El abuelo que nunca tuve me dijo en el río que nunca existió que cuando las aguas están revueltas lo conveniente es no meterse en ellas, pero si por alguna inexplicable razón uno hubiera terminado dentro, el principal objetivo debería ser, siempre, agarrarse a algo sólido y, sobre todo, visible. Cuando uno se ahoga no es momento de buscar entelequias, sino de salvar el pescuezo. Es decir, en palabras del detective de 'CSI' que tampoco existió nunca, Gil Grissom: Cuando un caso no está claro hay que fijarse en las pruebas. Las pruebas no engañan. A ello vamos.
El río revuelto
"Es un ridículo mundial", señaló el pasado viernes el seleccionador nacional, Jorge Vilda. Lo es. En un comienzo, quince futbolistas de la selección española femenina solicitaron no ser convocadas. No serían las únicas, pues otras compañeras que secundaron la decisión no podían ser convocadas por lesión, por lo que no pudieron decir que no a lo que era imposible. No, al menos, de forma oficial. Porque hubo más de una jugadora que se unió al comunicado de las futbolistas femeninas, de una u otra manera, por amor al arte. El arte de jugarse la carrera profesional.
Tras el comunicado, la situación, a un año de la celebración de un mundial, no puede ser más extravagante, alarmante e inquietante: la federación española deberá decidir sobre si España jugará desde este momento con un 'equipo b' —lo que parece— o cesa al entrenador y el cuerpo técnico; y las futbolistas deberán resolver si sostienen o no su decisión, aun a riesgo de terminar con su carrera profesional a nivel de selecciones nacionales. Adiós a los torneos europeos y mundiales de selecciones y todo lo que ello significa.
Sea como fuera, pocas veces en la historia del fútbol español, que ya es decir, se ha producido un episodio de tan extrema gravedad —piensen en los personajes que han llegado a presidentes de fútbol en España: Gil, Lopera, Mendoza y compañía—. Lo que ha provocado un encendido debate entre los que creen que todo se trata de un capricho de las jugadoras, a las que consideran poco profesionales, y aquellos que opinan que se trata de una reivindicación justa. Un tercer grupo, quizás el mayoritario, opina que da igual quién tenga razón o cómo se resuelva la crisis, pero esta debe ser resuelta de forma satisfactoria. No sé si eso es ya posible. Y, por supuesto, también está el conspiranoico: Florentino Pérez y el Real Madrid manejan los hilos para favorecer a sus futbolistas.
Ante la acción de las futbolistas, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, se ha opuesto tajantemente al cese del entrenador, Jorge Vilda. Por su parte, el seleccionador ya ha ofrecido una lista y ha señalado que no piensa dimitir. Y las jugadoras no sólo no parecen ceder, sino que el grupo rebelde ha aumentado desde la emisión del comunicado.
Por otra parte, aunque todas las partes quedan seriamente dañadas con este episodio, termine como termine, lo cierto es que las razones de las futbolistas son tan graves que es muy posible que, a nivel profesional, Jorge Vilda ya no tenga una gran proyección. Métodos obsoletos, deficiente preparación de partidos, lesiones por falta de planes físicos individualizados, excesivo control y pobreza de resultados en competiciones oficiales son acusaciones de una consistencia mayor —nunca ha pasado de cuartos de final en una competición oficial—.
Un antecedente inquietante
El primer hecho irrefutable con el que nos encontramos es que la encrucijada en la que se halla en la actualidad la selección femenina, aun cuando no puede ser más anómala y extravagante en el contexto del fútbol mundial, no es insólita en el fútbol español. Hace unas líneas aseveré que pocas veces en la historia del fútbol se había vivido una situación como la actual, pues una de esas pocas veces aconteció en julio de 2015, cuando un motín sufrido por el entonces seleccionador del equipo femenino español, Ignacio Quereda, permitió que el actual seleccionador nacional, Jorge Vilda, accediera al cargo. Entonces, fueron 23 las futbolistas que se posicionaron contra Ignacio Quereda.
En aquel momento, la RFEF estaba dirigida por Ángel María Villar, que, en un principio, se posicionó, como el actual presidente ha hecho ahora, del lado del seleccionador. Pero la presión social fue aumentando su intensidad y Villar no tuvo otra opción que cesar al seleccionador. Era el primer y único seleccionador que había tenido España y había ocupado el cargo durante 27 años.
El balance, llegados a este punto, es incuestionable: dos seleccionadores nacionales y dos motines. ¿Se han acostumbrado las futbolistas españolas a cesar a los entrenadores nacionales a su capricho o, por el contrario, tienen razones de peso para ello? Una pista la tenemos en los currículums de los seleccionadores: Quereda, 27 años y ningún éxito; Vilda, 7 años y ningún éxito.
Sombras de malas prácticas y corrupción
Los paralelismos con el cese del anterior seleccionador español también los encontramos a nivel de la presidencia de la RFEF. Si bien Ángel María Villar siempre fue un presidente no solo discutido, sino salpicado por las sombras de la corrupción, en el caso de Luis Rubiales no se pueden encontrar grandes diferencias. En las últimas semanas, incluso el tío del presidente, Juan Rubiales, ha realizado una denuncia en la Fiscalía Anticorrupción por presuntas prácticas corruptas del actual presidente de la RFEF. Y no era la primera denuncia o acusación que recibe el todavía presidente federativo.
