Petro: Del dicho al hecho hay mucho trecho

Oleg Yasinsky

El flamante presidente de Colombia, Gustavo Petro, no deja de sorprender. Hace unos días, el 19 de octubre, acusaba a los EE.UU. de arruinar a "todas las economías del mundo" y de que "a través de sus medidas se está vaciando la economía de las naciones latinoamericanas, se está saqueando a Latinoamérica". Pasaron sólo dos días y el 21 de octubre, en la reunión con el director de la CIA, William Burns, él le regaló una hamaca y una bolsa de panela, símbolos idílicos de la vida campesina, ya semiolvidada en el país, después de casi 7 décadas de guerras civiles y más de 40 años del dominio del narcotráfico en el campo colombiano. El objetivo de la reunión fue "desarrollar las nuevas estrategias de la lucha contra el narcotráfico" y "combatir las organizaciones criminales". Varios partidarios del Gobierno de Petro comentaron el hecho, diciendo frases como que "la CIA ya no es tan mala y hasta está colaborando con nosotros". Los que se atreven a ponerlo en duda, suelen ser atacados por ser "extremistas", "intransigentes" o "cómplices de la prensa de la derecha". No sé cuántos colombianos recordaron aquel día que el asesinato del líder popular Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril del 1948, fue el hecho con el que la recién nacida CIA estrenó su actividad internacional criminal, sedienta de sangre en sus tiernos 8 meses, y que logró así sumir al país en la peor violencia de siglo pasado en el continente, para no extendernos ni hablar de su activa participación en dictaduras, golpes militares y masacres en América Latina y en el mundo.   

Este hecho no puede ser visto de forma aislada de otra noticia que generó bastante ruido. Hace poco más de un mes, Gustavo Petro dio un discurso en la ONU que conmovió a muchos. Repitió todas las verdades sobre las drogas que dice la izquierda latinoamericana en los últimos años. Dijo que "la guerra contra las drogas" encabezada por el Gobierno de los EE.UU. "fracasó", que "...de las drogas suaves han pasado a las drogas más duras; se ha producido un genocidio en mi continente y en mi país, y han condenado a las cárceles a millones de personas". También calificó de "hipócrita" la lucha de los países desarrollados contra el cambio climático.

Una buena parte de la prensa de izquierda tachó ese discurso de "contundente, poético, estelar y necesario", comparándolo incluso con los de Fidel o Chávez. Los medios de la derecha hicieron lo de siempre: tergiversar por completo sus palabras, presentándolas al mundo como un llamado del nuevo Gobierno colombiano para legalizar las drogas.

Pocas horas después del discurso, en una entrevista con Noticentro CM&, hablando de las drogas, Petro explicó que el mundo debe avanzar "hacia la regulación, esa es la palabra exacta", aclarando que no es necesariamente hacia la legalización total, ya que muchas de estas sustancias son absolutamente destructivas, sino hacia una manera diferente de enfrentar el problema: no con armas, como en una guerra, sino como lo que es, una enfermedad.

"Acabar las mafias, sacarlas del camino, que se hace es bajando su precio, pero regulándolo por el Estado en términos de consumo, en términos de presencia médica en los casos de adicción, en una enorme cantidad de dinero para prevenir, para disminuir la demanda hasta el punto que se vuelva cero".

Cualquiera que conozca mínimamente el problema del narcotráfico en Latinoamérica, encargado, dirigido y controlado desde y por los mercados norteamericanos, reconocerá que, aparte de tener mucha razón, Petro no dijo prácticamente nada nuevo, y que la única novedad del discurso fue que éste, por primera vez, provenía de un mandatario colombiano de izquierda. 

En el mismo discurso, Petro hizo una dura crítica a la OTAN por su rol en el conflicto de Ucrania. Si bien se produjo otra noticia mucho más importante, aunque bastante menos comentada. Pocas horas después de su histórico discurso, el presidente Petro mantuvo un "fructífero encuentro" con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, con quien definió la hoja de ruta del trabajo con esta organización militar, de la lejana región del Atlántico Norte. Colombia es desde el pasado mes de marzo el único aliado estratégico de la OTAN en América Latina. Un día después de esta reunión, en una entrevista con medios internacionales, Petro dijo:

"...Yo lo que intento es llevar el diálogo con los EE.UU. a un eje diferente, que es el tema de la crisis climática y de ahí la importancia de la selva amazónica".

