El correísmo, entre las luces del favoritismo y la (complicada) sombra por vencer
Apenas el presidente Guillermo Lasso hizo uso de la herramienta constitucional de la 'muerte cruzada', y el Consejo Nacional Electoral de Ecuador dictaminó el cronograma comicial, se impuso la idea de las altas posibilidades que tendría el correísmo para volver a detentar el gobierno y también la mayoría legislativa.
El correísmo es un movimiento político que surgió durante el primer ciclo de gobiernos progresistas de América Latina, de la primera década del siglo, y posee una enorme potencia electoral demostrada durante varios eventos en los que se ha posicionado como la primera fuerza.
Esto se ha evidenciado en todas las elecciones ocurridas desde 2006, incluyendo las presidenciales de 2021, en las que ganó en la primera vuelta de manera holgada y perdió por 5 % en el balotaje. También en las seccionales de febrero del año en curso, en las que obtuvo 9 de las 23 prefecturas y 50 de las 221 alcaldías, logrando la victoria en espacios que eran feudos de la derecha, como el caso de la provincia de Guayas y la ciudad de Guayaquil en las que había gobernado el Partido Social Cristiano por tres décadas consecutivas. También ganó en la capital, Quito.
Así, las elecciones convocadas para el 20 de agosto –de requerirse el balotaje, se realizará el 15 de octubre–, ocurrirán en un momento en el que los sectores conservadores parecen estar en un momento de franca debilidad. El Partido Social Cristiano bajó la votación de manera abrupta en las mencionadas seccionales, y CREO, el espacio político del actual presidente, prácticamente desapareció del mapa regional.
Antes de cantar victoria o suponer un triunfo automático debido a las condiciones a favor que parece tener, queda un recorrido, corto pero infartante.
Con este panorama, el correísmo, representado por el partido Revolución Ciudadana, parte en la pole position y con las mayores probabilidades de lograr un triunfo en la elecciones que estarían por venir.
Sin embargo, antes de cantar victoria o suponer un triunfo automático debido a las condiciones a favor que parece tener, queda un recorrido, corto pero infartante, en el que se presentan obstáculos de peso que se asemejan mucho a los que tuvo en 2021, cuando no pudo ganar a la derecha.
El correísmo se alinea
El correísmo ha sido perseguido. Su máximo líder, el expresidente Rafael Correa está asilado y criminalizado por los medios; quien fuera su vicepresidente, Jorge Glas, y varios de sus líderes han sido encarcelados. Su partido original fue expropiado.
En 2023, ya con un partido más asentado que en 2021 y un cúmulo de cargos de representación territorial conquistados, el correísmo, apenas escuchó el pitazo comicial, salió brioso y raudo a reconquistar el poder político.
Estableciendo la dupla de Luisa González como candidata a presidenta y Andrés Arauz como fórmula vicepresidencial, marcó como estrategia privilegiar su núcleo duro (después de tantas traiciones, incluyendo la más memorable del expresidente Lenín Moreno), sin negociar la fórmula con otros sectores: el correísmo contra el mundo.
Ambos candidatos vienen de pertenecer al círculo íntimo de Rafael Correa y han demostrado en estas semanas un discurso abiertamente apegado al legado del expresidente, algo que habían matizado sus candidatos en las presidenciales anteriores, en las que el propio Arauz había sido más comedido. Los dos son sus fervientes defensores y el símbolo de Correa se convierte en el principal núcleo cohesionador de la campaña.
Con esto, el correísmo se concentra en ganar con las fibras de su músculo propio, sin pactar con otros sectores electorales o políticos. Por ello, considera necesario ganar en la primera vuelta, seguramente por las dificultades que tiene ganar por balotaje cuando todos los sectores de derecha y de centro tienden a unirse en contra de su movimiento.
Para ganar en primera vuelta se requiere que el candidato o candidata obtenga más del 50 % de los votos, o al menos el 40 % y 10 puntos por encima del segundo aspirante.
Si vamos al escenario de 2021, su candidato logró 32 puntos en primera vuelta. Aquí surge la pregunta: ¿de dónde sacará este movimiento los votos para lograr obtener al menos el 40 % sin ir a balotaje?
Sectores en pugna (o los obstáculos del correísmo)
En 2021, hubo dos sectores que fueron determinantes para la derrota del correísmo.
