Del colonialismo al clasismo y racismo: ¿por qué soportar a las familias reales?
Después de esperar siete décadas para reinar, le bastaron solo diez minutos a Carlos III del Reino Unido para generar la primera polémica. En la Proclamación de Adhesión, el recién nombrado monarca exhibió varios gestos despectivos hacia su asistente a resultas de una bandeja de bolígrafos presente en el escritorio. Le molestaba. Le molestaba mucho. De inmediato, las redes ardieron con los fotogramas de Carlos III gesticulando con las manos y enseñando los dientes, cual bestia que se muestra enojada, por un asunto tan menor como ridículo. Por supuesto, fue carne de 'meme'.
Ante el torrente de críticas y burlas, diferentes expertos fueron consultados como si fuera una cuestión de vida o muerte, lo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que los medios llevan casi dos semanas con el foco en el funeral por la muerte natural de una nonagenaria, mientras millones de muertes por inanición resultan traslúcidas para los medios y la mayoría del público. Carecen de morbo. Bien, pues algunos de estos expertos aseveraron que lo ocurrido en la firma de documentos de Carlos III es el resultado de la combinación de una escrupulosa educación y un servicio de servidumbre continuo desde el nacimiento del monarca. Carlos III no conoce otro mundo que ese y en ese planeta las reglas son diferentes a las del resto de la ciudadanía. Son personas criadas desde su nacimiento para reinar.
Como a Carlos III le supo a poco el asunto de la firma, se encargó, ahora de forma consciente, de detonar otro explosivo. Poco después, todavía en pleno luto, se supo que el nuevo monarca británico había enviado un preaviso de despido a un centenar de trabajadores de Clarence House, residencia del príncipe de Gales antes de convertirse en rey. No solo se trata de un acto cuanto menos censurable y cruel, sino que demuestra una evidente falta de talento en el cuidado de la imagen, tan importante para los cargos públicos: ¿cómo pudo pensar Carlos III que una decisión tan desalmada no generaría una considerable polémica? Ni que decir tiene que la decisión, además de los sindicatos, ha provocado que hasta el principal asesor del nuevo monarca, Sir Clive Alderton, le haya pedido detener los despidos.
Pero si Carlos III es clasista y desalmado, además de algo inmaduro —se ve que siete décadas de preparación no fueron suficientes— y bastante sórdido —recuerden el audio con Camila—, cabe cuestionar si no habría un mejor jefe de Estado al que pudieran elegir los británicos. Y es que, comparado con Carlos III, hasta Boris Johnson parece mejor. Además, resulta innegable que ningún jefe de Estado de una democracia de nivel medio habría podido resistir escándalos similares.
Por si fuera poco, si repasamos los males que aquejan a múltiples miembros de la monarquía, la situación no parece mejorar: Carlos III no es un caso aislado.
Isabel II, de la sombra del nazismo al racismo
Las sombras de Isabel II, aunque sepultadas en estos días, tal y como conviene a los poderes y medios occidentales, no dejan en muy buen lugar a la reina Isabel II. No solo se trata de la inocente estampa de una bisoña Isabel II levantando el brazo cual entusiasta nazi, sino que hay mucho más. Porque si el caso de la malograda Lady Di revela evidentes señales de clasismo y autoritarismo, el conflicto de los últimos años con la pareja del príncipe Harry, Meghan Markle, evidencia un comportamiento racista por parte de la recién fallecida reina británica.
Clasismo y racismo serían suficientes como para que cualquier jefe de Estado europeo de una república tuviera que dimitir, pero para una monarquía como la británica y unos medios de comunicación como los occidentales, no son ni rasguños. Además, en el currículum de Isabel II encontramos la ignominiosa mancha del colonialismo y todo lo que supuso: expolio, abusos, violaciones, crímenes…
Una escandalosa familia Real para gobernar Reino Unido
En este contexto, no creo que haya muchas personas que puedan discutir que si la familia real británica formase un partido político sería realmente complicado que alcanzara el poder y, más todavía, que lo mantuviera. Y es que los escándalos a su alrededor no cesan: las acusaciones de abuso sexual y pederastia sobre el príncipe Andrew, tercer hijo de Isabel II y amigo íntimo de Jeffrey Epstein, condenado por pederastia; la fotografía del príncipe Harry disfrazado de militar nazi; el autoritarismo y la afinidad nazi del príncipe Edward, además de un escándalo de divisas ilegales…
La falta de ejemplaridad de las monarquías
Por desgracia, la falta de ejemplaridad de las familias reales es demasiado habitual. España es un claro ejemplo de ello, pues ambos reyes, tanto Juan Carlos I como Felipe VI se han encontrado salpicados por la corrupción: Juan Carlos es un delincuente múltiple que ha sido exonerado debido a las cuestionables maniobras de los poderes del Estado y Felipe VI tuvo que reconocer que era el segundo beneficiario de la fundación que recibió 100 millones de dólares de Arabia Saudí.
