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En este Día de la Victoria, mirando como vuelan las grullas

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En este Día de la Victoria, mirando como vuelan las grullas

"A veces me parece que los soldados

Que no volvieron de los campos ensangrentados

No se quedaron bajo nuestra tierra

Sino se convirtieron en grullas blancas

 

Desde aquellos tiempos hasta estos días 

Siguen volando y nos hacen oír sus voces

¿No será por eso que tantas veces tristemente

Nos callamos, mirando a los cielos?",

Dice la letra de una de las canciones más hermosas que hay sobre esta guerra, que nunca será la Segunda Guerra Mundial, sino la Gran Guerra Patria para nosotros, los que nacimos y vivimos en lo que alguna vez fuera la Unión Soviética. Las palabras son de Rasul Gamzatov, un escritor y poeta avar, que es un pequeño pueblo de la república de Daguestán, ubicado entre las montañas del Cáucaso ruso. El poema fue escrito originariamente en el idioma avar, que hablan cerca de 800.000 personas, luego fue traducido al ruso para llegar a ser parte del ADN de todos los soviéticos y ahora para ustedes está en español.

No sé si existen palabras que puedan transmitir mejor el sentir de todo un pueblo que literalmente creció y se educó desde la memoria de su mayor tragedia histórica y la mayor victoria de la Humanidad sobre su peor enemigo. El triunfo de la Unión Soviética, cuyos soldados todavía no se dividían en rusos, ucranianos, hebreos, uzbecos, georgianos, avaros u otros de las más de 100 etnias del país internacionalista, costó a su pueblo casi 27 millones de vidas, que no son estadísticas, sino las historias familiares de todos, ya que no hubo familia a la que no tocara la guerra. En la República Soviética de Bielorrusia murieron uno de cada tres y en Ucrania uno de cada cuatro. Por eso nunca dejaremos de pensar ni de hablar sobre esta guerra. Es uno de los puntos cardinales de nuestra existencia en el tiempo y el espacio.

A pesar de una enorme coincidencia entre las maneras de sentir y soñar entre muy diferentes pueblos, hay ciertas experiencias de los cataclismos históricos que son únicos.

Como el genocidio de los indios en las Américas, como la esclavización de los africanos, como la masacre de los armenios en Turquía, como la Gran Guerra Patria de los soviéticos, independientemente de los nombres y el número de los otros países que ahora están en su lugar.

Los medios norteamericanos, que ahora son mundiales desde hace muchísimo tiempo, nos muestran una historia diferente. La participación de los aliados occidentales de la URSS en la guerra contra la Alemania fascista fue muy importante y valiosa, pero nunca decisiva. La ayuda militar y económica a la Unión Soviética nunca fue desinteresada:  fue un negocio que Rusia, como heredera de la URSS, terminó de pagar en agosto del 2006, y la apertura del "segundo frente", cuando norteamericanos e ingleses en junio del 1944 por fin desembarcaron en las costas francesas, se produjo mucho después de que la guerra tuvo un quiebre y cuando el Ejército Rojo ya avanzaba hacia Berlín.

Todas las entregas militares de los aliados a la URSS durante la guerra corresponden a un 4% de la fabricación militar soviética. Sin duda, salvó muchas vidas y acortó la guerra. Pero sin faltar a nuestro infinito respeto hacia todos los soldados de todas las naciones caídos en la guerra contra el fascismo, la decisión política norteamericana de mandar las tropas a Europa, aparte de la lucha contra Hitler, fue motivada por las ganas de impedir el avance del comunismo en el Viejo Continente, dado que los principales héroes y vencedores de los nazis eran los "soldados rusos" (representando a más de cien etnias) y sus banderas rojas. Cuando en 1978 salió una serie documental en veinte partes sobre la guerra, hecha por documentalistas soviéticos y norteamericanos y basada en crónicas de los archivos, en los Estados Unidos tuvo el nombre de 'La Guerra Desconocida'. Muchos seguramente por primera vez se enteraron de que los rusos no eran aliados de los alemanes. Muy lamentablemente, gran parte de las nuevas generaciones en Occidente ya no conoce prácticamente nada de esta historia, y no es casual.  

La explicación que se le debe a los jóvenes no es tan compleja, pero requiere de la destrucción de algunos mitos inculcados. Por ejemplo, que no fue una guerra entre Alemania y Rusia o entre los comunistas y los fascistas. O sea, sí, pero no fue sólo eso: fue el mayor enfrentamiento de la humanidad contra su mortal enemigo y la lucha no fue por el triunfo o la derrota de uno u otro país, sino por salvar la vida.

A la Unión Soviética, que entonces era el primero y único país socialista del mundo, le tocó ser la vanguardia de los pueblos en esta guerra de todos. La infinita bestialidad de los nazis podía ser contrarrestada sólo con la gran capacidad de sacrificio y entrega de un pueblo guiado por el sueño (o la utopía, si prefieren) comunista.

Más allá de los inevitables errores, tropiezos y fracasos, la URSS levantaba sobre el mundo la bandera de la más humanista de todas las sociedades. Buscaba la puerta hacia el futuro desde los valores de lo comunitario y lo colectivo, desde un amor desinteresado hacia el prójimo. Las otras sociedades, basadas en el individualismo y donde la desigualdad social era parte natural del paisaje, no pudieron detener al fascismo. Fueron arrasadas. Nuestros abuelos y bisabuelos peleando y muriendo no lo hacían sólo por su país o sus familias, sino también por toda la humanidad. Daban sus vidas convencidos de que la derrota del fascismo sería total, mundial y definitiva y la libertad de los pueblos se haría una realidad cercana. Nuestros abuelos y bisabuelos ingenuos, generosos, anónimos… Y nosotros ahora no pudimos cumplir con ellos.

Sabemos, y no es propaganda de Putin, que en muchos países europeos, que tanto tiempo creíamos "civilizados" y hasta "avanzados", las banderas de la victoria sobre el fascismo están prohibidas.

Los monumentos a nuestros muertos, liberadores de los pueblos del fascismo, a diario se destruyen y sus tumbas se profanan por órdenes de las autoridades políticas, que obedecen a las autoridades militares que dependen de las autoridades económicas. Si alguien todavía tiene dudas respecto a los responsables y los beneficiarios de la tragedia que vive Europa, que se fije por favor en la guerra de los símbolos históricos. ¿Quiénes fueron los que primero hicieron, declarando oficialmente "el fin de las ideologías", el gran trabajo ideológico de "igualar" el comunismo con el nazismo y a la URSS con la Alemania de Hitler? ¿Quiénes después, dentro de sus políticas de "tolerancia", impusieron a las nuevas generaciones la idea de que "el nacionalismo y el nazismo no son lo mismo" desde la perversa lógica formal de que la crisálida, la oruga y la mariposa tampoco son lo mismo?

Este 9 de mayo, día sagrado de la Gran Victoria de nuestros antepasados sobre el fascismo, es para recordarnos que debemos volver a luchar.  El fascismo y el neoliberalismo ahora no sólo dejaron de ser aliados y se mutaron en uno solo, no sólo matan, destruyen y saquean, sino que también dominan los medios del mundo, formateando nuestra imaginación y recuerdos. La principal y única arma infalible que no tiene el enemigo y que heredamos de nuestros heroicos abuelos es el amor por el ser humano. Ahora, en esta guerra que nos impusieron, debemos aplicarla con todo.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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