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EIIL: ¿El monstruo de siempre con diferente máscara?

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EIIL: ¿El monstruo de siempre con diferente máscara?
Es la pregunta que debemos lanzar a la coalición de países que domina Oriente Medio desde hace décadas. Liderada por Estados Unidos, utiliza a Israel como base ideológica y a Turquía como base militar, mientras Francia y Reino Unido suministran inteligencia y logística, en su rol de antiguas potencias coloniales, corriendo la financiación a cargo de Arabia Saudí y Qatar principalmente.

Analizando todos los recientes conflictos donde está presente el elemento yihadista, llámese Al Qaeda, Boko Haram, ISIS, ISIL, Jubhat al Nusra, DAESH, etc., llegamos a la conclusión de que en todos ellos resalta el trasfondo geoestratégico o geoconómico, o geoenergético, si se permite el neologismo.

Se crean estados fallidos como paso previo al expolio de recursos. La creación del caos a través de yihadistas, que son mercenarios islamistas reclutados en todo el mundo por mercaderes de religión y pagados con petrodólares, da paso a un negocio muy lucrativo de venta de armas, logística, servicios de seguridad y defensa, y al suministro de todos aquellos productos y servicios relacionados con la "reconstrucción del país".

El caso paradigmático es el de Libia, donde los yihadistas (la mayoría de ellos extranjeros) que provocaron las masacres tras los bombardeos franceses eran "revolucionarios" antes de derrocar a Gaddafi, pasando a ser terroristas cuando fueron dirigidos a Mali semanas después con objeto de provocar la nueva intervención francesa. Se mataron dos pájaros de un tiro, se vendieron armas y se consiguió la adjudicación de la explotación de petróleo en un país y de uranio en el otro, sine die y a precio de saldo. ¿Quién financia, quién entrena, quién arma y quién marca los objetivos a estos salvajes grupos armados que asesinan en nombre de Dios?, ¿y por qué lo hace?


 
En realidad, todo se reduce a lo mismo: hipocresía de la política internacional. La ley del más fuerte se traduce en una estrategia de desestabilización masiva como paso previo a la dominación, al expolio de recursos y a la perpetuación de la hegemonía mundial, quedando los derechos humanos y la democracia en papel mojado.

Durante los tres últimos años, los medios y gobiernos occidentales aplaudían y animaban a los "rebeldes o revolucionarios demócratas" sirios, hasta que el conflicto se alargó el tiempo suficiente para que las manipuladas opiniones públicas occidentales empezaran a sospechar que se trataba de una nueva guerra sucia en toda regla, y de que estaban siendo de nuevo engañados por sus dirigentes.

En ese justo momento, antes de que el ciudadano medio que por falta de tiempo no puede contrastar información empiece a entender, se produce un cambio radical de táctica, con comunicaciones contradictorias que crean de forma deliberada tal confusión y desinformación, que anulan cualquier capacidad crítica y de análisis.

Volviendo al curso de los acontecimientos, y tras el fracaso cosechado en Siria, en junio se decide concentrar a las fuerzas yihadistas en el norte de Irak y, para sorpresa de casi todos, consiguen sembrar el caos y conquistar gran parte del país en pocos días, pasando en meses de ser considerados libertadores en Siria a terroristas en Irak…


 
Proyecto a corto plazo: Emirato fundamentalista de Irak y Siria.

Aparece entonces el Emir del autoproclamado Estado Islámico, Abu Bakr el Baghdadi, al que algunas fuentes acreditadas como RedVoltaire e Infowars consideran una fabricación del Mossad, alimentando el teatrillo con las recurrentes y consabidas amenazas a Estados Unidos y sus aliados, que ya pocos analistas consideran creíbles, interpretando el guion que hiciera famosos a Osama Bin Laden y Aiman Al Zawahiri.

Tras el discurso, las milicias radicales inician la persecución y el genocidio de las minorías cristianas y yazidíes, además de musulmanes chiitas y musulmanes sunitas no radicalizados, con la masacre de miles de personas en escasos días.

No se olvida Al Baghdadi de remarcar el objetivo final, siempre presente en el discurso extremista, y que es la extensión del califato a los tres continentes. Es lo que permite a la coalición de países injerencionistas ganar adeptos en Europa, África y Asia, cumpliéndose así otro objetivo geoestratégico de manera colateral; meter el miedo en el cuerpo a europeos, africanos y asiáticos, que de esta manera se muestran menos críticos con el intervencionismo de la coalición en la región.

 
 
Proyecto a medio plazo: gran califato fundamentalista.

Esta nueva situación se presta a diversas interpretaciones, y los últimos salvajes episodios de violencia extrema desconciertan a los analistas y expertos en la convulsa región, que intentan desgranar con el paso de las horas y la sucesión precipitada de sucesos lo que se cocina en las cavernas donde los servicios de inteligencia de los países implicados marcan la pauta de los acontecimientos.

El gran perdedor de toda esta macabra estrategia es el propio Islam y los propios musulmanes, que siempre habían convivido pacíficamente con sus hermanos judíos y cristianos hasta la firma de Sykes Pycot y la creación del Estado de Israel, y que se han convertido en auténticos rehenes de estos autoproclamados "guerreros de Alá".

Si las sagradas escrituras situaban el Paraíso Terrenal entre Siria e Irak, en la actualidad es el infierno el que parece haberse instalado en aquella maravillosa región.
 

 

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