A modo de preámbulo: “aburrido” de su país y de las pocas “expectativas” que le ofrece, el protagonista de la historia tiene la suerte de recibir una oferta para trabajar en el extranjero, en donde adquiere mil y un conocimientos que enriquecen su existencia y acervo cultural. Nuestro hombre se siente “grande”. Un “As”. Exitoso, laborando internacionalmente y, como si fuera poco, con una interesante cuota de dinero constante y sonante en el bolsillo. Como no es tonto (bueno, al menos eso cree él), se da, más encima, el impagable placer del viaje sin freno, el turismo enloquecido y la fiebre de la noche, la fiesta, el lujo y el despilfarro.
Pánico y locura around the world.
Escuchemos, pues, su confesión. Su “bitácora de viaje”, como la llama. Viciosa, cínica, procaz y descarnada:
“…Y ahí, te juro, mi hermano, que uno se pone como loco. “It´s now or never”. Y te pones a tomar aviones y a viajar más que los Beatles en el ´64. Y que los aeropuertos, y los controles de pasaporte; y las tarjetas de embarque, y las “combinaciones”, y los check in peor que peste, en todas partes; y los taxis, y los hoteles, y los recepcionistas con sus sonrisas cínicas y siniestras, y las aseadoras que insisten en limpiar la habitación a las 10 de la mañana justo cuando estás con una resaca de los mil demonios tras una noche en la que saliste –intrépido- “a conocer la ciudad para saber cómo se vive de noche la fiesta aquí, amigo”. Y ahí estás: perdido y más mareado que piojo en la cabeza de Jimmy Hendrix, tratando de dártelas de “turista respetable”. Y dale con los modales y comportamientos de “tipo con estilo”. Y, como no, improvisando tu inglés, saliendo al paso como puedes. “Hey, you, mister…”, te dice el vendedor rumano en la caja del minimarket. Tú, como no sabes quién es “el Mister” respondes con aquella frase que tanto te gusta y sacaste de una vieja película. Así, de pasadita, a la rápida y para no ser menos te despachas un “You talkin' to me? You talkin' to me? You talkin' to me? Then who the hell else are you talkin' to? You talkin' to me? Well I'm the only one here. Who the fuck do you think you're talking to?”. Y el rumano, un tanto sorprendido, te queda mirando, como si pensara “¡Dame paciencia, Señor! ¡Quién me manda a elegir este trabajo…! ¡Otro más al que se le pasó la mano con la marihuana local…!”.
Pero a ti, te da todo lo mismo: vienes de América –América: la insurrecta, la indómita, la salvaje, la ebria y vividora- y la sangre indígena corre por tus venas. ¡Qué se cuide Europa que aquí vengo yo! Nada de “Vine, vi y vencí”. ¿Qué es eso…? “Me abrí paso, aterré y asolé…”. ¡Así de loco andas! El capo di tutti capi de la banda mafiosa más peligrosa estaría orgulloso de ti. “Así se hace, muchacho. Muéstrales quien eres. Que sepan de que madera estás hecho”. ¿Y cómo lo haces? Derrochando dinero, de la manera más vulgar y pedestre posible. Y compras y compras y compras: no gramos, no kilos… toneladas de souvenirs. Cosas “útiles”, como corresponde: serpientes de plástico, máscaras venecianas, destapadores de botella con forma de lata de cerveza, imanes para el refrigerador de guerreros vikingos, camellos, vacas suizas y burros griegos, camisetas de colores fluorescentes con gigantescos estampados de la Torre Eiffel, CDs que nunca escucharás, loros de peluche políglotas, libros de poesía romántica en alemán, llaveros inútiles y que se rompen a la primera usada, lentes de sol que no se pondría ni tu abuela, posters de Brigitte Bardot que no clasifican ni para entrada de Night Club de 4ª categoría, reproducciones del Coliseo Romano por 3 euros, encendedores con mapas turísticos pegados con cinta adhesiva, documentales biográficos de Syd Barret en checo, postales egipcias que, supuestamente, mandarás por correo a tu familia y amigos, calzoncillos o calcetines que encuentras de oferta en una tienda de dudosa reputación, libretitas con el lema “Las chicas buenas van al cielo… y las malas hacemos rock”, botellas de Absenta marca “Vincent”… en fin, puras, puras, puras tonteras, amigo. ¡Así te gastas la plata! Ahora, uno puede preguntarse: “¿Hay otra forma de gastarla?”. Total: uno vino a este mundo a pasarla bien ¿no? ¿O me vas a decir que uno vino a este valle de lágrimas sólo a juntar sufrimiento…?”.
No obstante, he aquí que, de un día a otro, este gentilhombre que ha pronunciado semejante diatriba contra la sensatez humana se cansa de viajar. Se ve, entonces, sometido y hasta la médula de aquello que en lenguaje popular se denomina “Nostalgia”. Sentimiento muchas veces devastador. Aún más si se le adereza con alguna botella de bebestible fuerte como combustible de camión Kamaz y uno se pone a ver fotos de sus amigos pasándola de maravilla en “su” país. Mejor una sobredosis de fosfato trisódico cortado con uranio empobrecido que soportar semejante infamia.
La solución surge, entonces, clara y diáfana como amanecer veraniego en la Antártica: hacer las maletas en un dos por tres, tomar el primer avión e irse de vacaciones “a casa”, ese país que uno tanto ama y que tanto te espera: tu patria, tu nación, tu vida, tu todo…
Pero, sin embargo…
Próximo número:
Vacaciones “de luxe” III:
“Decálogo de horror…”.
PD: Exactamente el 18 de octubre de 2009 pisé Rusia por primera vez. Es decir, hace justo 3 años. Más historias y fotos de esta “Odisea” en Facebook.