“Hola ¿cómo estás? Me llamo Francisco. Vi tu perfil aquí en Badoo y veo que dices que hablas español. ¿De verdad hablas español? Es que esa es mi lengua natal. De hecho, esa es la única lengua que conozco: el inglés puedo leerlo, pero para hablarlo soy una inutilidad absoluta. En fin, si hablas español -espero que así sea y no sea sólo una idea tuya para conocer chicos- me gustaría conversar contigo. Creo que podríamos hablar. ¿Te interesa hablar en español? Como te dije, esa es mi lengua natal. Llevo 33 años hablándola. Yo podría enseñarte si te interesa. No soy profesor, soy periodista, pero creo contar con algunas aptitudes didácticas. Te cuento que llevo unos meses en Moscú, pero no sé ruso. Nada. Apenas los números del 1 al 5. Y tres colores: blanco, negro y rojo. ¡Ah! Y sé decir “Hola” en ruso. "Priviet!" ¿Ves? J. Tal vez podemos hacer un intercambio lingüístico. Español por ruso y viceversa. A todo esto, vi tus fotos. Estás muy bonita en todas. Creo que en una apareces en París, pues eso que veo parece ser la torre Eiffel. Algún día espero ir ahí. En todo caso, no sé si te lo habían dicho, pero eres muy bonita. Tienes un bello rostro, simpática sonrisa y muy, muy linda figura. ¿No eres modelo, verdad? De todas formas, creo advertir una belleza clásica en ti. ¿Te habían dicho que tienes un aire a lo Sofía Loren? ¿Te parece ahora si conversamos? Yo soy soltero. Tampoco tengo hijos, porque los niños no me caen bien, sobre todo cuando se andan…”.
Tal vez no sean las palabras exactas, pero algo así fue el primer mensaje que escribí a 'Olga', moscovita de 33 años y profesora de idiomas, quien fue mi primer contacto femenino en la ultra visitada red social Badoo, allá por finales del 2009 y a semanas de llegar a Rusia. (Al momento de escribirse estas líneas, Badoo informaba de una cantidad de 151.865.876 usuarios inscritos. Como toda buena Red Social, la idea central es poder “conocer” gente, pero aquí con un recurso adicional: un filtro que permite indagar entre los usuarios según su conocimiento de lenguas. O sea: si escribo, por ejemplo, idioma “Español”, aparece un listado progresivo de todas las mujeres (u hombres) de Moscú que hablan ese idioma. Incluso se establece nivel de conocimiento: que el usuario diga la verdad en este punto depende exclusivamente de su opción. A eso se le suman fotos varias… y ya.
A nivel sentimental, estaba solo hasta la desesperación y con una perspectiva bastante desoladora: quedarme en tal estado por meses, si no encontraba alguna chica con la que pudiera comunicarme en mi lengua. ¿Y que hizo el 'genio'…? Despacharse una cartita como la referida y que no podía ser más desatinada socialmente, errada en la práctica y contraproducente en su efecto porque le faltaron dedos para escribirla peor. “¡Ah! Y sé decir “Hola” en ruso. Priviet! ¿Ves? J.”. Yo no sé si se puede ser más idiota en este mundo, aunque de verdad lo veo difícil. “¿No eres modelo, verdad?”. Un tacto impresionante. ¡Dale, DiCaprio! ¡Tranqui, George Clooney que las tienes locas! ¡Te veo, Brad! Nada. Nada ni nadie podían igualarse a semejante fantasía animada de ayer y de hoy, aquella bomba de carisma, sensibilidad y galantería masculina. “El inglés puedo leerlo, pero para hablarlo soy una inutilidad absoluta”. ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios!
Las cosas como son
No recuerdo cuando ni por qué me hice una cuenta en Badoo. La verdad es que en Chile no la necesitaba, pues para conocer a una chica no tenía más que hablarle. Que le resultara interesante ya era otra cosa. Y si ella salía corriendo nada más verme… podía pasar: estaba dentro de las posibilidades. Pero el juego era fácil y las reglas comprensibles: acercarse decir “Hola…” y después que sucediera lo que tuviera que suceder.
