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Buscando nuestras huellas perdidas

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En el espejo curvo de los conceptos mediáticos, desde hace décadas el sistema mundial capitalista instaló dos falsas ideas: la de la 'izquierda progresista' y la de la 'derecha conservadora'. La concentración de la mentira y la manipulación es tan alta que debemos revisar con lupa prácticamente cada letra.

¿Desde qué momento consideramos la degeneración y la decadencia humana sinónimos del progreso? ¿Qué relación tienen con el antiguo ideario izquierdista de la justicia social? Cuidado, no hablo aquí de la orientación sexual ni del credo religioso, que deben ser respetados sagradamente. Llamo 'decadencia' a una serie de conductas antisociales y profundamente egoístas de las personas adultas, basadas en una infantil y errónea comprensión de la libertad, como la posibilidad de actuar "como me dé la gana", más allá y por encima de los otros. Una incapacidad de respetar a los demás y sus diferencias con ellos. Por ejemplo, no se puede defender la educación laica y libre del control de la iglesia y a la vez invadir un templo para hacer un concierto rock despreciando y burlándose de los sentimientos de los fieles. Creo que ni siquiera se deberían explicar estas cosas tan obvias, que son de una mínima educación.

Y entonces… Lo que hoy nos vende el sistema normalmente como 'la izquierda', es una ideología que desde hace décadas dejó de luchar contra el capitalismo, que se suponía que era su principal adversario. Y en la medida que abandonó su principal deber ético y político, esta 'izquierda' cada vez más empezó a mostrar su faceta absolutamente contraria: un individualismo extremo y un amor total por el dinero y los cargos políticos, dentro del sistema que se suponía había sido sostenido por sus adversarios políticos de siempre. Que alguien de nuestros críticos tan acostumbrados a citarnos a los clásicos del marxismo nos enseñe alguna frase de Marx donde se indique que los revolucionarios deben formar parte de los gobiernos capitalistas e incluso de los imperios neoliberales.

La izquierda histórica, la verdadera, luchando por un cambio social de verdad, nunca ha defendido el derecho a ser individualista, drogadicto, suicida o deportista sexual. Luchó por la familia, por los niños, por su acceso a la educación y a la cultura y por una formación humana con un sentido social y ético.

Los (y las y les) gobernantes 'progresistas', siendo los mejores gerentes del sistema que los contrató, en su afán populista, y para fingir que están al lado del pueblo, que gracias a sus reformas neoliberales en la educación es cada vez más ignorante (casi tan ignorante como ellos mismos), muestran esta 'cercanía' por medio de la ordinariez, la decadencia y su mal gusto. Desde Boris Johnson y Sanna Marin hasta la mismísima Kamala Harris, que cuando aparecen en público 'enfiestados' no es ningún descuido, es parte de la construcción de su imagen íntima, humana e informal, como 'cercana a la gente', siempre y cuando los pueblos ya no busquen nada, aparte del pan y circo. Dentro de lo que entendemos como este 'circo', buscan ofrecer la libertad de las drogas, de la sexualización prematura de los niños y de la normalización de la locura. Todo esto se le presenta a la chusma como ideario de 'la izquierda liberal progresista' contra 'el conservadurismo de la derecha retrógrada', aunque la gente con identidades y convicciones propias se horrorice con todo esto. La máxima expresión de este tipo de 'liberalismo y progresismo' será Yeltsin, borracho, bailando en los Estados Unidos, mientras su país, liberado del 'imperio del mal' soviético, se caía a pedazos.

¿Quién en su sano juicio pretenderá construir un futuro humano digno drogándose "porque tenemos derechos y somos libres"?

¿Alguien vio alguna vez borrachos a Lenin o a Fidel? ¿Quién en su sano juicio pretenderá construir un futuro humano digno drogándose "porque tenemos derechos y somos libres"? A una persona libre simplemente no se le ocurrirá. Y una persona realmente ocupada en las labores políticas para cambiar el mundo no tendrá ni tiempo ni energía para las prácticas del 'hedonismo', que además es un cuento barato de la literatura porno y una miseria sentimental.

