El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, culmina este 30 de septiembre un sexenio que estuvo repleto de movimientos alineados con su ideología progresista y declaraciones apegadas a los principios idealistas del líder de izquierda. Pero su administración no estuvo exenta de momentos en los cuales reinó el pragmatismo.
Veamos.
Progresismo a carta cabal
Lo primero que hay que rescatar de la gestión en el plano internacional de López Obrador es la solidaridad con los gobiernos y líderes izquierdistas asediados por la derecha internacional.
Para recordar su gestión externa, deben colocarse entre sus acciones protagónicas la protección y respaldo al expresidente de Bolivia, Evo Morales, cuando ocurrió el golpe de Estado que lo sacó del poder, en 2021, y lo empujó al exilio.
En esa oportunidad, algunos países vecinos intentaron frustrar el rescate, pero México maniobró hasta que logró el objetivo con éxito. En esa ocasión, el político boliviano reconoció que López Obrador le había salvado la vida, gracias a su gestión y aplomo para persuadir a varios gobiernos para que permitieran que el avión pudiera sobrevolar sus territorios.
López Obrador tuvo una actitud similar con el movimiento correísta de Ecuador. De hecho, el mandatario mexicano se convirtió en una suerte de protector de los seguidores del expresidente Rafael Correa, quienes estaban siendo perseguidos y encarcelados.
López Obrador criticó de manera contundente el golpe de Estado contra el presidente peruano Pedro Castillo, en diciembre de 2022, y el interinato de Dina Boluarte. La tensión se mantiene, por lo que las relaciones diplomáticas y comerciales se encuentran al más bajo nivel.
El momento más álgido se vivió cuando el exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas se refugió en la embajada de México, pero la sede fue asaltada por las fuerzas policiales, bajo las órdenes del Gobierno de Daniel Noboa.
Así, el 5 de abril de este año, el saldo del asalto a la sede diplomática mexicana fue el apresamiento forzoso de Glas y la agresión física al personal de esa embajada, lo que conllevó a la actual ruptura de relaciones y a una inédita crispación entre ambos países.
López Obrador también criticó de manera contundente el golpe de Estado contra el presidente peruano Pedro Castillo, en diciembre de 2022, y el interinato de Dina Boluarte. La tensión se mantiene, por lo que las relaciones diplomáticas y comerciales se encuentran al más bajo nivel.
Otro punto a resaltar fue la organización de la cumbre de presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en 2021, en un momento en el que esa institución multilateral estaba en franco declive. El mandatario mexicano logró reunir a 17 presidentes de diverso signo ideológico, con la idea de renovar la apuesta de la unión regional.
En paralelo, y durante todo su mandato, López Obrador fue categórico en sus críticas contra la Organización de Estados Americanos (OEA) y, en especial, contra el proceder del actual secretario general Luis Almagro, por su actuación sesgada e injerencista. De hecho, clamó varias veces por una renovación de ese órgano.
El mandatario saliente de México, que ha impulsado en su país la llamada 'Cuarta Transformación', también fue consecuente al distanciarse del gobierno del presidente de Argentina, Javier Milei, a quien llamó "facho conservador".
Uno de los hitos también ha ocurrido esta semana, cuando López Obrador decidió poner en "pausa" la relación con las embajadas de EE.UU. y Canadá en México, una vez que éstas criticaron las reformas judiciales que adelanta el país latinoamericano: "Tienen que aprender a respetar la soberanía", señaló al respecto.
A vuelo de pájaro, esos pasos dejan claro que el sexenio de López Obrador mantuvo posturas alineadas a su ideología izquierdista, fue solidario con los movimientos y los procesos de América Latina en cada coyuntura, pero también supo ser muy pragmático en diferentes relaciones internacionales como, por ejemplo, con el gobierno del expresidente de EE.UU. Donald Trump (2017-2021).
Pragmatismo 'made in' 4T
Durante su campaña presidencial de 2016, Trump enarboló la construcción de un muro en la frontera sur de EE.UU. con México como una de sus principales promesas electorales. Según él, el costo de esa valla iba a correr por cuenta del bolsillo de los propios mexicanos.
La belicosidad de aquella oferta permitía prever un choque entre ambos gobiernos, especialmente después de que López Obrador tomó posesión en 2018, con un discurso de línea abiertamente nacionalista.
La belicosidad de Trump permitía prever un choque entre ambos gobiernos, especialmente después de que López Obrador tomó posesión en 2018, con un discurso de línea abiertamente nacionalista. Pero eso no ocurrió.
Sin embargo, eso no ocurrió. López Obrador logró conducir las relaciones con EE.UU. de manera muy pragmática y cedió ante las presiones por el tema migratorio, acordando diferentes tipos de medidas para con las personas sin papeles que intentaban llegar a territorio estadounidense. De este modo, México habilitó centros de refugiados, lanzó programas de beneficio económico e implementó medidas de contención que permitieran frenar las marchas de migrantes que salían desde Centroamérica.
Por otra parte, si bien el presidente mexicano le dio un primer empuje a la Celac, el impulso quedó a medio camino. De hecho, no se dio la esperada asociación de la izquierda que, en un primer momento, se pensó con la llegada al poder de gobiernos de corte 'progresista', como el de Gustavo Petro, en Colombia; Gabriel Boric, en Chile; y Luiz Inácio Lula Da Silva, en Brasil.
En 2023, López Obrador no acudió a la cita presidencial de la Celac en Argentina, cuando se esperaba una vigorosa reunión entre presidentes de izquierda. Por el contrario, lo que se puso en evidencia fue cierta distancia o, al menos, poca profundidad en las relaciones entre colosos latinoamericanos como México, Brasil y Argentina, para reavivar el sueño unionista.
El mandatario mexicano también ha sido equilibrado con Venezuela, en línea con la política exterior de su país, que defiende la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos de otras naciones. Durante su administración, López Obrador ha sido un activo colaborador en los diálogos entre el Gobierno y la oposición, además de mantener una relación cordial con su homólogo, Nicolás Maduro. En línea con esos principios, después de las elecciones del pasado 28 de julio, pidió respetar la institucionalidad venezolana y la publicación de los resultados definitivos para proceder al reconocimiento del vencedor.
Otro punto en el que López Obrador se distanció de otros gobiernos progresistas fue con los BRICS. El gobierno mexicano prefirió no adherirse al grupo de países emergentes, esgrimiendo "razones económicas, de vecindad y de geopolítica". De hecho, prefirió apostar al fortalecimiento de las alianzas "estratégicas" con EE.UU. y Canadá.
Así las cosas, el presidente saliente exhibe una gestión internacional y latinoamericana desde sus principios ideológicos, muy solidaria, pero también muy pragmática. Ha mantenido su nacionalismo por sobre lo doctrinario y, en consecuencia, ha sido categórico al rechazar el avance de la derecha regional. Sin embargo, lo ha caracterizado la cautela para que las diatribas geopolíticas no hagan peso sobre la situación interna de su país.
Su gobierno llegará este 30 de septiembre a su fin, y es inocultable que ha dejado una impronta digna de estudio, ya que logró vencer barreras doctrinarias sin alinearse con sus adversarios históricos.