Debería haber sido el escándalo del mes en España, pero ha pasado casi desapercibido. Y no por casualidad. Durante el fin de semana pasado se publicó en el diario El País que la Comunidad de Madrid, gobernada por Isabel Díaz Ayuso, había estado concediendo becas públicas de estudio a familias con más de 100.000 euros de ingresos anuales para centros privados. Además, la gestión de la concesión de las becas estaba siendo controlada por una empresa privada. Un mayúsculo escándalo que quedó eclipsado ante un suceso no ya convertido en noticia, sino en debate nacional: el viaje de Irene Montero a Nueva York. Ya ven, así están las cosas en España —y en Occidente—.
Sin embargo, esta esperpéntica y efectiva operación mediática no solo permite exponer las políticas madrileñas como el paradigma del capitalismo salvaje, sino que la operación mediática para ocultar el escándalo sirve para comprender cómo puede ser posible que políticas tan contrarias al interés de la mayoría de la ciudadanía, como las becas públicas a familias adineradas para estudiar en centros privados, no tengan consecuencias electorales.
La ofensiva de 'El País'
Por esas casualidades que tiene la vida, al diario El País le aparece una potente exclusiva que afecta al PP cada vez que el PSOE, su partido político de referencia, está en dificultades. Pareciera que las guarda en un cajón, como si munición se tratase, para usarlas a conveniencia. Que se produce un escándalo como la bochornosa 'minigira' al estilo de vieja estrella rockera del rey emérito Juan Carlos por Galicia o acontece un ignominioso viraje de Pedro Sánchez en la posición española sobre el Sahara, ahí está El País para publicar unos obscenos audios de Villarejo o sacar de la chistera un aquelarre que le permitan al partido de Pedro Sánchez recuperar la iniciativa. Y el aquelarre de este fin de semana fueron las becas de Ayuso. Una ofensiva mediática claramente superada por la contraofensiva de los medios conservadores. Empecemos por el principio.
Desde hace tiempo, la situación en la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos es crítica —lo sigue siendo— y la reunión de la OTAN no solo no mejoró la relación, sino que la tensionó todavía más. A ello se sumaron los resultados de las encuestas, cada vez más negativos, tanto para el PSOE y Unidas Podemos como para sus posibilidades de reeditar una nueva coalición. Ni juntos ni separados, las cuentas empiezan a no salir y el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo se consolida como una alternativa real de gobierno. De gobierno extremista, claro, porque será con Vox o no será. Pero de gobierno.
En este crítico escenario y con un aumento presupuestario de 1.000 millones de euros en gasto militar impuesto por la OTAN y Estados Unidos, el diario El País se descolgó con dos operaciones mediáticas de calado: entrevista a Pedro Sánchez y ataque de profundidad contra Isabel Díaz Ayuso, que de baluarte del Partido Popular ha pasado a convertirse en el flanco débil de la formación conservadora española. La intención no era muy loable, porque al diario El País lo público le importa poco, de lo contrario no habría ocultado en su portada la noticia de ayer mismo sobre la nacionalización de una empresa eléctrica en Francia, pero, con todo y con eso, se trataba de un gran escándalo.
La entrevista de Pedro Sánchez, portada del domingo 3 de julio, no dejaba dudas en cuanto a las pretensiones del diario de referencia español, ya que en el titular se resaltaron las palabras de Pedro Sánchez sobre hacer fijos a 67.000 sanitarios. La guerra de Ucrania, la tragedia de Melilla, la crisis económica, Catalunya… Había muchos titulares posibles, pero solo uno que pudiera fortalecer al PSOE y a Pedro Sánchez. Imaginen el siguiente titular, porque también fueron palabras de Pedro Sánchez: "España y Europa tienen que ser solidarias también con Marruecos". Cambia por completo, ¿verdad?
Así pues, el titular y la entrevista estaban pensados para que el presidente del Gobierno pudiera esgrimir un gran logro social tras una semana de reuniones de la OTAN, una masacre en Melilla y un aumento presupuestario exprés de 1.000 millones de euros para gasto militar, el martes 5 de julio, como postre de la fastuosa reunión atlántica.
Las políticas ultraliberales
El ataque a Isabel Díaz Ayuso, con mucha razón, vaya por delante, aconteció al día siguiente, el lunes 4 de julio, con la mencionada exclusiva ofrecida por el diario El País sobre las becas públicas a alumnos, cuyas familias ingresan hasta 107.739 euros, para el estudio en centros privados de Bachillerato. Además, concedidas mediante gestión privada.
