Nos dicen que los europeos y los norteamericanos somos socios, pero existen hechos incuestionables que desmontan esta falacia. En suelo europeo se encuentran desplegados por lo normal 70.000 militares norteamericanos en bases militares distribuidas por la geografía del Viejo Continente, una cifra que se eleva en la actualidad a más de 100.000 efectivos. Además, existe multitud de armamento norteamericano en Europa, incluyendo armas de destrucción masiva —pero no como las que Estados Unidos aseveró que existían en Irak, sino de las de verdad—.
Ahora, constatado este hecho, pregúntese cuántas bases militares europeas hay en Estados Unidos. La respuesta es conocida por todos: ninguna.
Vayamos a las otras dos grandes potencias mundiales: China y Rusia. ¿Cuántas bases militares chinas hay en Rusia o cuántas bases militares rusas hay en China? Efectivamente, ninguna. No solo no hay, es que ni se les pasa por la cabeza a ninguno de los dos países permitir que el otro instale bases militares en su territorio.
Habrá quien pueda replicar que existe una disimetría en la asociación entre europeos y norteamericanos, pero lo cierto es que lo que existe es una anormalidad. Una anormalidad si consideramos a Europa y los países europeos como soberanos e independientes, pero una absoluta normalidad si asumimos la realidad: Europa es un territorio militarmente sometido a Estados Unidos.
Esta es la primera obviedad que debemos poner de manifiesto antes de poder continuar.
La OTAN es una organización militar no defensiva comandada por EE.UU.
La OTAN es una organización militar. Esto es lo segundo que debe quedar claro. Y no es poco. Si ya tenemos claro que Europa es un territorio sometido militarmente a Estados Unidos y que la OTAN es una organización militar, el siguiente paso es de cajón: la OTAN somete militarmente a Europa.
Desgraciadamente, todavía hay quienes lo niegan, pero la historia alberga pocas dudas al respecto. Cuando los norteamericanos no quisieron desalojar Europa tras la II Guerra Mundial, fueron múltiples las personalidades, sobre todo francesas, las que protestaron enérgicamente por ello. Entendían, y entendían bien, que la soberanía europea podría estar en serio peligro. Cuando entre 1990 y 1991 se negociaba la reunificación alemana, fueron los norteamericanos los que se negaron a que en Europa se creara una asociación paneuropea de defensa en la que no tuviera cabida Estados Unidos.
Pero, si estaban en Europa para proteger a los europeos de los perversos soviéticos, ¿qué sentido tenía seguir en territorio europeo cuando estos ya no representaban un peligro? ¿Protección? Va a ser que no. Y cuando Emmanuel Macron declaró la "muerte cerebral" de la OTAN y pidió la formación de un Ejército europeo y los norteamericanos se negaron, ¿también lo hacían por protegernos? Oh, sí, por protegernos de los rusos… ¿De verdad?
Europa no necesita a la OTAN
El problema de la necesidad de protección de Europa de la amenaza rusa es que si acudimos a los datos encontramos serias lagunas:
- Gasto militar: Europa en su conjunto gasta cuatro veces más que Rusia en Defensa (unos 198.000 millones de euros anuales por unos 51.000 millones de euros, cifras que se han incrementado en ambos casos con el comienzo de la guerra).
- Contingente militar: En cuanto a contingente militar se refiere, en Europa hay 1,3 millones de militares por unos 900.000 en Rusia, de los que no todos son profesionales.
- Demográficamente: Europa es casi cuatro veces mayor que Rusia, lo que va, redondeando, de 550 millones de habitantes a 150 millones. Este aspecto es esencial en cuanto a la movilización de potenciales reclutas y al potencial económico en caso de guerra.
- Económicamente: Europa (21 billones) tiene un PIB casi veinte veces superior al de Rusia (1,5 billones).
- Nuclearmente: Rusia tiene más de 6.000 ojivas nucleares, mientras Europa casi no posee armamento nuclear y este se reduce a unos pocos centenares de armas nucleares.
Por tanto, Europa no necesita la ayuda de nadie para enfrentarse a Rusia en términos militares: cuadruplica su gasto militar, casi duplica el contingente de militares profesionales, cuadruplica su población y su economía es veinte veces superior. Rusia jamás podrá, ni pretenderá, conquistar la antigua Europa del Este, menos aún confrontar con Europa o la OTAN. Semejante afirmación es una estupidez supina, pues solo existe un apartado en el que Rusia puede intimidar a Europa, el nuclear, y, la verdad, para ello protegernos de esa amenaza no necesitamos a Estados Unidos, pues un ataque nuclear ruso terminaría con el planeta.
Se podría pensar, tras la II Guerra Mundial, que la presencia militar norteamericana era necesaria como forma de disuasión al temible Ejército rojo —y ello es más que discutible—, pero pensar que Europa necesita en la actualidad o ha necesitado en las últimas décadas a los Estados Unidos o a la OTAN para defenderse de Rusia es, en términos objetivos, insostenible y disparatado. Si la diferencia entre ambas potencias no es suficientemente disuasoria, nada lo será.
No habrá paz mientras la OTAN o los EE.UU. estén en Europa
Europa no necesita ni a la OTAN ni a los militares norteamericanos, mucho menos los aumentos presupuestarios militares, para mantener la paz en Europa. Lo que necesita Europa es aceptar y asumir que no habrá paz en Europa hasta que tenga en cuenta a Rusia, hasta que considere que debe pactar con Rusia y establecer relaciones de vecindad geopolítica. Hasta que la respete en términos geopolíticos. Como no fue posible la paz durante décadas en Europa mientras no se tuvo en cuenta a Alemania y se pretendió que no adquiriera el rol que le correspondía. En el caso de Alemania, los europeos necesitamos dos guerras mundiales y más de cien millones de muertos para comprenderlo, por lo que es de esperar que no necesitemos de tanto en esta ocasión.
Ello no quiere decir rendirse a Rusia ni enemistarse con Estados Unidos, quiere decir independizarse, tomar decisiones propias, ser un actor en el contexto internacional, tener un Ejército europeo y que no haya ni un solo militar norteamericano en suelo europeo. Un actor que haga aquello que más le conviene y no aquello que más conviene a su señor, los Estados Unidos. Porque en ocasiones los intereses de Estados Unidos y los de Europa son diferentes, como ocurre en el caso de Ucrania, donde a los norteamericanos les interesa lo contrario que a Europa: la guerra, la tensión, el muro, el odio. El desgaste de Rusia. Justo lo que ahora mismo están contemplando con regocijo mientras se encuentran cómodamente sentados en el otro lado del océano comiendo palomitas. No lo olviden: Estados Unidos no parará hasta humillar a Rusia.
No sabemos si ganarán o no los norteamericanos, pero sí sabemos que los europeos vamos a enfrentarnos a un escenario de creciente inestabilidad en el que todo es posible. Como todo fue posible en el pasado. Si sabemos que tras la I Guerra Mundial colapsaron los imperios y que, tras la II Guerra Mundial, los países europeos se convirtieron en vasallos, pensar lo que puede acontecer, estremece. Pero más estremece esa gran certeza que demasiados quieren obviar: no habrá paz en Europa mientras exista la OTAN.