Islamismo radical como arma de desestabilización masiva (Parte 2)

Nagham Salman experta en Oriente Próximo

Palabras como 'venta masiva de armas a grupos opositores', 'financiación de conflictos', 'injerencia externa', 'intervención exterior', se maquillan eufemísticamente por los grandes medios de masas internacionales. Posteriormente se nos presentan como “guerras humanitarias”, “guerras contra el terror”, “responsabilidad de proteger”  y “ayuda a los oprimidos”, a consecuencia de las cuales se producen “víctimas colaterales”.

Por lo que respecta a la cobertura mediática de dichos conflictos, la información es cocinada y servida en la mesa por los mismos 'lobbies' que ostentan poder global, en los que confluyen los poderes político, económico, militar y mediático. En la cúspide de la pirámide se encuentran los grandes magnates de las finanzas internacionales y algunos integrantes del Club Bildeberg, que ejerce de manera oficiosa de proto-gobierno mundial. Muchos de los integrantes de este selecto club son grandes referentes del sionismo internacional, a la vez que grandes enemigos del islam moderado.

Islamismo radical, salafismo, takfirismo y Al Qaeda son movimientos relativamente recientes que se inspiran en el wahabismo, que es el pilar ideológico-religioso de la monarquía fundamentalista saudí. Caracterizados todos ellos por su radicalismo y fanatismo religioso, son carne de cañón de la CIA en particular y la OTAN en general. La excusa perfecta para desestabilizar países y posteriormente invadirlos.

Estas ideologías se difuminan en cientos de grupos y grupúsculos sin dirección centralizada, que son financiados especialmente con petrodólares qataríes y saudíes cuando se inician las campañas de desestabilización y durante el transcurso de los conflictos subsiguientes. Muchos de estos grupos siguen sufragándose con el tráfico de armas, drogas y personas en épocas de calma relativa.

Los grupos extremistas pueden crearse en cualquier país donde haya población musulmana, desde Indonesia, Filipinas y China, hasta Indochina, incluyendo el sur de Rusia, Cáucaso y Balcanes, pasando por África e incluso llegando Europa Central y Occidental. Solo es necesario enviar imanes radicales, generalmente instruidos en Arabia Saudí, que utilizan un discurso basado en el odio y la intolerancia. Un discurso que seduce a los jóvenes provenientes de las clases más pobres de la sociedad, que podrán ser posteriormente inducidos a desestabilizar sus propios países o viajar allí donde se los reclame en condición de yihadistas, previo pago de importantes sumas de dinero y bajo promesa de paraíso eterno.

Existen en muchos países células durmientes que pueden ser activadas en cualquier momento, y muchos de sus integrantes pueden ser movilizados allá donde sean reclamados para la 'Guerra Santa', como ha ocurrido recientemente en Libia, Siria y Mali.


 
Paralelamente a los conceptos más arriba referidos, muchos analistas han venido utilizando recientemente el término sion-yihadismo, que hace referencia a la idea de que mientras más radicalizado esté el mundo árabe y musulmán (guerra regional chiismo y sunismo) en general y Palestina en particular, más simpatías y legitimidad religiosa gana el Estado de Israel, carente de legitimidad histórica y política por haber sido creado artificialmente hace escasamente sesenta años con la expulsión de una población nativa de sus tierras.

De esta manera, el Estado de Israel se beneficia del radicalismo islamista, en el sentido de que mientras el mundo está pendiente de “unos salvajes islamistas” y de una posible guerra provocada entre musulmanes sunitas y chiitas, la “única democracia de Oriente Próximo” puede seguir ocupando impunemente más territorios palestinos y sometiendo a una 'apartheid' intolerable a la población palestina de la Franja de Gaza.

Algunas teorías coinciden en que una gran guerra entre chiitas y sunitas destrozaría toda la región de Oriente Próximo y allanaría el camino a la consolidación histórica y geográfica de Israel.

En otro sentido, los radicalismos islamistas pueden considerarse el mayor enemigo del islam e incluso de la causa palestina, a la vez que la causa principal del fortalecimiento de una islamofobia internacional en perjuicio de la gran mayoría de musulmanes moderados. De lo que no hay duda es que esta etapa pasará a la historia como el periodo histórico más oscuro del mundo árabe y musulmán, como fuera para los cristianos el periodo de las guerras de religión y la Santa Inquisición en Europa.

Nagham Salman es analista política especialista en asuntos de Oriente Próximo y comentarista de TV.