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Opinión

Bajo presión: los años de Yeltsin

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Bajo presión: los años de Yeltsin

Me lo imaginaba...

No había que ser extraordinariamente perspicaz para advertir de qué se trataba. Ahí la tenía, frente a mí, en aquella exposición titulada 'Boris Yeltsin y su tiempo' y a la que había llegado junto a una amiga piadosa que se había condolido por mi sincera curiosidad respecto al pasado de la actual Federación Rusa… y por el inminente trastorno depresivo que se estaba infiltrando de manera peligrosamente invasiva por todo mi ser, debido al frío, la nieve y la tonalidad blanquecinamente mortuoria que me rodeaba a diario desde hacía unos dos meses.

Así es que ahí estábamos en la Casa de la Fotografía de Moscú, recorriendo con nuestros ojos todas aquellas imágenes que para mí tenían la maravilla de lo desconocido: ¿qué estaba haciendo por aquellos años? Creo que viviendo con suma candidez los años plácidos y seguros de la escuela secundaria… y, de vez en cuando, fumando a escondidas de mis familiares y profesores. Poco más. Y sobre los primeros años de la Rusia post URSS ¿qué imagen mantendría en mi cabeza? Por cierto que ninguna de las que ahora podía contemplar. De pronto, miré a mi amiga y la advertí muy meditativa, como tratando de recordar si podía acordarse de todos aquellos momentos de su país. "¿Había sucedido -realmente- todo aquello? ¿Era cierta toda aquella tensión que le estaban mostrando sus compatriotas rusos?"  

Entonces, ella me observó como si a su lado tuviera una estatua.

¿Ésa era la prueba que me confirmaba todas aquellas historias que había leído o escuchado sobre los años que siguieron al fin de la Unión Soviética y los comienzos de los '90? ¿Era grave el desabastecimiento de productos de gran necesidad para la población? Las autoridades, por supuesto, buscaban afanosamente una solución. Pero ¿cómo la podrían conseguir? Y, a la vez ¿de qué manera responderían al clamor popular ante una situación que, a ojos vista, podía volverse caótica?

Aquella imagen, aquella imagen…

Y yo ¿qué podía decir al respecto? A veces un ser humano se ve sometido a experiencias de tal intensidad que comprende que lo que diga -o no diga- no es más que un dato de la causa de su completa incomprensión de lo que es el universo y su lógica, la que parece no pocas veces del todo ajena a la racionalidad. En aquellos momentos no es necesario plantearse que resulta mejor callar… pues nada -ni siquiera gemidos o sonidos inarticulados- salen de la boca.

Desde luego, también existe la mirada contraria: tu boca es tu boca y, por lo tanto, puedes decir lo que te plazca. Además, acógete a tu derecho a la Libertad de Expresión y transmite, difunde, comunica lo que piensas, haz que todo el mundo conozca tu mensaje, ya que eres moderno, y emancipado, y, y… Por lo tanto, amigo(a), habla, habla… que algo queda. 

Sin embargo…

INTERMEDIO: NO HAY DERECHO…

Siempre he sido muy cauto sobre hablar de la historia y los días y noches de un país que no es el mío. Creo, creo… que a Chile puedo criticarlo y con justo derecho: es el país donde nací y al que estaré ligado -por mi sangre- hasta que muera. ¿Es ser esto 'anti patriota', 'desnaturalizado' o 'mal agradecido' con la tierra que te vio crecer y desarrollarte?

Me parece que no… y muy por el contrario, si no ¿qué tipo de amor tienes por tu país si no quieres lo mejor para él y aspiras a su engrandecimiento… a partir de la muestra contundente de todos sus errores?  En tal sentido, puedo decir que soy 'muy amoroso' con Chile.

