Para actuar de forma beneficiosa y satisfactoria, los aspectos emocionales son tan importantes como los racionales y ambos deben estar ordenados y equilibrados.
Es habitual que las personas no sepan describir dónde sienten o cómo son las diferentes emociones que sienten, emociones como la tristeza, la ira, el miedo o el rencor. Se suele decir que se sienten "en el corazón", o en "el alma", pero esto en realidad son convencionalismos, respuestas vagas, difusas.
Las emociones se sienten en el cuerpo
Las sensaciones y emociones se sienten en el cuerpo, en diferentes partes del cuerpo; se sienten, no se piensan, y si se piensan son pensamientos, no emociones. Algunas de las sensaciones y emociones son más fáciles de localizar: miedo en el estómago, rencor en el pecho, ira... Otras, la mayoría, son más complejas ¿dónde se siente el temor a tomar una mala decisión?, ¿dónde los celos o el sentimiento de traición?, ¿dónde el sentimiento de inferioridad o el orgullo? No tiene por qué ser siempre una misma sensación en un lugar concreto.
Aprender a resolver la causa
En todo caso, para resolver cualquier malestar o sufrimiento, es necesario entender y resolver su causa. Aunque haya un desencadenante externo, la causa se debe buscar en uno mismo, en lo que ese hecho externo produce en uno mismo.
Una parte de ese proceso de entendimiento consiste en explorar el propio malestar. Para ello no hay que tratar de que las sensaciones desaparezcan, sino explorarlas y perder el miedo a sentir. No es necesario ponerles nombre, sino aprender y entender lo que ocurre.
Lo que no funciona y lo que sí
La mayoría de las estrategias utilizadas para solucionar el malestar, tratan de controlar o evitar lo que la persona siente, o descargar la energía emocional, o bien intentan racionalizaciones o distracciones, utilizando el pensamiento y la acción. Estas formas de abordar las emociones, aunque puede producir un cierto alivio temporal, no funcionan a largo plazo, pues carecen de la comprensión necesaria de la causa del conflicto, y por tanto no solucionan el origen de la emoción.
La manera correcta de hacerlo es sin tratar de relajarse, ni cambiar nada, sin amortiguar las sensaciones, sin rechazarlas, ni controlarlas, permaneciendo con ellas sin reaccionar, perdiendo el miedo al miedo.
Para realizar este proceso de autodescubrimiento de las emociones, ayuda entender que por mucho que aumente una sensación, ésta tiene un límite de intensidad, tarde o temprano dejará de aumentar.
Y lo más importante, se puede sentir cualquier sensación sin sufrir, incluido el dolor físico. Aprendiendo, no permitiendo que los conocidos patrones del pensamiento nos aparten de la sensación, y experimentando como si fuera la primera vez, conscientemente y con curiosidad. No es deseable sentir dolor (y debemos poner remedio a la dolencia física si la hay), ni sufrimiento, ni se trata de volverse insensible, pero se puede aprender a no sufrir con él hasta que se solucione.
Pierdan el miedo a sentir, aprendan a investigar lo que sienten sin sufrir, y verán cómo su mente y su vida se transforman. Verán cómo cambia el mundo.