Pocos episodios pueden ser más reveladores al respecto de lo que supone el capitalismo salvaje y el voto a la derecha política: dinero para ricos que no lo necesitan. Para que se hagan una idea, unos ingresos anuales de 107.739 euros, el máximo con el que se puede acceder a la beca, equivalen a doce pagas de 8.978,25 euros mensuales —en doce pagas—. Casi 9.000 euros. ¿Necesita una familia con 9.000 euros al mes ayudas para el estudio de sus hijos en un país en el que hay más de dos millones de niños en el umbral de la pobreza? La respuesta es evidente —en España el salario medio es de 1.700 euros, el más repetido es de 1.300 euros y el mínimo de 1.050 euros—.
¿Cómo es posible mantener políticas semejantes?
Pero los medios de comunicación de la derecha española, mayoritarios, están a las órdenes del PP, como El País a las órdenes del PSOE. Por ello, lanzaron dos contraofensivas brutales. Antes, dirigentes del PP trabajaron en la normalización de la concesión de becas públicas a familias adineradas. Cuca Gamarra, mano derecha de Núñez Feijóo; el consejero de presidencia de la Comunidad de Madrid, Enrique López; o la propia presidenta, Isabel Díaz Ayuso sostuvieron que aquellos que ganan más de cien mil euros anuales son "rentas medias", por lo que las críticas a estas becas ultraliberales se deben a "prejuicios ideológicos". Además, abrieron fuego: "si quieren batalla, la tendrán porque las políticas de la Comunidad de Madrid funcionan y las de Sánchez, no". Había comenzado la guerra… mediática.
Así, por un lado, un vídeo manipulado fue difundido por programas de tanta audiencia como los de Ana Rosa Quintana —ahora dirigido por Patricia Pardo—, Susana Griso o Carlos Alsina se podía ver a Irene Montero respondiendo en bucle que daría las explicaciones necesarias sobre la masacre en Melilla, pero sin ofrecerlas. Solo Patricia Pardo rectificó pasados más de cuatro días, y de aquella manera —con nuevos ataques falsos y sin ofrecer una disculpa plena—. Poco importó que hubiera quedado demostrado que el vídeo era un montaje y que, por tanto, la noticia es falsa. Menos importancia tuvo, todavía, que las redes sociales ardieran por el montaje: más audiencia.
La segunda operación mediática ha sido todavía peor: el viaje a Nueva York de Irene Montero. Un viaje con agenda y actos programados que ha sido criticado y difundido en redes sin piedad. Es cierto que el uso del avión oficial es más que cuestionable debido a las declaraciones pasadas de la propia Irene Montero en contra de este medio o que la fotografía de Irene Montero con sus asistentes, como si de unas vacaciones se tratara, no deja de ser un error político considerable, pero convertir en debate nacional una incoherencia y un error intrascendente por encima de lo que supone el viaje a Nueva York en sí mismo, de gran valía, o de la infamia que constituyen las becas ultraliberales sería por completo imposible e injustificable en una sociedad democrática con unos medios de comunicación serios y fiables. Pero ni España es una democracia ni Patricia Pardo, Susana Griso o Carlos Alsina son serios ni fiables.
La guerra la gana el capitalismo
Desgraciadamente, desde hace décadas, la guerra la gana siempre el capitalismo, porque aun perdiendo, gana. Por un lado, medidas ultraliberales del capitalismo salvaje como las becas a familias con más de cien mil euros de ingresos anuales pueden ejecutarse sin coste político gracias a medios de comunicación que las envuelven con operaciones mediáticas. Como en su momento minimizaron que Isabel Díaz Ayuso dejara morir abandonados a más de siete mil ancianos durante la pandemia, de ellos casi seis mil por la covid, mientras resaltaron que, gracias a ella, había muchas terracitas abiertas y la economía seguía funcionando en Madrid a pesar de la pandemia.
Porque, sin estos medios de comunicación, no deberíamos haber estado cinco días hablando de vídeos falsos de Irene Montero ni haber convertido un importante viaje en debate nacional mientras queda fuera del debate la existencia de becas públicas para familias con más de cien mil euros. Pero, por otro lado, una medida tan indecente como esta no debería haberse convertido en arma arrojadiza con la que retomar la iniciativa tras la masacre de Melilla, la reunión de la OTAN o el injustificable aumento del gasto militar en España. Porque, al final, gane quien gane, el capitalismo de guante blanco o el capitalismo salvaje, siempre gana el mismo: el capitalismo. Y esta es la razón última del éxito de Isabel Díaz Ayuso y de sus salvajes políticas neoliberales.