Las dificultades económicas, una pobre organización política, infraestructuras insuficientes, dificultades en el acceso a las nuevas tecnologías, a la educación o a la asistencia sanitaria... Hay muchos factores externos que pueden provocar sufrimiento en la vida de una persona. Y, además de hacer lo posible por mejorar estas circunstancias, mientras se consiguen los cambios, se puede aprender a no sufrir con la situación.
Otra fuente de sufrimiento son las circunstancias personales adversas: la pérdida de alguien querido, dificultades en las relaciones, conflictos en el trabajo, escasez económica... También en estos casos se puede aprender a no sufrir, para abordar estas situaciones con serenidad e inteligencia.
¿Qué es lo que se debe aprender?
Vamos a señalar algunas cuestiones básicas.
- El malestar o sufrimiento acontece en la parte interna de la persona, es decir, pensamientos, sensaciones y emociones. Las circunstancias externas, sociales, económicas y personales, pueden desencadenar el sufrimiento, pero el sufrimiento lo siente la persona dentro, está en la persona, no es algo externo.
- Enfocarse solamente en actuar sobre las circunstancias externas, tratando de cambiarlas, de evitarlas o de obviarlas como solución del problema interno, no es suficiente en la mayoría de las situaciones para resolver el sufrimiento. Lo cual no quiere decir que no actúen.
- Una persona no puede escapar eternamente de sus temores, porque además, cuanto más escapa de ellos más los fortalece. Con escapar nos referimos a evitar u ocultarse a uno mismo los temores psicológicos, es decir, convencerse mentalmente, evitar pensar en ello, hacer algo para distraerse, beber alcohol, etc. No estaría incluido en este apartado evitar los peligros físicos.
- Conformarse con el sufrimiento, asumirlo, rebelarse, negarlo, justificarlo, culpar a alguien, culparse uno mismo..., todo esto son formas infructuosas de resolver el malestar.
- El dolor físico y el sufrimiento son dos cosas diferentes. Si no se tiene miedo al dolor, no se sufre con él, se siente pero no aparece el sufrimiento psicológico.
- No se engañe pensando que sufre sólo por los demás. Principalmente se sufre por miedos, miedos propios, y debe aprender a identificarlos para poderlos resolver.
La causa fundamental del sufrimiento es temer la realidad que le hace sufrir, o bien asumirla como inevitable. La salida del sufrimiento es comprender la realidad y abordarla correctamente, con inteligencia.
Un ejemplo extremo aplicable a cualquier circunstancia
¿A qué nos referimos con comprender la realidad? Supongamos que alguien está sufriendo porque le han diagnosticado una enfermedad grave, enfermedad que puede incapacitarle o incluso llevarle a fallecer. ¿Qué hay que comprender en ese caso?
Además de lo evidente, es decir, que ha de poner todos los medios para tratar de recuperar la salud, se debe afrontar el sufrimiento psicológico. Que la persona sufra por su situación, aunque ésta sea muy difícil, no va a mejorar su salud, incluso puede empeorarla. ¿Cómo se aborda entonces el sufrimiento ante una situación así?
Se deben identificar bien las ideas de las que surge dicho sufrimiento, ideas que son falsas y muchas veces no se han formulado conscientemente. Ideas como "el dolor puede ser insoportable", "esto no acabará nunca", "depender de otros es terrible", "no es posible ser feliz estando discapacitado", "la muerte hace sufrir necesariamente", "lo desconocido es peligroso", "si soy débil soy despreciable"... A partir de esas ideas se puede ser conscientes de los temores: al menosprecio, al dolor, a sufrir, a morir, a lo desconocido...
Una vez definidos los temores de los que surge el sufrimiento, hay que aprender a enfrentarlos, tanto en su parte sentida, emociones y sensaciones, como en su parte pensada, el lado racional, es decir, conceptos o ideas y pensamientos. Hemos hablado de ello en otros artículos.
En muchas ocasiones es difícil entender, y asumir, que un hecho que hoy les asusta y les parece terrible, puedan llegar a afrontarlo con tranquilidad. Pero se puede.
El entendimiento, comprender bien las situaciones y darse cuenta de los errores, da la capacidad de dar una respuesta adecuada a cada circunstancia, una respuesta que protege del sufrimiento y que no perjudica a los demás. Siempre hay una respuesta sin consecuencias negativas, beneficiosa para uno mismo y para los demás.