Hace días que intento escribir pero mi mente está nublada y mi bolígrafo ha enmudecido de forma repentina desde que se produjera la salvaje masacre de Houla, ayer repetida en la aldea de Al Qbair, y cuyas circunstancias tardarán tiempo en esclarecerse de manera objetiva, y que no es más que el enésimo episodio de brutalidad en una tierra donde se considera que tiene su origen la civilización.
El dolor por la matanza diaria en Siria se hace insoportable cuando presencio la competición mediática permanente que se produce entre Gobierno y oposición, y que se acusan mutuamente de las masacres desde sus respectivas plataformas informativas, ignorando por completo el dolor de las familias y los amigos de los asesinados.
El espectáculo alcanza cuotas extraordinarias de obscenidad cuando ambas versiones se hacen extensivas a todo el planeta a través de los medios de las potencias que apoyan a cada uno de los bandos y en sus respectivas zonas de influencia. Hoy, más que nunca, el periodismo, al igual que la política, está sometido al capital.
Siria se está convirtiendo en un campo de batalla donde Occidente intenta evitar que viejas potencias como Rusia y potencias emergentes como China e Irán adquieran un papel más relevante en la esfera internacional. El mundo unipolar se resiste a dar paso a un mundo multipolar en que las relaciones internacionales sean más igualitarias.
Lo peligroso es que se está pasando de una guerra tibia a una nueva guerra fría global en suelo sirio, donde ObaMan y RasPutin, más que en un choque de civilizaciones, se han enzarzado en choque de geoestrategias.
Los imágenes diarias de destrucción, funerales, terroristas armados asistidos por Al Qaeda y autoproclamados rebeldes por la democracia, vehículos militares del Ejército sirio.... y las únicas víctimas: los civiles sirios, que han sido arrastrados a esta situación por unos y otros.
Muchos nos preguntamos donde está el Derecho Internacional y el papel de garante de la paz y la seguridad que debería cumplir la ONU. El “plan de paz” de Annan, que yo calificaría de plan de guerra, no ha hecho más que precipitar los acontecimientos hacia una situación irreversible de caos, anarquía, resentimiento y frustración entre la población siria, cuyos ciudadanos, después de milenios de convivencia, pueden llegar a considerar a sus propios vecinos y compatriotas el peor de sus enemigos. La herida causada en el último año y medio va a tardar tanto en cicatrizar que se necesitarán décadas para que el diálogo nacional pueda llevar a la reconciliación del pueblo sirio.
El primer paso para la desintegración de Oriente Próximo ya está dado y los grandes perdedores van a ser sus gentes, porque ya es evidente que el siguiente paso será la extensión del conflicto entre sunismo y chiismo a toda la región, como muestran a diario los acontecimientos en el Líbano, Irak y otros países de la zona.
Ayer mismo, el Rey Juan Carlos de España junto al ministro de Defensa, firmaron un contrato para proveer 1.400 tanques Leopharda la familia Al Saud, lo que prueba la militarización acelerada de Arabia Saudí.
Mientras tanto, es preocupante que Siria haya sido el tema principal a tratar en la última reunión del Club Bildeberg, junto a la crisis financiera occidental, como si ambos asuntos estuvieran sospechosamente unidos.
Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.
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