En última instancia, el origen de los conflictos sociales está en las relaciones que los individuos mantienen entre sí, es decir, en los conflictos personales.
Los conflictos personales condicionan la relación con los demás, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo... y no es posible mantener una sociedad sana ni relaciones verdaderamente satisfactorias sin resolver estos conflictos propios. Desde luego, el entorno influye, favoreciendo o perjudicando, en el bienestar físico y psicológico de las personas, si bien el cambio debe surgir de cada individuo. Cuantas más personas felices haya, más fácil será que otros también lo sean.
Intentar forzar a otros a que cambien contribuirá al malestar, propio y ajeno. Sin embargo, si uno se centra en resolver sus propios conflictos, no sólo se hará un bien a sí mismo, también a los demás.
Llegados a este punto, ¿a qué conflictos nos referimos? A todo aquello que, de un modo u otro, hace sentir mal: el miedo al futuro, a no tener lo necesario, la competitividad con los demás, la comparación, la ira, los celos, egocentrismo, tristeza, ansiedad, depresión, hábitos perjudiciales, miedo...
Cómo cambiar
Para comenzar esta tarea, primero debe uno darse cuenta y reconocer que tiene conflictos sin resolver. En ese sentido, el malestar o sufrimiento es el indicador de que algo en nuestra conciencia está pendiente de ser comprendido y resuelto.
Una vez hecho esto, hay que desechar las estrategias que no funcionan. Por ejemplo, resignarse al malestar, porque éste irá inevitablemente en aumento hasta que, tarde o temprano, resultará insoportable.
Tampoco funciona rebelarse, ni contra las situaciones en las que se produce el malestar ni buscando culpables. Si sólo se centran en las causas externas, su vida se convertirá en una lucha que les generará rencor e impotencia. Aclarar que no abogamos por no actuar ante situaciones injustas, sino por hacerlo con inteligencia, sin ira y sin miedo.
Otra actitud que no funciona es intentar obviar el malestar, no pensar en ello, tratar de olvidarlo. Otra actitud que tampoco da buenos resultados es convencerse, motivarse constantemente, maquillar la realidad o distorsionarla. En estos casos se inicia una búsqueda de seguridad y satisfacción constante, una huida de sí mismo imposible que se puede quebrar en cualquier momento. Suele producir estrés y ansiedad crecientes.
Visto y entendido que todo esto no funciona, ¿es posible entonces cambiar y acabar con el sufrimiento?
Si de antemano uno afirma que no, que no es posible, con los argumentos que sean, entonces cierra la puerta a la solución. Muchas veces hemos oído, con dolor, consejos como "la vida es así" o "hay que aprender a vivir con ello", invitaciones a resignarse incluso por parte de profesionales, que se han resignado ellos mismos. Pero si uno está dispuesto a no rendirse, entonces puede encontrar la solución. Que la hay.
Todo sufrimiento tiene solución
Acabar con el sufrimiento es un reto complejo, reto que hay que afrontar comprendiendo el origen de ese sufrimiento.
Habitualmente las personas acumulan los problemas, es decir, buscan una solución que deja el problema sin ser comprendido. Por ejemplo, una persona que se siente insegura e inmediatamente quiere que eso cambie. Si trata de sentirse segura sin entender el origen de su inseguridad... a la larga no funcionará. Los buenos propósitos y la fuerza de voluntad, por sí solos, nunca funcionan a largo plazo en el terreno psicológico, a lo sumo enmascaran el problema.
El verdadero cambio, la transformación de uno mismo es posible, pero hay que afrontarla en profundidad
Para reparar un coche, un buen mecánico explora el motor hasta que encuentra qué es lo que está mal. Cuando ha comprendido a fondo el problema, lo arregla sin dificultad. Uno debe hacer lo mismo, aprender a redescubrirse a sí mismo, explorando lo que siente (parte emocional), lo que piensa (parte cognitiva) y la acción (el comportamiento). Explorando estas tres grandes áreas pueden comprender a fondo las causas reales de lo que les hace sufrir, sin culparse ni culpar, y entonces lo pueden solucionar.
La felicidad es posible aprendiendo a resolver lo que hace sufrir. Solucionar los conflictos psicológicos es la única manera de que una sociedad esté equilibrada y se organice de tal modo que satisfaga a todos sus integrantes.