Cosa muy distinta me ocurre respecto a Rusia. En efecto ¿con qué derecho puedo llegar con todo desparpajo a opinar o pronunciarme sobre la historia de este país, criticar, dar mi punto de vista o incluso -muchos extranjeros llegan a esto- plantear cómo creo que 'deberían' ser las cosas? ¿Con qué derecho? ¿Acaso con el que me da vivir y trabajar hace poco más de un año aquí?

"¡Andá a joder!", creo que un día me dijo un amigo argentino cuando se me ocurrió hablarle de uno de sus ex presidentes. Y ahora que lo pienso, le encuentro toda la razón: es sólo la gente de un pueblo la única que tiene justa y merecida razón para hablar todo lo que quiera de sus autoridades, echar pestes o incluso -la 'buena voluntad' también existe, a veces- bendecirlas, pero ¿un extranjero?': "¡¡¡¡Andá a joder!!!!" Claro, porque ¿de dónde sacaré la información para formarme un justo y equilibrado juicio que me permita opinar con desenvoltura y, sobretodo, legitimidad? ¿De Wikipedia? Lo repito: "¡¡¡¡¡¡Andá a joder!!!!!". Uno puede, claro, hacer ciertas extrapolaciones y jugar a cientista político a partir de lo que lee en la sección Internacional del diario, pero eso tiene tanto valor como echarle un balde de agua al océano.

A lo mejor esta actitud es un poco extraña y anacrónica, incluso poco 'cool' y no muy 'buena onda'. Ok. Sea. También se me puede acusar de cierto nacionalismo trasnochado y poco acorde con los tiempos de la globalización. Vale. Me ofrezco voluntariamente a la crucifixión. Sin embargo,  sin embargo… Me cuesta trabajo comprender a un extranjero cuando se pone a hablar a todo destajo de la historia y el estilo de vida de un país que no es el suyo… como si de su boca sólo salieran palabras inmaculadas y sacrosantas, pensamientos de tal brillantez que solamente dejan como opción escuchar con gesto extático, como si fuera el Oráculo de Delfos mismo el que estuviera hablando. Por eso -para seguir con el ejemplo- me parece que lo justo es que los chilenos y sólo ellos sean quienes hablen y critiquen con real propiedad de los tiempos de Pinochet, la Concertación y el (actual) Presidente Sebastián Piñera, pues son ellos quienes vivieron (y viven) lo bueno o malo de sus políticas públicas y estrategias gubernamentales. Lo mismo vale para quienes nacieron en cualquier país latinoamericano o España.

Y, obviamente, para los rusos. Es a ellos a quienes corresponde -con justicia- reflexionar, evaluar y pronunciarse sobre sus años como pueblo soviético y actuales representantes de la Federación de Rusia. Esa (y ésta) es su historia. No la mía.  

FIN DEL INTERMEDIO

En un ejercicio encomiable de apertura e introspección, la Casa de la Fotografía de Moscú está realizando por estos días dos contundentes exposiciones sobre su pasado reciente: una sobre Boris Yeltsin y la otra sobre su antecesor, Mijaíl Sergéyevich Gorbachov, muestra a la que asistiré pronto y de la que espero poder compartir algunas imágenes con los lectores de esta página web. 

Señoras y señores, damas y caballeros, nos complace presentar a ustedes estas imágenes captadas por un latinoamericano en Moscú en enero de 2011 -mes un poco frío en la capital rusa, como viene siéndolo desde hace un tiempo más o menos considerable-, las que tienen como único objetivo contarles algo sobre la Rusia de comienzos de la segunda década del 2000 y que seguramente será distinta a la de los años que están por venir. Pues Rusia está cambiando ¡y cómo, conciudadanos! ¡Este país sufre una metamorfosis (subterránea) de una manera que ni se imaginan! Es realmente difícil concebir como será este país en 20 años más. Y a veces pienso en ello.

La Casa de la Fotografía de Moscú está -por decirlo de alguna manera- 'desclasificando' archivos fotográficos sobre el pasado de Rusia. 

Pasen, adelante y disfruten.

Más fotos de la exposición, aquí:

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