De hecho, entre las acusaciones recibidas y las decisiones federativas, es raro el periodo de tiempo en el que Rubiales no está en el centro de la polémica. Para el recuerdo, las conversaciones filtradas con Gerard Piqué —con comisiones millonarias de por medio—, así como sus constantes confrontaciones públicas con el presidente de la Liga de Fútbol Profesional, el ultraderechista y exmilitante de Fuerza Nueva, Javier Tebas. Sí, es cierto, lo de España, entre unos y otros, es incalificable.
Pero, quizás, el dato más alarmante y que más respalda a las futbolistas españolas lo encontramos en el currículum vitae del actual seleccionador y su equipo de trabajo. Jorge Vilda solo había entrenado a un equipo de barrio, el Canillas, hasta que en 2010 fue fichado por la RFEF. Un fichaje que difícilmente se hubiera producido en el caso de que el padre del actual seleccionador, Ángel Vilda, no hubiera sido entonces seleccionador de la selección sub-19 femenina. Y si complejo era llegar a la selección tras entrenar a un equipo de barrio, ni que decir tiene convertirse en seleccionador de la selección absoluta con la experiencia del equipo de barrio y cuatro años en la RFEF —por muy exitosos que fueran—. Y si se analiza el currículum del resto del staff técnico, no se encuentra mejoría alguna.
Así pues, nos encontramos con tres obviedades: 1) el entrenador y su staff no tienen la suficiente experiencia, lo que en términos futbolísticos equivale también a méritos; 2) el entrenador ingresó en la RFEF, Jorge Vilda, en un claro ejemplo de nepotismo; y 3) el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, no puede ser tachado hoy de corrupto, pero no parece que ese estatus vaya a perdurar mucho.
Además, existiría una cuarta obviedad, España, a pesar de partir como favorita y tener a la mejor jugadora del mundo, Alexia Putellas, lo cierto es que no ha conseguido los resultados que, en teoría, debería haber conseguido en los siete años en los que Jorge Vilda ha sido seleccionador. Se podrá debatir sobre la responsabilidad en ellos o no, pero lo cierto es que los resultados no han llegado: no sólo no ha ganado título alguno, sino que ha estado muy lejos de ello, pues no ha superado los cuartos de final.
El Quinto Elemento
A estos cuatro hechos incuestionables habría que sumar un quinto elemento: los medios de comunicación. ¿Dónde estaban los medios de comunicación cuando Jorge Vilda fue nombrado seleccionador y cuando, competición tras competición, sufría un estrepitoso fracaso?
Los medios de comunicación son, o al menos deben ser, el contrapeso al poder. Es decir, ese poder que ejerce como fiscal general contra las malas prácticas, los abusos y las corruptelas. Y aquí llegan las preguntas: ¿por qué no cuestionaron a un seleccionador que, tras 27 años, Ignacio Quereda, no consiguió ningún sucesor? ¿por qué no denunciaron el nepotismo en el fichaje de Jorge Vilda en el año 2010 y su falta de mérito para ser seleccionador en el año 2015? ¿por qué no pidieron su dimisión o cese tras cada fracaso deportivo y, sobre todo, por qué no cuestionaron que un seleccionador cuyos siete años al frente de la selección han sido un estrepitoso fracaso —al no pasar de cuartos de final— fuera renovado?
Pues, quizás, como el otro día leí a un exfutbolista, porque en el fútbol femenino pasan cosas que serían inimaginables en el fútbol masculino. Pero no por las jugadoras, sino por el maltrato al que se somete al fútbol femenino y por un cierto tufo a machismo que deja al fútbol femenino como un deporte menor. De lo contrario, respondan a las siguientes preguntas: ¿Habrían permitido los medios de comunicación que el hijo de un exseleccionador de categorías inferiores fuera seleccionador nacional masculino con la sola experiencia de haber entrenado a un equipo de barrio? De ser así, ¿cómo habrían reaccionado en el caso de que, fracaso tras fracaso, hubieran pretendido que siguiera en el cargo? Y la afición, ¿cómo habría recibido al seleccionador o cómo arderían las redes sociales?
Mi abuelo, el que no existió, siempre me dijo que antes de culpar a los salen a la calle y queman contenedores, aunque ello sea reprobable, me pregunte por qué lo hacen. Creo que, desgraciadamente, nadie se ha preguntado con seriedad por qué las jugadoras de la selección española de fútbol acaban de organizar el segundo plante para despedir al segundo seleccionador de su historia. El primero, un seleccionador que duró 27 años sin ganar nada; y el segundo, el hijo de un antiguo seleccionador de categorías inferiores que lleva siete años sin ganar nada.
Si el presidente de la RFEF, los aficionados y los medios de comunicación hubieran hecho su trabajo, una veintena de mujeres profesionales cuyos salarios son ridículos en comparación a los de los hombres, no tendrían que salir a hacer un trabajo que no es suyo —y muy probablemente el presidente de la RFEF no sería quién es—. La culpa es de todos, menos de ellas.
* Como anexo a esta publicación, hay que señalar, por si no fuera suficiente lo ya relatado, que en RTVE se ha denunciado que el seleccionador nacional, Jorge Vilda, pudiera ser responsable de varios casos de acoso laboral y que su comportamiento en cuanto a las relaciones profesionales con las futbolistas, que no de otra índole, se adentraría en lo excesivo, cuando no en lo enfermizo. Estas denuncias no han sido replicadas por los diarios deportivos de Madrid, los más leídos en España —As y Marca— y, al menos un medio de comunicación —El Confidencial—, denuncia que el actual presidente de la RFEF es un protegido del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez.