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Opinión

Experiencia 3-D

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Experiencia 3-D

Nunca me he considerado un ser particularmente valiente. Es cierto que no le tengo miedo a las inyecciones, que puedo caminar por las calles moscovitas a -15 °C sin guantes ni gorros y que hasta sería capaz de meter la cabeza en la boca de un cocodrilo sólo por el afán científico de saber si tiene o no caries… pero todo esto obedece a cierta intrépida ignorancia o incluso a unas no despreciables dosis de masoquismo inconfesado y de larga data.

Esa es una de las razones por las que no había entrado nunca a un cine moscovita: porque no soy valiente. La situación cambió hace algunas semanas.

Sin embargo, también había algo más: un pavor visceral ante la sola perspectiva de entrar en una sala oscura en la que escucharía sólo sonidos incomprensibles y para mí casi angustiosos; es decir, diálogos en ruso. Que la película fuera “Mujer Bonita” o algún clásico del cine soviético no era relevante: las palabras estarían ahí, desnudas y rotundas como un mazo… durante casi dos horas. Era demasiado para un proyecto de hombre como yo, inseguro y con una capacidad de adaptación tan estable como show de fuegos artificiales del fin del mundo.

Una opción: ir a un cine que exhibiera películas en inglés para la –más bien numerosa- comunidad extranjera avecindada en Moscú. Por cartelera tenía: “Friendship!”, “Somewhere”, “Harry Potter and the Deathly Hallows”, “The Doors. When you´re strange” y “The Chronicles of Narnia: the voyage of the dawn treader”, entre otras. Sin embargo, en los hechos era lo mismo: mi inglés auditivo no es sólo poco “fino”; se trata de una facultad que remite a un desarrollo antediluviano. Dadas así las cosas, disfrutaría de manera bestial y como niño con juguete nuevo… aunque, claro está, única y exclusivamente si en un arranque de piedad el cineasta se había dignado a introducir en su obra frases como “Open the window” y “Close the door”, que esas sí las entendía.

Pasaron y pasaron y pasaron así los días, las semanas y los meses y mi acercamiento a los cines rusos era tan cercano a una “Orden de reconocimiento al mérito” made in Barak Obama destinada a Julian Assange.

Por aquella época, solía ver con intriga un gigantesco letrero publicitario de una película: "Шрек навсегда 3-D". Muy rápido averigüé que se trataba de “Shrek Forever After 3-D”. Si bien no era un trabajo cinematográfico que me entusiasmara mucho, sí me interesaba aquello del “3-D” ya que nunca había visto una película en ese formato.

Se adivina y no hay ni que decirlo: nunca entré. Es que sabía con certeza que corría un riesgo y no menor: ¿y si era confundido por la audiencia moscovita con cierto personaje de ficción… también caracterizado por tener “3 dimensiones”?

D.-

El tiempo pasaba. Me iba poniendo viejo. Y algo más gordo también. Ya llevaba casi un año en Moscú y aún no atravesaba las puertas de una sala de cine.

Cierto día pasé por ese mismo cine y advertí que el amigo ogro ya no estaba en pantalla. Encendí un cigarrillo y respiré aliviado: seguía teniendo mi fascinante “tono-de-piel-color-latinoamericano” por lo que ya podía entrar a un cine sin ser confundido con un elemento alienígena… o con “Shrek”.

Al menos eso creía.  

II D.-

Me parece bastante comprensible que alguien que viva en Europa no pueda formarse una impresión global respecto a la realidad que se vive en los países de Latinoamérica, pero de ahí a concebir un modelo en el que sus habitantes son una suerte de “indios sudorosos”  que viven “corriendo por las praderas mientras escapan de los sheriffs de los Estados Unidos de América en sus salvajes caballos al compás del incesante viento del continente moreno”, creo que hay mucho trecho.

Por eso, no me hizo mucha gracia cuando una chica me preguntó: “¿En Chile hay cines?”. Como soy un caballero preferí omitir mi respuesta y traté de llevar la conversación hacia cuáles eran sus películas favoritas. No obstante, cuando me mostró un semáforo y dijo “¿Y de estos –no sé cómo se llaman en español- hay en tu país?, mi ánimo se puso de verdad retorcido. Expliqué: “Sí, se llaman semáforos y pueden verse en mi país natal desde mediados del siglo XVII cuando fueron instalados en aquellas viejas callejuelas por orden plenipotenciaria del gobernador José Antonio Manso de Velasco, conocido también como Conde de Superunda”. Mi broma, claro, no fue entendida, pero por suerte pronto pasamos a temas más agradables.

Lo que sí es cierto es que la tecnología 3-D ya está funcionando en Chile.. Ignoro el nivel de su difusión en el resto de A. L y tengo entendido que en España ya se encuentra operativa.

¿Cuándo llegó el cine 3-D a Rusia? Misteriosa pregunta para realizársela a algún moscovita por un asunto de mero sentido común: en la vorágine de la vida diaria, del trabajar, subsistir y amar ¿tendría usted en mente fijarse en una efeméride tecnológica tan puntual como esta? ¿Recuerda usted cuando fue la primera vez que se sentó frente a un computador, utilizó Internet o envió su primer mensaje de texto por celular? Dadas así las cosas, no me quedaba otra que armarme de paciencia y fiarme de Internet. Así y de acuerdo con la información que pude hallar gracias a la ayuda de una gentil mano moscovita, la primera sala cinematográfica que exhibió filmes en 3-D en Rusia fue Nescafe IMAX, la que abrió sus puertas en Moscú en 2002.


(Fuente: http://www.afisha.ru/msk/cinema/photo/3090/124472/)

No soy ningún valiente y eso ya lo dije. También admito que soy un prototipo bastante simple, casi esencial. Por regla general, trato de evitar complicarme inútilmente y procuro la satisfacción de deseos bastante básicos; es decir, si tengo hambre… como, y si tengo sed, bebo. Como marco general, mi leitmotiv tiende a ser inmutable: “sólo se vive una vez”, o también “Aprovecha el día, muchacho”.

 Fue por eso que decidí terminar de una vez con esa situación sin sentido y puse manos a la obra:

3-D.-

- Mire, colega, hay muchas cosas que me gustaría hacer en Moscú. Incluso podría hacer una lista muy extensa, muy pero muy extensa, pero a veces creo en el valor absoluto de la espontaneidad y hay ciertas cosas que pueden escaparse a cualquier plan. Lo que es yo, hace harto tiempo que tengo ganas de ir a un cine-. Antes de oír su respuesta, agregué: “Sé lo que vas a decirme”.

- Voy a decirte que te aburrirás ya que no entenderás nada.

- No será la primera ni la última vez.

- ¿Y qué película quieres ver?

- Cualquiera en 3-D. No te preocupes… en Chile sí hay cine.

- Okay, déjame ver que encuentro en Internet.

A eso de las 22:45 de la noche siguiente, iba en el Metro junto a la colega Irina Klykova rumbo al cine del centro comercial "Принц Плаза" (más o menos: “Plaza Príncipe”). Llevábamos algunos minutos de retraso. En cuanto salimos al exterior de la estación "Тёплый стан” el intenso frío nos rodeó de inmediato. “Démonos prisa”, dijo Irina. “Recuerda que esta es la última función y comienza a las 11 en punto”. Tenía razón. ¿Qué hacíamos en aquel lugar desconocido, a esas horas de la noche y al que llegamos tras viajar más de una hora en el subterráneo, mientras en las calles la temperatura descendía de los – 10 grados? Respuesta: ir a una función nocturna de un filme de dibujos animados en 3-D. Cosas que pasan en Moscú.

Entramos. De momento, nada especial: dos puestos con cabritas, papas fritas y bebidas. Fui por unas cabritas saladas y una Pepsi para Irina. Tras pagar, el joven dependiente dijo: “Thank you!”, y sonrió. Estaba claro: me había descubierto. Reflexionando si parecía un Sherlock Holmes (o algún sombrío ciudadano británico) por mi largo abrigo negro cerrado, me reuní con Irina. “Ven”, me dijo. Cancelamos las entradas y otro joven nos entregó dos lentes. No parecían tener nada especial; incluso parecían aptos para una agradable lectura playera.

Sí me llamó la atención que no se veía nadie cerca aparte de la gente del cine. “Bueno, todos deben estar dentro esperando la película y pasando el frío”, medité. Mi sorpresa fue enorme al ingresar: las butacas estaban todas vacías. No, error: al costado izquierdo de la segunda fila logré divisar a un par de ancianos. ¿Qué hacían ahí? Estaban ellos, nosotros... y nadie más. Nuevamente –no era la primera vez – tuve la ingrata sensación de que no estaba haciendo las cosas de la manera correcta.  

La película era alemana. Su título original era “Konferenz der Tiere”, cuya traducción aproximada es "La conferencia de los animales".

En ruso se llamaba "Coюз зверей", lo que algo me permitió inferir ya que conocía la palabra Coюз por formar parte del nombre de la URSS: “Союз Советских Социалистических Республик” (“Soyuz Soviétskij Socialistíchieskij Respúblik”).

Se trataba, por cierto, de las ya conocidas películas del tipo Madagascar o  La Era del Hielo por lo que no podía esperar una obra de abismal hondura espiritual o filosófica. A pesar de ello, tenía la intuición –posteriormente confirmada- de que la historia sería dinámica, la acción de los personajes vertiginosa, los caracteres coherentes y que se incluiría una u otra buena broma. Una narración con chispa. Diálogos con gracia. Colores estimulantes. Eso era todo lo que pedía: encontrar algo con que pasarla bien y evadirme del infierno del mundo. Por supuesto que nunca faltaría el tiempo para leer libros de desgarradora reflexión intelectual de los que tienen la virtud de hundirle a uno en la miseria más absoluta y hacerle pensar que la raza humana sólo merece ser conquistada por extraterrestres… o sucumbir en la auto-aniquilación.

Como se deduce del título, la película era protagonizada por animales, aunque había un detalle: hablaban… y en ruso. Así es que ahí estaba Don León hablando con Doña Elefanta tal como dos viejos amigos que charlan en la esquina. Y así suma y sigue. Personalmente hablando, me las estaba pasando de maravillas. ¿Tiene uno todos los días la posibilidad de ver en la pantalla grande a toda una fauna de animales diversos comunicándose cual humanos en una lengua de la cual uno entiende poco o casi nada?

Otra cosa eran las imágenes mismas. ¡Por las zapatillas de Michael J. Fox! ¡Eso era estar en “Volver al Futuro”! Recordé de inmediato aquella escena de la II parte donde el joven Marty McFly viaja al año 2015 se ve enfrentado a un enorme tiburón 3-D a la entrada de un cine como promoción de la célebre “Jaws”. Pues bien, ¡aquellos animales de "Coюз зверей" casi parecían salirse de la pantalla! ¡Si hasta sus pelos daban la impresión de estar por poco al alcance de la mano! ¡Tremendo el enfrentamiento entre rinocerontes y búfalos! ¡Podías casi “escuchar” la estampida mientras les veías correr! ¡Todo aquello tenía un realismo tan real que parecías estar contemplando la realidad misma!

Ni que decir que me entretuve de lo lindo y ni me acordé de que con suerte entendí el 0,0000000000000000001% de lo que escuché. La magia había ocurrido y frente a mis ojos. Literalmente. Pocas veces había experimentado semejante vivencia visual. Había viajado: no cabía duda. ¿Estaba en el futuro… o en el pasado? Tuve dudas, pues me imaginé también en un ayer indeterminado: 1968. Estoy en un cine italiano asistiendo a una de las primeras exhibiciones del “Submarino Amarillo” de los Beatles en el país. Poco antes, participé de una sesión de LSD junto a un grupo de chicos y chicas despreocupados y felices. ¡Cómo se veían esas imágenes! ¡De qué manera insólita brillaban aquellos colores! ¡Qué delirante e insospechado argumento! ¡Y las voces: sublimes! ¡Todo era tan extraño, novedoso y ensoñador! Eso había sido "Coюз зверей". Eso y bastante más.

Al poco rato, nos fuimos. Como ya era tarde para el Metro, tomamos un taxi. Después de dejar en su domicilio a Irina, le di mi dirección al taxista. En ruso: algo, siquiera un poquito había aprendido del idioma.

Sin embargo, cuando llegué al edificio noté algo muy extraño, intuí algo desconocido en las escaleras. Seguí subiendo y frente a la entrada del departamento tuve la impresión de que me costaba más de lo habitual meter la llave en la vieja –pero férrea - cerradura de aquel inmueble probablemente de la era soviética.

No sabía muy bien que pasaba, pero todo se veía raro… muy, muy raro.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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