Nadie negaría que Donald Trump ha sido un fenómeno político. Tampoco que las circunstancias que le tocó enfrentar están interpelando al pueblo estadounidense sobre la viabilidad de un populismo a su estilo. El 3 de noviembre deberíamos saber si su fórmula política, que articula públicos diversos, podrá hacer frente de manera exitosa a la gran ola que se ha levantado estos meses en contra del presidente.
Entonces, esta elección se parece más a un referendo sobre Trump que a una elección particular.
En este contexto, su contagio es un acontecimiento que rápidamente ha producido interpretaciones contrapuestas y de seguro las seguirá generando, según el desenlace que pueda devenir.
Si definitivamente el coronavirus hiciera estragos en su salud y tuviera algún tipo de gravedad, escenario que es probable debido a que cumple con las condiciones de riesgo como la edad (74 años) y el sobrepeso (110 kilos), la situación generaría un hecho inédito no por ser presidente, ya que ha habido varias sucesiones por enfermedad y muerte en la historia de ese país, sino por ser candidato y estar afectado por un virus de riesgo, a menos de un mes de la elección.
Hasta ahora nunca ha pasado que un candidato a presidente oficializado por su partido tenga que ser sustituido, lo que abre un panorama difícil de predeterminar.
Desde comienzos de septiembre, el proceso electoral ya ha comenzado en los territorios. Cada estado (el sistema electoral es descentralizado) viene imprimiendo y distribuyendo las papeletas con los nombres de los candidatos. Entonces no habría manera de hacer unas elecciones en la fecha prevista sin que Trump aparezca en las boletas.
Si bien sería lógico que el vicepresidente Mike Pence quedara de candidato presidencial en este hipotético escenario, debe pasar primero por el respaldo de los 168 miembros del Comité Nacional Republicano (delegados del partido), y nombrar un candidato a vicepresidente. La cuestión podría enredarse debido al diseño del sistema electoral, en el que cada estado tendría que decidir cómo resolver la situación, tanto con las boletas como con el voto.
Por otra parte, rápidamente han salido lecturas que dudan de la enfermedad de Trump. El documentalista Michael Moore, por ejemplo, comentó en su página de Facebook: "Hay una verdad absoluta sobre Trump: es un mentiroso constante, absoluto, implacable, intrépido y profesional. Un mentiroso en serie. Un mentiroso comprobado (…) puede que lo tenga [el coronavirus]. Pero también es posible que esté mintiendo (…) Es un genio malvado y planteo la posibilidad de que mienta sobre tener covid-19 para prepararnos y contrarrestar su juego".
Ahora, ¿por qué podría estar mintiendo después de haber desestimado la importancia del covid-19? A todas luces no le interesa esta situación, pero es verdad que le podría sacar provecho.
Entre las primeras declaraciones, mientras le daban de alta el lunes de esta semana, Trump dijo: "No tengas miedo del virus", como quien ha comprobado en carne propia sus tesis de desprestigiar la efectividad mortal del virus. Sin embargo, aun falta esperar la evolución de la enfermedad.
Las imágenes suyas bajando del helicóptero en el techo de la Casa Blanca y luego subiendo escaleras para ingresar en ella, si bien no garantizan que ha salido del riesgo, al menos ponen un freno en el desarrollo de los rumores. Otros vídeos virales muestran animaciones de Trump venciendo al covid-19.
Entonces, Trump ya sabe lo que es el coronavirus y seguramente dará 'cátedra' de su supervivencia. Después de haber sido llamado irresponsable por sus críticos en lo relativo a la gestión de la pandemia, su contagio termina por igualarlo a cualquier otro mortal infectado, a escasas semanas del evento electoral.
Ahora, el candidato republicano no es un líder que desconoce los problemas de la gente, sino uno que está inmerso en la realidad de la pandemia como cualquier ciudadano. Esto es importante a tomar en cuenta, especialmente si con ello puede contrarrestar los señalamientos que le hacen sus detractores de haber sido inconsciente en aplicar medidas para confrontar el virus, e impedir que EE.UU se convirtiera en el principal epicentro del coronavirus del mundo.
Ante las dudas que genera el contagio de Trump, Michael Moore afirma: "Él sabe que estar enfermo le hace ganar simpatías. Y que nada le impide utilizarlas como un arma. Ha estado mintiendo sobre lo pronto que estará lista una vacuna. Qué mejor manera de recalcar esa mentira que dirigiendo una saga en las últimas semanas antes de las elecciones que culminan con el lanzamiento de esta 'vacuna'".
