La segunda vuelta presidencial en Ecuador: el gran desafío del correísmo y la lección del movimiento indígena
Tres días después de las elecciones de Ecuador no tenemos el resultado definitivo de los comicios, aunque ya se estableció una cosa: habrá segunda vuelta. Y con el empate técnico en el segundo lugar, es posible esbozar algunas conclusiones preliminares.
Lo más importante de la jornada es la concreción de la "vuelta del correísmo", pero sin la fuerza suficiente como para ganar en primera vuelta y con un balotaje más comprometido que en situaciones anteriores. E incluso por debajo, en votos, de lo que decían las encuestadoras del establecimiento.
Independientemente de quien sea el otro en la carrera por la presidencia, el correísmo ya tiene un desafío.
Hay que recordar que en la primera vuelta de 2017, cuando el correísmo iba unido en torno al actual presidente Lenín Moreno, el entonces candidato de la derecha (y quien repite como aspirante en estos comicios) Guillermo Lasso, sacó el 28% de los votos, y en el balotaje llegó a 48%, rozando por 2,5 % la candidatura del correísmo.
Así que, por eso, los 12 puntos separan a Arauz del resto de los candidatos en la primera vuelta no le permiten cantar victoria.
Ya hay elementos suficientes para esbozar unas primeras conclusiones de lo que ha sucedido y lo que pueda suceder, independientemente del candidato.
La vuelta del correísmo
Después de romper con Moreno, el correísmo ha tenido que pasar por persecución, amenazas, exilio, robo de su partido y una campaña feroz de descrédito.
Sin embargo, el correísmo como movimiento se ha mantenido como la primera fuerza política del país, con 32 % en la primera vuelta de este 2021.
Esto dice mucho de las erráticas tácticas que utiliza la derecha en toda la región, por no decir en el mundo, que intenta conquistar el poder no por sus propias cualidades sino por la criminalización del adversario. Ni la infamia mediática ni la persecución judicial han podido con la voluntad popular: son herramientas extrapolíticas que han terminado de ser revertidas muy rápidamente.
Hoy el poder económico, representado por Guillermo Lasso, está a punto de quedar fuera de la segunda vuelta electoral, pudiendo ser desplazado por una fuerza radical como Pachakutik. Ambos han sacado en torno a 19 %, separados por pocos votos.
El resultado en las presidenciales en Ecuador viene a reforzar la tendencia en la región del triunfo electoral de fórmulas progresistas, una vez han perdido el poder de diferentes maneras, en lo que puede verse como la concreción de un segundo ciclo con nuevas características y liderazgos.
El correísmo supo enfrentar la coyuntura y sobrevivir, utilizando tácticas flexibles y mucha paciencia, a pesar también de la importante escisión que produjo el presidente Moreno.
¿El movimiento indígena al poder?
La gran sorpresa ha sido el resultado de Yaku Pérez, el candidato del histórico movimiento Pachakutik. Su irrupción en estos comicios desestabiliza cualquier análisis prediseñado.
Ecuador ha girado fuertemente hacia la izquierda, dejando rezagada la candidatura de la derecha y amplificando una nueva tendencia radical, como la de Pachakutik, que de concretarse su paso al balotaje, podría disputarle el poder al correísmo.
Este resultado también hace ver que el correísmo ha perdido cierta fuerza hegemónica, especialmente en lo relacionado al crecimiento de la fuerza indígena Pachakutik, que se ha expandido del 6 % en 2017 a más de 19 % en 2021.
Hay que recordar que el correísmo sacó 39 % de los votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2017, así que se nota un decrecimiento de su 'voto fuerte' en 6%, mientras el partido indígena crece casi un 14 %.
Esto representa un dolor de cabeza para el correísmo, tanto de cara a la segunda vuelta como para las futuras situaciones políticas del país.
Con este crecimiento, Pachakutik entenderá que posee un crecimiento aluvional y puede llegar a tomar el poder, desplazando al correísmo de una importante cantidad de electores en segunda vuelta y en venideras elecciones.
Al correísmo le quedara la opción, que ya comienza a verse, de acusar al candidato indígena de neoliberal encubierto y, con ello, obedecer a la misma lógica, que ya se nota impotente, de la eterna "venezolanización" con que opera la derecha para intentar frenar cualquier opción progresista.
Pero independientemente de las formas que adopten sus aparatos ideológicos, si el correísmo no entiende el por qué cedió tanto terreno electoral ante el sector indígena, uno de los más críticos y movilizados de América Latina, entonces no comprenderá el nuevo mapa político ecuatoriano y se le dificultará así retomar el diálogo con sus bases y con la estratégica región de la sierra, donde Yaku Perez se ha impuesto.
Si Yaku Pérez termina conquistando el segundo lugar, el electorado de derecha tiene que pensarlo mucho mejor ahora, ya que en el balotaje debe escoger entre un movimiento progresista, que es hasta ahora su principal adversario, y otro más radical, el movimiento indígena, que es, por así decirlo, su enemigo histórico.
El resultado también sorpresivo de Xavier Herbas, del partido socialdemócrata Izquierda Democrática, quien logró el 16 %, demuestra que hay una suerte de despolarización de la política entre el correísmo y el anticorreísmo, aunque este clivaje será clave para una segunda vuelta.
¿Cómo se produce esta radicalización del electorado ecuatoriano?
La razón principal puede relacionarse con el levantamiento popular de octubre de 2019, en el que el presidente Moreno tuvo que desalojar su despacho y la capital durante varios días.
El comportamiento del liderazgo opositor durante el acontecimiento fue claramente diferenciado, a pesar de estar ambos en contra de Moreno. El expresidente Rafael Correa enunció, desde el exilio, discursos más insurreccionales contra Moreno, mientras que Yaku Pérez y el movimiento indígena, desde las calles, exigieron el cese de las medidas económicas, lo que terminaron logrando de manera exitosa. Quizá por ello se deba este aumento importante del caudal de votos para la fórmula de Pachakutik: supieron administrar la protesta y la victoria popular, y prepararse para el escenario electoral.
Entonces, el problema de Andrés Arauz para la segunda vuelta es ganar votos en sectores que se han declarado contrarios al correísmo, o bien porque se han acercado a Herbas, quien dirigió su campaña hacia los jóvenes urbanos, o porque, aunque antes han votado por el correísmo, esta vez prefirieron a Yaku Pérez.
Arauz deberá, independientemente de quien sea su contrincante, abrir el correísmo a nuevos votantes y demostrar que no es una fórmula en proceso de envejecimiento, sino que tiene poder de convocatoria para seguir siendo una fuerza hegemónica.
Es posible que para la campaña que está por comenzar el correísmo deba abandonar sus zonas de confort y usar un discurso menos restauracionista y más bien más heterodoxo. Dependiendo, claro, de quien sea su contendor.
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