Los resultados de las pasadas elecciones para los consejos constitucionales en Chile, del 7 de mayo, confirmaron las tendencias mostradas en el plebiscito de 2022. Sin embargo, la ventaja de la derecha radical asombra y hace preguntarnos sobre el futuro de la política, no solo en la nación sudamericana, sino en América Latina.
El acelerado giro del péndulo político atropelló a una izquierda que mostraba dominación superlativa en las urnas y en las calles, en 2019 y 2020: ¿qué la hizo caer tan rápido?
En septiembre de 2022, la opción de 'Rechazo' a la Constitución redactada durante la Convención Constituyente obtuvo 61,8 % de la votación. En la presente ocasión, los partidos que apoyaron en su momento el 'Rechazo', sumaron un porcentaje similar (61,9 %). El partido Republicano reunió el 35,4 % de los votos; Chile Seguro, el 21 %; y el Partido de la Gente, el 5,5 %.
La contundencia del triunfo de las derechas no esconde una merma de votos para este sector, que pasa de 7.891.415 votos en 2022, a poco más de seis millones de votos este 2023: ¿Un nuevo giro pendular en marcha?
Está reducción, aunque considerable, tampoco debe desconcentrarnos del mandato popular: en 2022, el amplio electorado prefirió oponerse a la propuesta constitucional redactada por la izquierda y los moderados. Ahora, en cambio, prefiere que la nueva Carta Magna sea redactada por los adeptos del dictador Augusto Pinochet.
Más allá del desenlace esperado, tanto por las encuestas como por el saldo del plebiscito de 2022, hubo dos grandes sorpresas: la primera, la elevada votación del populismo de derecha del Partido Republicano sobre la derecha liberal, para consolidarse ampliamente como el más votado, posicionándose como la "casa grande" de la derecha chilena y recibiendo el apoyo del voto conservador, pero también de los disidentes de la derecha tradicional.
La segunda sorpresa está representada por el elevado voto nulo y el voto en blanco que, sumados, consiguen 26 % de las preferencias, ubicándose en el tercer lugar de los respaldos, a escasos 100.000 votos de la alianza del presidente Gabriel Boric y la izquierda. Este sector quintuplicó sus votos en relación a 2022. ¿Hacia donde va entonces el péndulo?
El incremento en la votación de los votos nulos y votos blancos explica el decrecimiento tanto del voto de la derecha, que aunque descendió en casi dos millones de votos, mantiene un techo muy alto, como el de la izquierda, cuyos componentes terminan debilitados por igual.
A partir del plebiscito de 2022, las grandes masas abstencionistas (casi la mitad del electorado) han sido obligadas a votar y ello ha favorecido el voto radical, sea para la derecha antiliberal e incorrecta como la de José Antonio Kast (líder del Partido Republicano), o para el asombroso incremento del voto nulo: el porqué las mayorías decisivas han preferido a la derecha radical o al voto nulo es la respuesta que se debe construir para entender los nuevos fenómenos de la política chilena.
Ante este panorama, podría generarse la hipótesis que el significativo apoyo al Partido Republicano, como al voto nulo, no es solo un voto hacia la derecha o el conservadurismo, sino hacia al inconformismo institucional y electoral.
Otra consecuencia de la sacudida de los radicales e inconformes puede apreciarse en la disminución del voto de los partidos tradicionales que son los grandes derrotados, tanto a la derecha (Chile Seguro, con el 21 %), como a la izquierda (Todo por Chile, con el 8,9 %).
Ante este panorama, podría generarse la hipótesis que el significativo apoyo al Partido Republicano, como al voto nulo, no es solo un voto hacia la derecha o el conservadurismo, sino hacia al inconformismo institucional y electoral.
José Antonio Kast es un líder populista, un incorrecto que justamente rompe contra el protocolo atemperado de la esfera política chilena dominada tantos años por la concertación y el centrismo.
Este sector voto nulo/blanco en ascenso comienza a ser el único tornillo flojo en la política chilena. Es el único terreno que le queda a la izquierda para construir trincheras que le permitan parar la avalancha política que se le viene para las presidenciales de 2025. El voto de la izquierda y el centrismo moderado ya no parecen ser suficientes para ello: necesita tomar oxígeno en nuevos sujetos políticos que han rechazado el debate de la izquierda, tanto la tradicional como la emergente.
Recordemos que Kast no es la derecha tradicional, bastante conservadora por demás, pero establecida desde el liberalismo político. El excandidato presidencial es un líder populista, un incorrecto que justamente rompe contra el protocolo atemperado de la esfera política chilena dominada tantos años por la concertación y el centrismo. Su discurso ha atraído a las mayorías y se perfila el favorito para las próximas elecciones.
Izquierda perpleja ante el resultado
Después de conocido el resultado del domingo, la izquierda latinoamericana, perpleja, trata de comprender por qué las derechas, sobre todo la radical, arrasaron en la elección de los consejeros que se van a encargar de redactar una nueva constitución.