En esa oportunidad, el movimiento indígena y su partido Pachakutik, con Yaku Pérez, logró en primera vuelta un 19 %. Para el balotaje convocó al voto nulo, y consiguió más de 16 %. Sin embargo, ahora el panorama es distinto.
Pachakutik no lleva candidato a esta elección y Pérez aspira a la presidencia sin el apoyo del movimiento indígena.
Otro sector clave en 2021 fue el del candidato Xavier Hervas, quien también compite en los actuales comicios aunque sin Izquierda Democrática, el partido que entonces le acompañó. En esa ocasión, la fórmula logró en primera vuelta un 15 % de los votos, amparándose en jóvenes y en las redes sociales, (el candidato Tik Tok se le llamó en ese entonces) y, al menos matemáticamente, puede inferirse que las mayorías de sus respaldos fueron a parar a la fórmula de Lasso en segunda vuelta.
La fórmula correísta tiene que convencer ahora –y no en la campaña del balotaje– a una parte importante de esos sectores para poder obtener al menos el 40 % y así esperar la dispersión del voto hacia las otras candidaturas.
En ese momento, si bien Arauz creció 15 % para el balotaje, Lasso logró pasar al 32 % (del 19 % al 51 % de los votos). Es decir, la mayoría se alineó contra el candidato del correísmo. El auge del voto nulo y el trasvase del voto joven hacia el actual mandatario ecuatoriano fueron categóricos en aquella derrota.
Por lo tanto, la fórmula correísta tiene que convencer ahora –y no en la campaña del balotaje– a una parte importante de esos sectores para poder obtener al menos el 40 % y así esperar la dispersión del voto hacia las otras candidaturas y, con ello, sacarles los diez puntos de ventaja requeridos.
Quizá, por ahora, la estrategia correísta se centre no tanto en penetrar los sectores mencionados sino en aceitar la maquinaria electoral, propagar más "identidad correísta" para expandir su nicho sólido.
El éxito de su estrategia está por verse. En todo caso, a lo largo de la relampagueante campaña puede jugar en las dos perspectivas (aumentar su base de apoyo natural y rasguñar el voto de los sectores antes mencionados) para, con ello, tener más opciones de prepararse para alguna hipotética candidatura aglutinante de sus adversarios.
Las seccionales de febrero, en las que la Revolución Ciudadana logró importantes conquistas, resultan un panorama más complejo de entender si queremos extrapolar sus resultados al escenario presidencial, debido a que, con una alta participación del 80%, la Revolución Ciudadana logró el 23 % del total de votos.
Además, seis partidos alcanzaron entre 8 % y 12 % de los sufragios, mientras otros seis espacios políticos conquistaron entre 6 % y 9 % de los votos. Un verdadero rompecabezas que se tendría que armar con mucho poder de negociación para lograr mayoría. En esa ocasión, los apoyos de la Revolución Ciudadana –que duplicó a su más cercano competidor– fueron 2.301.388 de votos, mientras que ahora tendría que superar los 4 millones, algo que ya hizo en el balotaje 2023.
Para superar la sombra del 2021, la Revolución Ciudadana renueva su liderazgo y lanza una mujer candidata que le permite refrescarse y entusiasmar nuevos electores.
Luisa González, nuevo rostro en el correísmo
El correísmo cree que puede lograrlo con Luisa González y Andrés Arauz.
La candidata a presidenta, como mujer, puede abrir el espectro electoral hacia nuevos votantes. También es de Manabí, que es de una provincia electoralmente importante, y, posee una característica inesperada, especialmente para un movimiento de izquierdas: es evangélica. Fue madre adolescente y ahora cria a su familia sin figura paterna: es una luchadora del común.
Pero además, es una representante de la lealtad hacia Rafael Correa y con ello cumple con la estrategia central: garantizar al votante la fidelidad correísta, tantas veces mancillada.
En poco menos de dos meses se sabrá si la estrategia correísta ha funcionado y de no ser así, están por ver las variantes que introducirá para disputar el balotaje, porque lo que sí parece ser un hecho es que la Revolución Ciudadana resultará el partido más votado el próximo 20 de agosto.
Lo que todavía es una incógnita es cuánta diferencia tendrá el partido de Correa sobre sus rivales y, por ende, si puede saltarse el balotaje y escapar del fantasma del 2021 que aún le persigue. Y sus adversarios lo saben.
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