblos que fueron víctimas de la geopolítica occidental)

Cuando Suecia y Finlandia decidieron solicitar su entrada a finales de mayo en la OTAN, pocos podían imaginar que el precio a pagar equivaldría a treinta millones de personas: los kurdos. Pero así ha sido. Y, aunque en los últimos meses, el relato occidental gravita sobre las bondades de los misericordiosos occidentales y las maldades de sus perversos enemigos, es una práctica muy habitual, especialmente para los occidentales, canjear, tratar o mercadear con pueblos como si de objetos geopolíticos se tratara —basta comprobar cómo Inglaterra, Francia y el resto de las potencias eliminaron a los kurdos de un mapa en el que solo tres años antes habían dibujado su existencia, lo que va de 1920 a 1923—.

Por desgracia, los kurdos no son los únicos: pueblos como los saharauis o los palestinos también han sufrido el mismo destino y, a estas alturas, resulta arriesgado descartar que los siguientes sean los ucranianos. Porque el día que dejen de interesar a Occidente serán vendidos al mejor postor. Al tiempo.

Kurdos, treinta millones de personas sin Estado

Recep Tayyip Erdogan ha aprovechado la oportunidad que le ha ofrecido la ampliación de la OTAN para sacar tajada: eliminar a los kurdos de los territorios fronterizos con Siria e Irak. Ese es el precio de la entrada de Suecia y Finlandia en la Alianza Atlántica. Una transacción que, por lo demás, sería de lo más habitual en la trágica historia kurda o en las cínicas costumbres europeas, a pesar del fundamental apoyo de los kurdos en la victoria sobre el Estado Islámico —recuerden los tres millones de refugiados sirios vendidos al por mayor a Turquía a cambio de 6.000 millones de euros y carta blanca para eliminar a la oposición—. Debido a este apoyo, los Estados Unidos tienen dos opciones: traicionar a los kurdos —otra vez, como ya sucediera tras la I Guerra Mundial, donde los europeos les abandonaron— u oponerse a los planes militares turcos —expansivos, por cierto—.

Así, tras las operaciones militares turcas en Siria, una nueva intervención se convertiría, de producirse, en la cuarta —en 2016, Operación Escudo del Éufrates; en 2018, Operación Rama de Olivo; y en 2019, Operación Primavera de Paz—. De hecho, hoy, a Erdogan solo le queda esperar la posición del pulgar de Estados Unidos, que puede oponerse de forma tibia, aprobando tácitamente la intervención, o puede oponerse de manera abierta, lo que salvaría a los kurdos, pero dificultaría la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN y molestaría a un socio actualmente crucial como Turquía.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Eliminar a los kurdos de los territorios fronterizos con Siria e Irak. Ese es el precio de la entrada de Suecia y Finlandia en la Alianza Atlántica. Una transacción que, por lo demás, sería de lo más habitual en la trágica historia kurda o en las cínicas costumbres europeas.

En este contexto, aunque en geopolítica todo es posible, los kurdos no parecen estar en la mejor de las situaciones —como demuestra la historia—. De hecho, el ministerio de Defensa turco señaló hace escasos días, el 1 de junio, que habían respondido al fuego del YPG (Unidades de Protección Popular) causando once muertos.

Como resulta obvio, sería bastante imprudente creer esta versión porque, aunque Turquía asevera que su objetivo sería controlar las zonas más septentrionales de Alepo, Manbech y Tel Rifaat para estabilizar la frontera turcosiria, lo cierto es que todo parece diseñado para ofrecer una muy buena justificación para conectar los territorios controlados por los turcos en las intervenciones de 2016 y 2019 —la franja de 4.500 km2 situada al norte de Siria obtenida en 2019, que incluye las ciudades de Tel Abiad y Ras al Ain, con la región que arrebató al Estado Islámico en la intervención de 2016, situada al oeste del río Éufrates—.

Rusia y Siria, entre la espada y la pared

Por si fuera poco, Turquía está aprovechando el escenario geopolítico actual para presionar y situar en una posición diabólica a Rusia y Siria, países que protegen Manbech y Tel Rifaat a petición del YPG. Si hay un país que no desearía bajo ningún concepto el avance de Turquía en Siria, ese es Rusia, pues ello significaría la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, pero ¿se puede permitir el lujo de enfrentarse militarmente al único país que está ejerciendo de mediador entre Rusia y la OTAN y que, además, ello pueda generar un conflicto directo con tropas de la OTAN? Y si hay un país que no desearía el avance turco en Siria, ese es Siria, pues el mismo se produciría en su propio territorio. No olvidemos que, para la OTAN y Occidente, que Turquía campe a sus anchas por Siria le parece de lo más natural.