Pero en Rusia…
En Rusia era distinto. Más aún en los primeros tiempos. Dos años atrás, mis palabras se las llevaba el viento. Estaba solo, tan solo que hasta la soledad andaba buscando otro departamento donde quedarse. Por esos días, caminaba por las calles, preguntándome qué suelo pisaba. Me torturaba pensando que si la Tierra se abría y me tragaba, probablemente ni aún así aparecería en Chile. ¿Y si aparecía en México? Bueno, eso no estaba mal. Gente brava, espirituosa y cojonuda ( A Francisco Ramírez le gusta esto). Perdido en el desierto y con buitres sobre mí. Y después, a la noche, unos tequilazos y a bailar de lo lindo. Pero eso no es más que ensoñación. La realidad era otra.
Estaba en Rusia sin padre, ni madre, ni perro que me ladre.
Shaka Zulu con canas
Comienzo a meditar frenéticamente cómo hacer para conocer féminas sin poder hablar su idioma. Aquí ya sé lo que me dirán los “listillos” –un regalito para los amigos lectores de España- de siempre: “Anda y háblale en el Lenguaje del Amor…”, seguido obviamente de la risita “¡Jajá!” que remarca la genialidad pronunciada. Claro, desde “allá” es fácil decirlo: otra cosa es con guitarra. Ya los quiero ver, queridos amigos adictos al ron del alta intensidad mezclado con espumosa bebida cola, si andarían tan envalentonados acá con millones de señoritas rusas –bellas cual más, no hay ni que decirlo- a las que no les pudieran decir ninguna palabra… ¿Acaso creen que ellas caerían rendidas a sus pies sólo por el hecho de que ustedes tienen una fisonomía distinta y, como no, un repertorio interminable de piropos… pero que ellas nunca jamás van a entender? No, estimados representantes del mundo español e hispanoamericano muchas veces considerados los seres más hermosos del mundo… solo por vuestras madres, acá la tarea del “ligue” o el “galanteo” o el “cortejo” –pónganle el nombre que quieran- es mucho más compleja. En los últimos meses he perdido la elasticidad juvenil de mi cuerpo, tengo unas ojeras impresionantes y me han salido cinco –o hasta quizás seis- canas en la cabeza. ¡Así de grave es la cosa!
Flashback: diciembre de 2009 o enero de 2010. El frío comienza a devastarme. Debut ante el Invierno Ruso. Casi no duermo. El terror me va invadiendo. Las calles comienzan a darme miedo. Salir es igual a: dolor absoluto. Como aún no me acostumbro a lo que está sucediendo, visto un viejo abrigo negro que me regaló mi hermano, prenda que está bien para la lluvia sudamericana, pero no para los 10 grados bajo cero reinantes en Moscú. Y me paseo por las calles cual Shaka Zulu de las avenidas nevadas: lo estúpido no se me quita vaya a donde vaya.
Hello, I loveyou…
Estamos en que nos rodea el invierno en la capital rusa y -con esta me gano el Pulitzer…- hace frío. Y las palomas ya no surcan los cielos. Y el lindo lago primaveral está congelado. Y el pan ya no es tan sabroso. Y la cumbia mañanera ya no suena tan alegre. Y el teléfono que ya no suena nunca. Y el timbre de la puerta comienza a cubrirse de telarañas. Y afuera: frío, frío y más frío. Y ahí, el guerrillero “indomable” y llegado de las indómitas tierras salvajes de América desesperado, encerrado como ratón en jaula de alambre de púas, hablando con los posters de sus muros y ya harto de hablar consigo mismo por horas y horas… “¡Tómese un vodka, compadre! ¡Para el frío!”. “Es que ya me he tomado casi una botella… y el Espíritu Santo aún no me ilumina”. “Frank, la Fuerza estará contigo. Siempre…”. “Bueno, será padre, pero aquí no la veo”.
El invierno ruso no fue hecho para estar solo. Debía conseguir una chica y rápido. Alguien con quien poder conversar y superar aquella maldita soledad. ¿Lo conseguiría? En aquel momento, pensé en Badoo…
(En nuestro próximo blog:
“No va a resultar…”)