La migración como destino y como herramienta
En su ensayo 'Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial', publicado en junio del 1997, el Subcomandante Marcos, vocero y mando militar del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, formado por indígenas rebeldes del estado mexicano de Chiapas, en el capítulo 'Migración, la pesadilla errante', decía: "Con nombres distintos, bajo una diferenciación jurídica, compartiendo una igualdad miserable, los migrantes o refugiados o desplazados de todo el mundo son «extranjeros» tolerados o rechazados. La pesadilla de la migración, cualquiera que sea la causa que la provoque, sigue rodando y creciendo sobre la superficie planetaria. El número de personas que estarían en el ámbito de competencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) ha crecido desproporcionadamente de algo más de 2 millones en 1975 a más de 27 millones en 1995".
Según el mismo ACNUR, solo en 27 años, en junio de 2022 ya había en el mundo 103 millones de personas "desplazadas por la fuerza, que tuvieron que abandonar sus hogares debido a persecuciones, conflictos, violencia y violaciones a los derechos humanos".
En su texto, Marcos sigue: "Destruidas las fronteras nacionales (para las mercancías), el mercado globalizado organiza la economía mundial: la investigación y el diseño de bienes y servicios, así como su circulación y consumo, son pensados en términos intercontinentales. Para cada parte del proceso capitalista, el «nuevo orden mundial» organiza el flujo de fuerza de trabajo, especializada y no, hacia donde lo necesita. Lejos de sujetarse a la «libre concurrencia» tan cacareada por el neoliberalismo, los mercados de empleo están cada vez más determinados por los flujos migratorios. Tratándose de trabajadores especializados, aunque poco en comparación con la migración mundial, este «traspaso de cerebros» representa mucho en términos de poder económico y de conocimientos. Pero, sea de fuerza de trabajo calificada, sea de simple mano de obra, la política migratoria del neoliberalismo está más orientada a desestabilizar el mercado mundial de trabajo que a frenar la inmigración".
Al principio del siglo XXI, en las naciones más pudientes del mundo, y sobre todo en Europa, el fenómeno de la migración masiva fue la parte más visible en el inicio de la nueva etapa de globalización. Millones de seres humanos, huyendo de las nuevas guerras desatadas por los países ricos en los países pobres, o de las dictaduras tercermundistas instauradas allí por las democracias (todavía) del "primer mundo". El periodo inicial de la llegada masiva de migrantes coincidía con la etapa final de la destrucción del Estado protector en esos países, puesto que con la desaparición del campo socialista como alternativa política al capitalismo y el avance de las reformas neoliberales, impulsadas por los bancos y las corporaciones internacionales, la inmintente caída del nivel y calidad de vida en los países acomodados ya era algo inevitable.
La llegada de millones de migrantes en ese momento resolvía un gran problema: regalaba al sistema neoliberal un chivo expiatorio para desviar la atención de los trabajadores a los verdaderos culpables de sus problemas y dirigía su descontento de la peligrosa posibilidad para el sistema que significaría el fortalecimiento de los movimientos de izquierda y anticapitalistas hacia los grupos de ultraderecha, que convertían el nacionalismo y la lucha contra los migrantes en su bandera.
A los musulmanes del siglo XXI en Europa se les preparó el rol de los judíos en Alemania de los años 30 del siglo pasado.
Para reforzar el éxito, el sistema también neutralizó algunas fuerzas y partidos de izquierda, comprando sus agendas o sus líderes y ofreciéndoles el mejor y más irreverente discurso "antisistema", siempre y cuando no tocara, por supuesto, sus intereses y sus capitales. Los pablo iglesias y los slavoj zizek no aparecieron de la nada; fueron prolijamente elaborados como el principal salvavidas de un neoliberalismo que ya se ahogaba en un mar de sangre y mierda.
En eso ayudó también la cobardía de la izquierda burguesa, que desde la comodidad de sus barrios de clase media (de clase media y arriba), no quiso ver los problemas de los suburbios marginales a donde llegaban los migrantes, muchas veces arrastrando a cuestas la tremenda carga del resentimiento y violencia de sus mundos. Esta izquierda prefirió no ver la compleja realidad, conservando su discurso "políticamente correcto", mientras la ultraderecha populista entró en los barrios pobres, vio problemas y los interpretó con su discurso chovinista, sumando a sus filas a gente ignorante y desesperada.
La lucha contra la migración, como todo, es un show.
En una de sus entrevistas, el periodista catalán José Miguel Villarroya expone su visión de esta problemática, que me parece formidable. Estos son algunos de sus planteamientos (no es literal, pero estas son las ideas):
"España le dedica unos 123 millones de euros a Marruecos para frenar la inmigración, pero este dinero es destinado para pagarle al rey, que es uno de los principales responsables de que los marroquíes vivan en la miseria y por eso tengan que salir".
"Traen migrantes porque al mercado le conviene. Ellos aceptan cualquier trabajo, porque tienen mucha necesidad. Llegan sin papeles y sin derechos y trabajan por lo mínimo y en las peores condiciones, para que los empresarios se hagan multimillonarios gracias a la miseria de esta gente".
"Ahora está de moda acusar a los migrantes por las bajas pensiones de los jubilados. Dicen, que porque los migrantes cobran poco y pagan a los fondos de pensiones muy poco, hay poco dinero para las pensiones de los jubilados. Pero los jubilados ya pagaron sus pensiones. ¿Dónde está ese dinero? ¿Cuál es la culpa que cargan los migrantes que no tienen nada que ver con esto? Desde arriba quieren enfrentar a la gente de abajo".
Además, existe una doble vía de migración.
Mientras los trabajadores migran de los países pobres, para salvarse de la miseria, las empresas de los países ricos migran a los países pobres para aprovecharse de la miseria que existe allí y así bajar los costos, con el fin de ser "competitivos".
Ni siquiera toquemos el profundo impacto que tiene este tipo de migración, que destruye las culturas nacionales y los arraigos a la tierra, a su historia, porque nunca llegan completamente a ser integrados en los nuevos países, ya que viven sin aprender sus idiomas y en condiciones de exclusión y racismo, en especies de guetos, que cría parias y gente sin amor ni por el lugar que dejaron ni por el nuevo al que llegan.
Creo que hoy no existe otro mejor espejo de la crueldad y del cinismo del sistema neoliberal planetario que esta pesadilla errante llamada Migración.
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