La recolonización de África comenzó con la muerte de Gaddafi (Parte 2)

Nagham Salman experta en Oriente Próximo

La explotación de África se inició hace siglos por los negreros árabo-musulmanes, y se intensificó un siglo después de la llegada de los europeos a América, cuando el esclavismo fue la base de la explotación agrícola de las colonias del 'nuevo continente' americano.
 
En el siglo XVIII se pasó de la esclavización costera a la exploración y la posterior conquista progresiva del continente africano por parte de las potencias europeas, que acabarían repartiéndose el continente con el Tratado de Berlín de 1877.

La descolonización se inició tras la Primera Guerra Mundial y se consolidó tras la segunda. Pero las potencias coloniales, en especial Gran Bretaña y Francia, siguieron controlando económicamente el continente a través de gobiernos títeres y corruptos.

A finales de los años noventa aparece China como nuevo actor inesperado en la región africana y se inicia una guerra geoeconómica basada en la competición por los recursos y los mercados africanos.

Hasta entonces África había sido el gran suministrador de productos minerales consumidos por la industria del 'primer mundo', en especial hidrocarburos, pero también oro, diamantes, platino, uranio, hierro, cobre, coltán, sulfatos y zinc.

Mientras tanto, el que durante mucho tiempo fue denominado 'tercer mundo' era escenario de cruentas guerras en las que participaban niños soldado, además de hambrunas y desplazamientos masivos de poblaciones que fueron siempre olvidadas por los medios de comunicación. Sus países solían estar gobernados por élites serviles y fuertemente protegidas que esclavizaban a sus pueblos mientras ellas vivían en la opulencia.

La presencia china ha ido 'in crescendo' desde inicios del año 2000, cuando la guerra de Irak y las sanciones a Irán le privarían de gran parte del suministro de crudo necesario para su industria, puesto que la 'fábrica del mundo' necesita recursos naturales y nuevos mercados donde poder exportar sus productos y servicios 'low cost'.

La 'colonización blanda' de China se basa en obtener materia prima a cambio de préstamos a un bajo tipo de interés para la construcción de infraestructuras bajo la dirección de ingenieros chinos.
 


En el año 2000 se celebró el Foro de Cooperación China-África (FOCAC) en Beijing, que significó la formalización en la esfera internacional de las pretensiones chinas en África. El resultado fue la firma de contratos millonarios e inversiones para el desarrollo en varios países africanos.

Desde aquella fecha, los préstamos otorgados por China han concedido un capital mayor a un tipo de interés menor que los otorgados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos y la Unión Europea. Por otra parte, se han puesto ya las bases para la creación de un Banco de Desarrollo para África sufragado con capital chino.

A día de hoy, cientos de empresas chinas gestionadas por una diáspora de más de un millón de ciudadanos chinos están establecidas en diferentes países africanos.



China , de forma paralela a su progresiva implantación comercial y financiera en África, ha ido también implantándose culturalmente a través de sus Institutos Confucio, como vía a extender el conocimiento de la lengua y la cultura chinas con el objetivo de reforzar el entendimiento mutuo de cara a un futuro de intercambio. En este sentido, el gran gigante asiático adopta la misma estrategia de diplomacia cultural que vienen poniendo en práctica desde hace varios años Reino Unido y Francia, con las instituciones del British Council y el Institut Français, respectivamente. También España ha explotado esta estrategia con su red de Institutos Cervantes esparcidos por todo el mundo.

  

La entrada de China en una zona de influencia exclusivamente occidental tuvo repercusiones geoestratégicas desde un primer momento. La creación de AFRICOM fue la reacción natural del Pentágono y la Unión Europea, conscientes de que la hegemonía económica internacional depende de los recursos africanos en gran medida.
 
La partición de Sudán y la ocupación de Libia, ambas con fines energéticos manifiestos, ha sido seguida de la operación liderada por Francia en Mali, cuyo uranio alimenta a muchas de las más de cuarenta centrales nucleares del país galo.

Nagham Salman es jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.