No es para menos.
Aún está muy reciente el recuerdo, no solo de la efusividad del estallido social chileno, sino también el resultado electoral de 2020 que permitió a los sectores de izquierda, articulados en el 'Apruebo' (apoyo para redactar una nueva Constitución) sacar 57 puntos de ventaja a la derecha vinculada al 'Rechazo'.
El balde de agua fría, que cerraba las alamedas, ya había ocurrido en 2022, cuando el 'Rechazo' a la nueva Constitución redactada sacó 23 puntos de ventaja sobre el 'Apruebo'.
Las izquierdas, todas, lucen rezagadas. Ni la unión perfecta permitiría disputar una elección de manera favorable, al menos bajo las actuales circunstancias.
Las lecturas sobre la derrota seguramente se dispararán, así como las acusaciones en todas direcciones. Lo que no puede ocultar la izquierda, no solo es que todos sus sectores, desde los más centristas hasta los más radicales, disminuyeron su votación, sino también que las mayorías parecen no simpatizar con los agónicos debates ideológicos al interior de la izquierda, mucho menos si la realidad es vibrante y se esperan soluciones.
Las izquierdas, todas, lucen rezagadas. Ni la unión perfecta permitiría disputar una elección de manera favorable, al menos bajo las actuales circunstancias.
¿Un voto coyuntural?
El debate sobre el tema de la inseguridad ha copado la escena y las preocupaciones políticas. Al punto que Boric ha tenido que hacer mención al asunto varias veces en el discurso posterior al resultado electoral, casi siempre en posición defensiva.
Con el tema de la delincuencia, el relato de Kast no ha tenido contrincante para convencer a las mayorías. En paralelo, la merma de votos para la izquierda da cuenta de la incapacidad del gobierno para producir una narrativa convincente al respecto. Las coyunturas, como en el caso de la seguridad, que se volvió un acontecimiento inenarrable para la izquierda, suelen determinar los resultados electorales, incluso si se trata de temas tan históricos como la redacción de una Constitución.
La izquierda en el gobierno se muestra impotente para generar un relato que coadyuve al colectivo nacional a comprender el fenómeno de la inseguridad.
El problema, entonces, no es el problema en sí, sino que la izquierda en el gobierno se muestra impotente para generar un relato que coadyuve al colectivo nacional a comprender el fenómeno y parece evidente que no haberlo hecho —sobre todo dada la responsabilidad de la derecha en la situación de los migrantes venezolanos— le ha costado caro, muy caro.
La intención de despolitizar el tema por parte del gobierno ha generado impotencia para lubricar respuestas. Y parece ser que Boric no va a cambiar la tónica centrista y despolarizadora.
La respuesta de Boric
En su alocución del domingo, Boric aseguró: "cuando el péndulo de la historia se mueve en tiempos cortos de un extremo a otro, incesantemente, siempre son las personas más vulnerables las que sufren el efecto del enfrentamiento entre las élites. El liderazgo, tengo la convicción, se juega en detener este movimiento pendular".
Boric no lee un auge perdurable de la derecha radical sino un movimiento contingente. Determina una estrategia de esperar que el giro pendular se devuelva y pase nuevamente por el centro liberal que trata de construir.
La derecha extrema
'Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí', es el famoso cuento breve del escritor Augusto Monterroso. El dinosaurio de la extrema derecha no ha tenido que disfrazarse sino que ha sido exitoso reivindicándose como tal. El hecho es que sigue estando allí.
Y es que lo que está cambiando son las preferencias, gustos y tendencias de los votantes. Una cuestión que no solo se circunscribe a Chile.
La derecha, radical y populista, pulula por la mentalidad latinoamericana.
Vale recordar que el expresidente brasileño Jair Bolsonaro estuvo a punto de ganar con su discurso extremista; que en Colombia, el conservador Rodolfo Hernández casi sorprende en las presidenciales; que María Corina Machado se viene abriendo campo en la oposición venezolana y está habilitada para competir en las presidenciales del 2024. Que en Argentina, una derecha dura también tratará de hacerse con el gobierno este año.
La derecha, radical y populista, pulula por la mentalidad latinoamericana.
Así, no puede dictaminarse que éste es un fenómeno estrictamente chileno.
El péndulo seguirá girando y la izquierda tendrá que acostumbrarse a que no hay pueblo de izquierda ni de derecha, sino electores preocupados por sus problemas.
Los discursos vacíos, ideológicos y abstractos ya no convocan. Los pueblos quieren ofertas reales y han demostrado no tener empacho en cambiar diametralmente su voto ideológico en búsqueda de respuestas concretas y reales.
Las barbas de la izquierda chilena se chamuscan, sus vecinos tendrán que hacer algo diferente a lo que vienen haciendo.