Además, la reina Sofía se ha visto involucrada en múltiples escándalos debido a sus tendencias ultraderechistas, como cuando fue acusada en un libro por Pilar Urbano, periodista y biógrafa de Sofía, de oponerse al matrimonio homosexual y al aborto y mostrarse favorable a la enseñanza de la religión en los colegios públicos. Posturas homófobas y retrógradas muy cercanas a la ultraderecha española.
Por si no fuera suficiente, la reina Sofía también ha sido víctima de un mal que aqueja a la gran mayoría de miembros de las familias reales: el clasismo —su relación con la reina Letizia ha provocado situaciones tan inapropiadas como la producida en Palma de Mallorca, cuando Letizia rechazó que sus hijas se fotografiaran con Sofía—. Un conflicto muy parecido al protagonizado por Isabel II con Lady Di y Meghan Markle. ¿Alguien se extraña? Por si fuera así, cabría recordar que la madre de la reina Sofía, Federica de Hannover, fue en su juventud una ferviente nazi —como Eduardo VIII—. Otro de los males que padecen las monarquías: sus tendencias autoritarias —Juan Carlos I y Felipe VI se han mostrado siempre filofranquistas y, sobre todo, condescendientes con el franquismo—.
Son solo unos ejemplos, pues si se analizasen el resto de las familias reales —no solo europeas, piensen en las petromonarquías y los crímenes que perpetran—, se encontrarían muchos más. Por ello, salvo excepciones, las familias reales están marcadas por unos condicionantes que les arrastran, de forma general, a pensar que están por encima del resto de la humanidad. En palabras de Juan Carlos I a Adolfo Suárez cuando este era presidente del Gobierno español y mantuvieron una agria confrontación: "Tú estás aquí porque te ha puesto el pueblo con no sé cuántos millones de votos... Yo estoy aquí porque me ha puesto la Historia, con setecientos y pico años. Soy sucesor de Franco, sí, pero soy el heredero de diecisiete reyes de mi propia familia". Espermatozoides versus votos.
La monarquía no tiene sentido en el siglo XXI
¿Por qué en el año 2022 aún hay familias que ostentan mediante el sistema de herencia la jefatura del Estado? Máxime teniendo en cuenta que se trata de familias reales criadas en valores anacrónicos y clasistas, de por sí antidemocráticos, que, además, protagonizan numerosos escándalos a lo largo de su vida debido a que creen estar por encima del bien y del mal. No solo no tiene sentido, no lo merecemos: cualquier líder político elegido en proceso democrático serio puede hacerlo mejor —incluso muchos de los más disparatados, ultras o negligentes que existieron—. O, como mínimo, igual. Y siempre existirá una ventaja a su favor: podemos echarlos.
ANEXO: Las monarquías en el mundo
Un breve análisis sobre la existencia de monarquías en el mundo así lo demuestra. Si repasamos un listado, comprobaremos que la monarquía, en múltiples variables, es la forma de gobierno de 42 de los más de 195 países que existen en el planeta. Menos de una cuarta parte. Pero tiene truco, pues la cifra real es todavía menor, ya que el recién nombrado Carlos III del Reino Unido, también lo es de catorce países más [Antigua y Barbuda, Australia, Bahamas, Belice, Canadá, Granada, Islas Salomón, Jamaica, Nueva Zelanda, Papua Nueva Guinea, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Granadinas, Santa Lucía y Tuvalu]. Es decir, en realidad solo veintiocho países en el mundo se rigen por el sistema de monarquía.
Si analizamos el listado, podemos dividir las menos de treinta monarquías en:
Europeas (once), en las que encontramos antiguas potencias coloniales y pequeños reinos que funcionan como paraísos fiscales.
- Suecia: Carlos XVI Gustavo de Suecia; Bélgica: Felipe de Bélgica; Países Bajos: Guillermo Alejandro de los Países Bajos.; Noruega: Harald V de Noruega; Dinamarca: Margarita II de Dinamarca; España: Felipe VI de España; Reino Unido: Carlos III de Reino Unido; Mónaco: Alberto II de Mónaco; Liechtenstein: Luis de Liechtenstein; Luxemburgo: Enrique de Luxemburgo; y Andorra: Joan-Enric Vives y Emmanuel Macron.
Petromonarquías de Oriente Próximo (siete).
- Catar: Hamad bin Jalifa Al Thani, Emiratos Árabes Unidos: Jalifa bin Zayed bin Sultan Al Nahayan; Jordania: Abdalá II de Jordania; Kuwait: Sabah IV Al-Ahmad Al-Yaber Al-Sabah, Omán: Qabus ibn Sa'id Al Sa'id; Arabia Saudí: Salmán bin Abdulaziz; Baréin: Hamad bin Isa Al Jalifa.
El resto (diez)
- Marruecos: Mohamed VI de Marruecos; Japón: Naruhito; Suazilandia: Mswati III de Suazilandia; Tailandia: Maha Vajiralongkorn; Tonga: Tupou VI; Brunéi: Muda Hassanal Bolkiah; Bután: Jigme Khesar Namgyel Wangchuck; Camboya: Norodom Sihamoní; Lesoto: Letsie III; y Malasia: Mohamed V de Kelantan.
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