Occidente tiene, de nuevo, la última palabra

Occidente vuelve a tener en sus manos una decisión clave para un pueblo, el kurdo, que ha sido maltratado durante siglos, y para una región, Oriente Próximo, que lo último que puede permitirse es una guerra, otra más, especialmente en el contexto de suma fragilidad en la que se encuentra la región del Kurdistán y las tierras asoladas por el Estado Islámico —norte de Siria e Irak—. Para ello, Occidente deberá renunciar a la ampliación de la OTAN o, por el contrario, ofrecer las suficientes contraprestaciones a Turquía para que acepte la entrada de Suecia y Finlandia sin que ello suponga una nueva campaña militar. Difícil equilibrio y mala solución, en cualquier caso.

Saharauis y palestinos, pueblos también mercadeados

Al igual que los kurdos, los saharauis y los palestinos han sido víctimas de los tejemanejes e intereses occidentales. En el último lustro, la suerte, ya de por sí muy esquiva con el sufrido pueblo saharaui, se ha tornado en desgracia por el interés de Estados Unidos de normalizar las relaciones de Israel y fortalecer su posición en África, un continente en el que la pugna geopolítica cada día es mayor —con el Sahel en el punto de mira—.

Debido a esta confluencia de intereses, Donald Trump asumió la soberanía de Marruecos sobre el Sahara bajo el eufemismo de la 'autonomía' y Joe Biden no ha cambiado la posición norteamericana, demostrando que ultraderecha y socialdemocracia, en Occidente, son más de lo mismo. Sin embargo, la estocada final a los intereses saharauis ha provenido de España, que ha terminado claudicando y aceptando la posición norteamericana en el Sahara Occidental —muchos saharauis tienen o han tenido nacionalidad española o derecho a ella—. 

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
A estas alturas, tras los treinta millones de kurdos, casi cinco millones de palestinos y medio millón de saharauis no son nada. Solo fichas en un tablero geopolítico.

Conectada con esta traición, encontramos la cuestión palestina. Un pueblo que padece una violación constante y reiterada de los derechos humanos y que ha perdido uno de los pocos apoyos que le quedaba: el mundo árabe. Al son de la batuta norteamericana, países del norte de África, como la propia Marruecos, y de Oriente Próximo han restablecido sus relaciones con Israel sin importar que los palestinos estén sufriendo todo tipo de violaciones de derechos humanos: Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos normalizaron sus relaciones en el año 2020. Los denominados Acuerdos de Abraham han posibilitado que EAU, Baréin, Marruecos y Egipto se hayan posicionado en marzo de este año junto a Estados Unidos e Israel frente a Irán en la negociación del acuerdo nuclear.

A estas alturas, tras los treinta millones de kurdos, casi cinco millones de palestinos y medio millón de saharauis no son nada. Solo fichas en un tablero geopolítico.

ANEXO: El problema kurdo

Los kurdos son un pueblo sin Estado. Y no cualquier pueblo ni en cualquier región del mundo. Se trata de treinta millones de personas, de las que dos tercios, unos veinte millones, viven en el Kurdistán, de unos 550.000 km2 —similar a España—, mientras el resto ha emigrado debido a la incesante represión de los Estados en los que se localiza: Turquía, Siria, Irak, Irán o Armenia —anteriormente la URSS—.

El Kurdistán es una región que se sitúa al sur del Cáucaso, entre los montes Tauros, Zagros o Ararat y los valles de Mesopotamia, en la que viven veinte millones de kurdos. En el sur de Turquía viven unos quince millones de kurdos, lo que supone casi un 20 % de la población turca; casi ocho millones en Irán, un 10 %; cuatro millones y medio en Irak, un 12 %; un millón y medio en Siria, un 7 %; y medio millón entre Armenia y Azerbaiyán.

Descendientes de los antiguos medos, los kurdos son un pueblo indoeuropeo que ha vivido durante siglos sometido a entes más poderosos, como persas, otomanos, europeos, norteamericanos o turcos. En los últimos tiempos, su destino se ha decidido en acuerdos internacionales en los que sus intereses no tuvieron cabida — Sykes-Picott, en 1917; Laussane, en 1923; o Yalta, en 1945—, aun cuando se les prometió un Estado tras la derrota del Imperio Otomano —Sèvres, en 1920, donde se concedió territorio equivalente a menos de la mitad de la propuesta kurda de la Conferencia de Paz de Paris de 1919—.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los países que se repartieron el Kurdistán —Turquía, Irán, Siria e Irak— reprimieron, maltrataron y asesinaron con impunidad al pueblo kurdo mientras las grandes potencias —Estados Unidos y la URSS— dejaron hacer en aras de sus propios intereses.

Su gran riqueza, y también su gran maldición, lo que posiblemente les ha impedido convertirse en una de las naciones-Estado más importante de Asia, se encuentra en el petróleo: la totalidad del petróleo que extraen Turquía o Siria se encuentra en el Kurdistán, así como tres cuartas partes del petróleo iraquí y una quinta parte del iraní. Una maldición que les ha costado 30.000 fallecidos a manos del Ejército turco y entre 50.000 y 182.000 muertos en el genocidio cometido entre 1987 y 1988 por Sadam Husein —la Operación al-Anfal aniquiló 4.000 aldeas de las 4.655 existentes en el Kurdistán iraquí—.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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