No obstante, parece que para los más radicales antitrumpistas, el contagio del mandatario queda en el plano de la 'justicia divina', después de que el republicano desconociera e ignorara los efectos de una pandemia, que ya ha costado más de 200.000 muertes en EE.UU. En esa línea, el actor Mark Ruffalo lo señaló de ser un "supercontagiador". "Quiero vivir en un EE.UU. donde nuestro presidente sea responsable y se preocupe lo suficiente por otras personas para ayudar a detener la propagación del covid-19".
La campaña de Biden, en la que participa el citado actor, aprovecha la situación para recordar al Trump que llegó a decir que el virus desaparecería cuando llegara el calor y que sugirió inyectarse desinfectante. De hecho, el exvicepresidente de Obama tuvo su mejor momento en el debate cuando reclamó al presidente republicano su gestión ante el coronavirus.
Conociendo al personaje en cuestión, es factible que logre un regreso triunfal que refuerce su interpretación del covid-19, al que presenta como un virus que puede ser sobrellevado sin la necesidad de parar la economía. Y como él, muchísimos sectores que piensan de esa manera podrían salir definitivamente de las dudas a partir de la recuperación de Trump.
Así, un candidato que las últimas semanas de la campaña sale airoso de sus peligrosas circunstancias, puede ser el detonante final para arrollar a un Biden lento, débil y senil, como sugiere en la campaña. La contraposición a esa imagen del demócrata es el perfil de un mandatario fuerte, que se enfrenta al virus y le gana sobradamente.
"¡Me siento mejor que hace veinte años!", ha dicho Trump a los pocos días de conocerse su contagio y después de haber sido objeto de un tratamiento para pacientes con estado avanzado de la enfermedad.
Ese es el Trump que espera el trumpismo, pero no sabemos si será el que aparezca los próximos días. Aún está por verse cómo evoluciona.
Lo que (aún) se espera de la campaña
La campaña electoral no ha terminado. Y con las noticias sobre la salud de Trump, entre las que cuentan la falta de oxígeno, fiebre, entre otros síntomas del coronavirus, mucho menos.
Horas después de que se conociera su ingreso en el Centro Médico Militar Walter Reed, Trump salió a saludar a grupos de seguidores en las inmediaciones del centro médico. Lo hizo manejando un vehículo. Así que ha preferido cortar de raíz cualquier rumor y se ha dejado ver. No es cierto que quiera crear sospechas sobre su salud. Su política se basa en generar signos de control de la situación y de poca afectación por el virus.
El entusiasta Trump que siguió haciendo concentraciones públicas -en un claro desafío a las medidas preventivas y a las recomendaciones sanitarias de los responsables de su propio gobierno-, ahora tendrá que cambiar su estrategia para finales de campaña.
Permanecer en las pantallas, alejado de las calles, es contrario a lo que tenía previsto. Lo más importante es el cierre de campaña en los estados clave que seguramente definirán al próximo presidente. Esto ya no podrá ocurrir de la manera planificada, por lo que Trump necesitará rehacer su estrategia en momentos en que miembros de su equipo, desde senadores y asesores de su entorno hasta el propio director de su campaña, Bill Stefien, han contraído el virus.
Por su parte, Biden podría sentirse más cómodo con la nueva situación. No solo porque su prueba dio negativo, sino porque ya venía adelantando su campaña en función de las nuevas condiciones que obliga la política de cuarentena y distanciamiento físico.
Biden utiliza de manera constante su tapaboca, lo que había sido objeto de burlas por parte de su adversario, y diseñó una campaña lejos de las calles para contrarrestar la visión de Trump y poder criticarlo por su laxa posición sobre la cuarentena, a pesar de los estragos vistos.
De la misma forma, los debates públicos están en veremos. La inédita situación no da para pensar que los contendores vuelvan a encontrarse en físico. Y nadie ha señalado aún que puedan realizarse de manera virtual. Es probable que esto favorezca a Biden, que es más débil en el tema mediático y puede ser arrollado por el fenómeno Trump, acostumbrado a los shows televisivos y que además necesita la diatriba para intentar emparejar al demócrata, que va adelante en las encuestas.
Los debates deberían efectuarse el 15 y 22 de octubre, y
los próximos días los votantes estarán a la espera de la evolución de la enfermedad del presidente.
Nosotros, por lo pronto, estaremos pendientes de las mutaciones que puedan ocurrir en la campaña y el impacto de esos acontecimientos en el resultado final.