El deleznable asesinato de los empleados de Charlie Hebdo hace dos dias es uno de ellos, y por haberse producido en el corazón de Europa será objeto de una cobertura mediática dilatada en el tiempo, seguida de una muy probable nueva acción militar en el norte de Siria e Irak con el objetivo de desmantelar el Estado Islámico, construido paradójicamente por los yihadistas extranjeros que viajaron a Turquía a recibir adiestramiento, logística y armamento para enfrentarse a los ejércitos sirio e iraquí, con el apoyo de varios dirigentes extranjeros.
Mientras el salvaje asesinato se perpetraba en París a manos de terroristas islamistas retornados del mal llamado Estado Islámico, cuyo calificativo más apropiado sería quizás el de terrorista, una nueva ola de frío azota estos días a Siria, Líbano y Turquía, que se prevé sea más dura que la tormenta polar Alexa, que sacudió la región en diciembre de 2013.
Desde que estallara el conflicto sirio, los pueblos sirio e iraquí han sido los principales damnificados, siendo a la vez los grandes olvidados por la comunidad internacional. Y es que, sin olvidar los más de 200.000 muertos contabilizados a día de hoy, el número de refugiados y desplazados internos sirios e iraquís sigue en aumento, y su situación empeorando. Este año, casi tres millones de refugiados sirios se enfrentan de nuevo a las bajas temperaturas y a la escasez de alimentos y medicinas, y obligados a resistir temperaturas gélidas, muriéndose de frío bajo la fina lona de las tiendas de campaña.
La situación de los desplazados internos y la gran mayoría de la población siria no es más halagüeña, tras años de un conflicto enquistado cuyo final ahora nadie es capaz de vislumbrar y que parece interesar a todas las partes involucradas en esta guerra mundial localizada, que es el ejemplo perfecto de la maquiavélica geopolítica de los intereses contrapuestos de varias potencias, una geo-estrategia de cariz principalmente económico que dicta indefectiblemente el curso de la historia humana.
Y mientras se aleja la posibilidad de una Paz y una Concordia que permitieran el desmantelamiento del Estado Islámico y el inicio de negociaciones de paz que pudiera incluso posibilitar una transición democrática en toda la región, las condiciones de vida de los refugiados empeora con el transcurso del tiempo, agravándose su situación en los meses de invierno.
Y es que al frío y a la escasez de alimentos y medicinas, se suma la falta de espacio vital, viviendo hacinados en espacios reducidos, como si de latas de sardinas se tratara, convirtiendo los campos de refugiados en auténticos campos de concentración. A ello se une la falta de educación de los más jóvenes, que es en sí misma la principal causa de desestabilización para el futuro de toda la región, dada la elevada probabilidad de que acaben radicalizándose.
Pero las desgracias de los refugiados no acaban aquí. Se han reportado también la comisión de toda clase de delitos en los campos de refugiados, entre ellos violaciones, agresiones, malos tratos y toda clase de abusos, siendo, como siempre en estos casos, mujeres y niños las principales víctimas, estando los huérfanos en una situación de grave vulnerabilidad.
Por otra parte, son más que conocidas las habituales extorsiones que sufren los recién llegados por parte de los guardias de seguridad, sobretodo en el Líbano, donde hacen de intermediarios entre los refugiados sirios y las oficinas de registro del ACNUR, cuyos funcionarios nativos tratan de enriquecerse a costa de las imperiosas necesidades de los que lo han dejado todo atrás. Muchas familias sirias son víctimas de estas prácticas inmorales debido a la urgencia por registrarse para conseguir el estatuto de refugiado y la consiguiente ayuda mientras están en el Líbano.
Todas estas circunstancias han sumido desánimo y la desesperación a la inmensa mayoría de la comunidad de refugiados sirios, que no solo perdieron sus casas, sus pertenencias y su libertad a consecuencia de los combates, sino también su dignidad al llegar al país que les acoge.
Esta grave crisis humanitaria no se soluciona con loables actos de buena voluntad de muchos países que han concedido asilo político a refugiados sirios, entre los que cabe destacar Alemania, Brasil y Uruguay.
Esta crisis humanitaria solo podría solucionarse si existiera una sincera voluntad política por parte de las élites internacionales, y por fin se convocara una Conferencia de Paz para la región que promoviera en primer lugar la desaparición del Estado Islámico, y no precisamente con bombardeos, lo que agravaría aún más la situación, sino con el estrangulamiento de las vías de financiación del mismo, especialmente por parte de Arabia Saudí y Qatar. Ello permitiría el retorno paulatino de las familias a sus hogares y el inicio de transiciones políticas que sin duda ofrecerían un horizonte mucho más esperanzador que el actual.
Esta remota posibilidad parece desvanecerse tras los atroces atentados de París, que con toda probabilidad provocarán una nueva intervención a medio plazo.
A veces uno parece estar soñando despierto, pero que sería la vida sin la ilusión de poder cambiar que a uno le parecen injustas…