En las últimas décadas del siglo pasado, en las sociedades occidentales se produjo un verdadero 'boom' del ecologismo, la preocupación por el medioambiente, por las consecuencias del efecto invernadero, por la tala descontrolada de los bosques y por la extinción de muchas especies de animales. Organizaciones internacionales como Greenpeace se convirtieron en nuestros héroes modernos, las modas se cambiaron y el uso de las pieles animales se convirtió en algo no solo de mal gusto, sino que señalaría a quien las usara como a alguien totalmente cruel.
Era la época de un sueño romántico, cuando creímos que la humanidad cada vez más unida en un vertiginoso proceso de la integración planetaria, que todavía no se llamaba 'la globalización', iba por un rumbo de bienestar y los jóvenes movimientos y partidos verdes nos invitaban a sumarnos a la búsqueda de nuevos paradigmas de desarrollo, criticando duramente el modelo capitalista mundial por primitivo, desgastado y desgastante.
Fueron tiempos recordables, porque se lograron muchas cosas valiosas, se salvaron algunos ríos, bosques y animales en varios continentes, y en nuestra conciencia se nos incrustó para siempre la comprensión de la necesidad de proteger la naturaleza, ya que salvar la Tierra es salvar al ser humano. Sigo convencido de que es así y de que todas estas nobles luchas valieron la pena.
Pero desde que descubrimos y dijimos que el mundo había cambiado, el mundo siguió cambiándose, reorientando el rumbo de nuestros desafíos
La famosa frase "cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas", atribuida a Mario Benedetti, explica este viraje histórico, caracterizado por el secuestro de la agenda de la izquierda por parte del sistema, y por la compra, por parte de las corporaciones, del 'ecologismo' europeo como la mejor herramienta de distracción de la opinión pública (ya mentalmente sincronizada en esta frecuencia), para desviar las luchas y las esperanzas.
Hace años, en el sur de Chile me contaron que los grandes terratenientes de los territorios donde se planificaba construir represas (proyectos que no apoyo, pero ahora hablamos de otra cosa), creaban y financiaban los movimientos ecologistas locales encargados de organizar los escándalos mediáticos, para así multiplicar las ofertas de las empresas privadas hidroeléctricas por el derecho a poner las represas en su terreno.
En la lucha contra la gran minería sucede algo similar.
Mientras los indígenas, los campesinos y los pescadores de América Latina dan sus vidas para parar los megaproyectos transnacionales asesinos de todo lo vivo en sus territorios, en las oficinas de los 'países de bien', los envejecidos y vencidos 'verdes' de ayer, por el dinero de las mismas corporaciones, que por medio de Estados coloniales o directamente en las lejanas montañas o selvas contratan sicarios para asesinar a los líderes sociales que luchan contra sus proyectos, promueven nuevas y 'revolucionarias' ideas de las 'energías limpias'
Detrás del bonito discurso sobre las 'energías alternativas' se pierden varios elementos del sentido común y se esconden los verdaderos intereses. El interés de las élites económicas occidentales por disminuir su tradicional dependencia del petróleo y del gas no se debe a su preocupación por el destino de la humanidad. Tenemos demasiadas pruebas de que ese simplemente no es su tema. Pero sí les interesaría mucho reestructurar el actual modelo de colonialismo que ejercen para que los países dueños de las principales reservas de hidrocarburos tengan menos poder en el mundo y así socavar las bases de su crecimiento económico.
El proyecto de las 'energías verdes' (como ven, nos inventaron epítetos para todos los gustos) incluye el gran problema del almacenamiento de la energía, que para su solución debería ensuciar el planeta con miles de nuevos proyectos de megaminería para extraer elementos necesarios para fabricar las baterías, lo que sin duda multiplicará el problema de la contaminación del medioambiente.
Además, la exigencias de los países más ricos hacia los más pobres para "cambiar las fuentes de energía tradicionales ('sucias') por las modernas, 'amigables' con la naturaleza", son una demagogia dirigida a justificar la destrucción de sus economías. Los países pobres no tienen recursos para cambiar sus matrices energéticas a corto o mediano plazo, la 'energía limpia' es mucho más costosa y menos eficiente y las consecuencias de su aplicación a gran escala serían parecidas a las de un bloqueo energético. La intención política de Occidente está clara: disminuir el rol en la economía mundial de Rusia, Venezuela, Irán y otros países a los que ellos no supieron ni pudieron controlar, y el reciente interés de Arabia Saudita, que quiere ser parte de los BRICS, es otra prueba de esta nueva realidad.
Los futuros conflictos políticos, económicos y militares, con tanta eficiencia promovidos por la OTAN y el Gobierno de los EE.UU., serán por los 'minerales no tradicionales', tales como el litio, el cobalto, las tierras raras, el platino, el vanadio, el grafito y otros, que ahora se consideran 'críticos' y 'estratégicos' y que son elementos químicos esenciales para asegurar la tecnología, sin los cuales no será posible su 'futuro' prometido.
Para poner en marcha los cientos de millones de autos eléctricos que quieren tener en el mercado, de inmediato se necesitará la producción masiva de baterías, lo que implica el aumento de extracción de litio en unas 40 veces en los próximos 15 años, y parecido sucede con el cobalto, material para otro tipo de baterías. En la fabricación de los chips y otros elementos de alta tecnología en la parte más avanzada de las industrias, incluyendo la locura transhumanista y la industria militar, Occidente necesita, ahora y en gran cantidad, 'tierras raras', que como su extraño nombre indica son escasas, y la lucha mundial por ellas promete ser especialmente cruenta.
El gran conflicto actual entre los EE.UU. y la China se explica por el control de las empresas chinas sobre la mayor parte de los yacimientos de los 'minerales estratégicos' en el mundo, sobre todo en los países de África, que poseen un 30% mundial de este recurso. Por simple razón de su memoria histórica, los pueblos africanos no ven a China ni a Rusia como un enemigo; por lo contrario, los ven como amigos y aliados naturales frente a las potencias occidentales, que construyeron su exclusivo y excluyente 'primer mundo' a costa del saqueo de sus riquezas y la esclavización de su gente. Como la especialidad del Departamento de Estado de los EE.UU. no son el comercio internacional y la búsqueda de acuerdos, sino las guerras, las invasiones, las sanciones y los bloqueos internacionales, podemos esperar que haya nuevas tensiones internas y externas en los países pobres junto a las hambrunas, epidemias desconocidas y, por supuesto, nuevas explosiones sociales de lucha 'por los derechos humanos' y 'contra las dictaduras'.
Tal vez un día nos enteremos de las verdaderas causas de la guerra civil en Sudán, recién iniciada y que, como siempre, después de una nula explicación de sus causas inmediatamente es olvidada por los medios. Creo que este es un buen momento para recordar que Siberia es también una enorme tesorería del mundo, incluyendo varios 'metales estratégicos', y gran parte de la cual todavía no ha sido explorada ¿No es allí donde deberíamos buscar una parte importante de la obsesión occidental con Rusia?