"He logrado algunas cosas: la conversación con la OTAN de la cual somos miembros, no sé, un estatus rarísimo ahí, pero ahí estamos metidos, creo que es el único país latinoamericano en eso, es llevar a la OTAN al cuidado de la selva amazónica, prestando una colaboración tecnológica al respecto. Con los EE.UU. hemos logrado que se cree ya la primera unidad militar, con helicópteros Black Howk, 12, que será la primera unidad más que militar, policial, de apagar incendios en la selva amazónica. Es un cambio completo, en lo que siempre ha sido la ayuda militar de EE.UU. y ya es un logro, ya están tres helicópteros en esa función, y quiero seguir jalonando un poco de ese hilo porque me parece que por allí se puede construir un dialogo mucho más positivo con los Estados Unidos de lo que hasta ahora ha sido la mal llamada guerra contra las drogas...".

Siempre me ha molestado la actitud de algunas personas, quienes, desde sus posturas supuestamente rebeldes y antisistema, suelen criticar a todos, excepto a ellos mismos, por ser "poco revolucionarios", "tibios", "traidores", etc. Entendemos que la política siempre es el arte de lo posible y que, dentro de la enorme complejidad del mundo de hoy, con la creciente dependencia de los países de los centros del poder global, los cambios inmediatos pocas veces son posibles y que lo prudente es siempre tratar de dialogar, consensuar y evitar el conflicto directo, sobre todo estando en total desigualdad de condiciones.

Cuando recién lo eligieron como presidente, Gustavo Petro, que siempre se definió de izquierda, dijo que su Gobierno iba a desarrollar en Colombia el capitalismo, ya que las actuales relaciones feudales impedían un futuro. Era entendible, aunque desde la experiencia desastrosa de la izquierda, que ha querido construir el socialismo integrándose al capitalismo, hemos visto los más grandes fracasos históricos y, prácticamente, ningún resultado de cambio real, por lo menos en Latinoamérica. También recordamos la irónica frase de Fidel Castro, cuando explicó que los países del "tercer mundo", serían siempre "países en vía de subdesarrollo", porque desde el capitalismo tercermundista no se podía avanzar sino hacia la cola del primer mundo, debido a la tremenda desigualdad de posibilidades que construye el modelo entre la metrópoli y la periferia. 

También, las reiteradas votaciones del Gobierno de Gustavo Petro contra Rusia, en la OEA y en el Consejo General de Derechos Humanos de la ONU, han sido una señal de alerta. Respetando el derecho que tienen los estados soberanos para votar como quieran, es imposible no entender que, en las actuales circunstancias, todas las condenas a Rusia y todas las votaciones en su contra, nunca son tanto en contra de Rusia como más bien a favor de los Estados Unidos y su política internacional; nos cuesta imaginar que un líder tan experimentado e informado como Petro no vea las razones o los motivos del conflicto alrededor de Ucrania.

Todo esto puede no ser de nuestro agrado, pero más o menos es comprensible, considerando la correlación de fuerzas en Colombia y la enorme presión que ejerce el Gobierno demócrata norteamericano sobre los Gobiernos que históricamente han sido, para decirlo de alguna manera suave, sus satélites incondicionales. Pero después de tanta poesía inspirada, con tantos muertos de por medio y tantas esperanzas de justicia, el descaro de la invitación a las tropas de la OTAN con sus dueños norteamericanos a la selva colombiana para que cuiden a los animalitos de los cazadores furtivos y los arbolitos de la tala ilegal, me parece absolutamente grotesco y triste.

Lo triste es que en Colombia todavía hay millones de personas que siguen creyendo en su Gobierno, dispuestos a jugársela con todo y frente a estas preguntas incómodas prefieren creer que se trata de una astucia o alguna jugada audaz y secreta de sus compañeros en el poder.

Durante las últimas décadas en Colombia, ya nadie creía en nada y las recientes elecciones presidenciales fueron para muchos un acto casi mágico, la culminación de un sueño imposible, la mayor esperanza de todas sus vidas, ellos creyeron que con Gustavo Petro en el poder era el propio pueblo quien llegaba. Comprendo su probable molestia con este texto.

Gustavo Petro comenzó su posesión presidencial con unas estremecedoras palabras, que se referían al hecho de que ésta es la primera y la última oportunidad que tendría Colombia de cambiar. Miles de personas alrededor lloraron de felicidad. ¿Habrá algo peor que un crimen contra la esperanza?