La Unión Soviética, un país socialista y oficialmente ateo, era bastante conservador. Seguramente, demasiado conservador, desde su raíz campesina y provinciana. Tan conservador que en la primera publicación de 'Cien años de soledad' de Gabriel García Márquez al libro le faltaron varias páginas de las escenas eróticas, que el editor estatal simplemente no quiso imprimir. En uno de los primeros 'tele puentes' entre los ciudadanos norteamericanos y soviéticos a principios de la perestroika, una trabajadora rusa dijo con orgullo a los interlocutores que "nosotros en la Unión Soviética no tenemos sexo", una frase que pronto se convirtió en un meme nacional de entonces, pues se le editó el resto de la frase: "No practicamos el sexo, sino el amor".

Pasaba algo curioso, no teníamos sexo, pero en nuestras familias hubo muchos más hijos, la población crecía. Siendo estudiantes y descubriendo el mundo, sabíamos de la existencia del 'Kamasutra', que no podía ser publicado por razones de nuestra pudorosa censura, pero entre nosotros circulaban las subversivas copias caseras de las traducciones, también caseras, del libro, que después de ser leído, estudiado y, con algo de suerte, practicado, después, con la más generosa de las complicidades, se le entregaba al compañero que pacientemente esperaba su turno. En el socialismo el sexo no era publicitado, pero parece que fue mucho mejor; teníamos más tiempo y menos estrés. Además, creo que la gente reservada y algo pudorosa tiene más imaginación y sabe disfrutar mejor. Y hablando de represión (ya que se trata de la URSS), si eras comunista y tu mujer descubría que tenías una amante y se quejaba al Partido, te podían echar del Partido. Siendo infiel faltabas al "Código moral del constructor del comunismo" que estudiábamos desde la escuela. Y tener aventuras extramaritales o, en general, mentir, no estaba bien visto, ni entre amigos de confianza. Todavía soñábamos con ser buenas personas.

Si desde las realidades soviéticas volteamos a mirar los movimientos revolucionarios (todavía) latinoamericanos de los 60 y los 70 e incluso sus juventudes, veremos algo parecido. Drogarse y emborracharse estaba mal visto, era incompatible con la moral del hombre nuevo. Se valoraba ser honesto, culto y estudiar mucho. A la gente que lo hacía no se les llamaba todavía 'conservadores'.

La derecha no es quien nos puede dar clases de moral y amor

Con la derecha 'tradicional' es bastante más fácil. Es imposible defender 'los valores familiares' justificando el modelo capitalista que, como su propio nombre indica, tiene como valor supremo el dinero. Las revoluciones sociales, violentas y pacíficas, que en el transcurso de la historia cambiaron a las sociedades humanas no fueron productos de la locura o del fanatismo de sus líderes, como nos trata de convencer el poder, sino de la injusticia social y económica y de la lucha de clases de generaciones, por un futuro mejor. La explotación del hombre por el hombre y la competencia de todos contra todos por el control sobre los bienes materiales, como el principal motor y el único sentido de la civilización capitalista moderna, requiere un sacrificio total de cualquier resto de valores humanos, tradicionales o no, y da paso a la destrucción de todas las tradiciones, culturas y religiones, ya que siempre son un obstáculo moral a la inmoralidad del sistema antihumanista depredador. El discurso 'tradicionalista conservador' siempre es una trampa, porque ese mundo idílico bucólico de 'lo perdido' jamás existió e incluso, si realmente hubiera existido, los cambios económicos, tecnológicos y ecológicos actuales, desde hace tiempo quemaron los últimos puentes, imposibilitando el regreso al pasado. La principal característica de las culturas, los pueblos y de las personas es un permanente cambio y evolución que no se puede 'conservar'. La 'conservación' en las 'culturas tradicionales' es la muerte por asfixia. Amando, respetando y defendiendo nuestras tradiciones siempre necesitamos aires y experiencias políticas y espirituales de otros pueblos. Como a nivel personal somos seres colectivos y podemos crecer y desarrollarnos sólo en sociedad y a través de nuestras interrelaciones con otros seres humanos, nuestros pueblos y sus culturas no pueden tener su verdadero desarrollo con los otros, ni siquiera la comprensión de sí mismos, sin el espejo de los otros. Así que la derecha no es quien nos puede dar clases de moral y amor.

Creo que no diré nada nuevo reconociendo que hoy estamos bastante perdidos. Debemos retomar nuestras huellas y recuperar lo nuestro.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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