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El Occidente y sus caricaturas preferidas

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El Occidente y sus caricaturas preferidas

Cuando un ciudadano común de cualquier país de Occidente lee sobre Rusia en la prensa "seria", que desde hace décadas se considera así, se imagina este país bastante especial, seguramente. Un país tosco, descolorido, lleno de miedos y restricciones de todo tipo, donde se reprimen o no se entienden los valores que fueron el máximo logro de la civilización democrática, representada por el "mundo desarrollado", quizás a veces criticado por una u otra cosa, pero siempre moralmente superior a sus rivales. También imaginará un mundo ultraconservador, con una fuerte injerencia de la Iglesia Ortodoxa en todo, una brutal represión a la población homosexual, una retorica guerrerista de los dirigentes y un pueblo sometido, asustado y deprimido, que no se atreve a manifestarse directamente para defender sus derechos y libertades.

Todo esto, sumándole una gran presencia militar y policial, manteniendo el orden y la obediencia en un país en guerra. Colores grises, retraso tecnológico, gente empobrecida y mucho miedo a relacionarse con los extranjeros. Las noticias de hoy, de un hoy que empezó mucho antes del 24 de febrero del año pasado, tuvieron una sólida base en las películas de Hollywood de todos los tiempos, donde los rusos son los más villanos, los más crueles, los más fríos y para humanizarlos un poco, a veces se ponen graciosos cuando se emborrachan y se ponen a cantar o bailar, tornándose además estúpidos y repugnantes.

Pero si le ponemos un poco de atención, nos daremos cuenta fácilmente de que los rusos en el discurso hollywoodense son lo mismo que cualquier latinoamericano o musulmán, solo que más rubios, altos y robustos, aunque su principal característica, la maldad, es fácilmente transferible a otros pueblos intrínsicamente viciosos y enemigos de los valores democráticos.

Por eso es tan divertido observar a los amigos extranjeros que llegan a Rusia por primera vez, o por lo menos después de muchos años de ausencia. Su primer shock cultural suele ser encontrarse con un uniformado de la policía internacional en un aeropuerto que, imagínense, ¡sonríe, hace chistes y se comporta como si fuera un ser humano! Después un tren rápido a la ciudad, que los rusos pagan (como casi todo) desde las aplicaciones en sus teléfonos móviles, un paisaje urbano muy tranquilo y limpio, a pesar de los poquísimos policías en las calles, una que otra pareja del mismo sexo que se comporta como cualquier otra en cualquier capital occidental y que no llama la atención especial de nadie, los parques llenos de niños jugando y adultos románticos, contemplativos o despreocupados caminando entre los árboles. Y lo otro sorprendente, que mucha gente no es ni rubia, ni eslava ni ortodoxos.

Una persona que llega a Rusia ve una sociedad sumamente diversa, mezclada, multicolor, donde se puede encontrar de todo, excepto uniformidad.

Los monumentos, los nombres de las calles y las plazas son la mezcla claramente ecléctica entre los héroes de la revolución socialista, los nobles de diferentes épocas del zarismo, escritores y poetas de todas las tendencias del mundo y los pensadores anarquistas, monarquistas y demás, en medio de iglesias ortodoxas, mezquitas musulmanas y tablas conmemorativas de los grandes ateístas y anticlericales, muchos de quienes fueron amigos de famosos curas o destacados místicos.

Otra sorpresa que espera al visitante principiante de Moscú, es el funcionamiento del transporte público urbano, que es prácticamente ideal en comparación con cualquier capital del mundo, y un envidiable nivel de seguridad que permite andar por cualquier parte y a cualquier hora bastante descuidado y desprevenido. Sé que para la mayoría de los habitantes del mundo real esto suena bastante exagerado, pero siento que incluso lo suavizo.

Es sabido, que en todas las guerras de la historia, el primer paso hacia la destrucción del enemigo es su deshumanización.

Desde la creación de la abominable imagen del judío por los medios de comunicación de Alemania nazi y pasando por la "Radio Televisión Libre de las Mil Colinas" en Ruanda, que promovió el odio y el racismo desenfrenados hacia los tutsis, que abrió las puertas a un genocidio del 70 % de su población en el país y que el mundo civilizado evalúa groseramente con un "entre 500.000 y 1.000.000" de personas, revelando así el desprecio por la vida de un africano, donde 500 o 1.000 o un millón, les da lo mismo a los dueños de la patraña oficial de los "Derechos Humanos". También da lo mismo si son rusos, colombianos o vietnamitas. Los medios de comunicación han sido la vanguardia de los Ejércitos asesinos.

Así también, los medios de la "izquierda crítica", cuyo "amplio criterio" abre las puertas de par en par para su financiamiento corporativo, atacan a Bolívar para debilitar a la revolución venezolana, que a pesar de todos sus defectos y problemas, le ha demostrado a América Latina y sobre todo a sus "gobiernos progresistas", cada uno más cobarde y más sumiso que otro, que la exitosa resistencia al imperio del norte es posible. Así, sin tener la idea más mínima de las realidades internas de la sociedad iraní, y sin el más mínimo interés de comprenderlas de una forma abierta y desprejuiciada, cientos de grupos seudo feministas y seudo defensores de derechos humanos, por encargo de los Gobiernos de los EE.UU. y de Israel, que se disponen a invadir a Irán, para tomar el control de sus campos petroleros, reproducen las narrativas que deben desestabilizar su régimen soberano.

En el discurso mediático de las grandes cadenas informativas no existen espacios para la defensa de las causas justas, buenos deseos para mejoras de unas u otras cosas en países lejanos, ni mucho menos piedad por sus habitantes. Funcionan como instrumentos de intromisión, control e injerencia, según los poderosos que los financian. Como todas las sociedades y los países del mundo tienen errores, defectos, contradicciones y problemas sin resolver, con un trabajo mediático profesional, cualquier tema puede convertirse en una acusación grave y cualquier gobierno que se atreva a ser independiente merece su respectiva condena internacional.

La protección de la familia y de la infancia por el Estado ruso y la lucha contra la sexualización de los niños, de hecho muy apoyada por la mayoría de la población, es presentada por los medios occidentales como un "ataque a los derechos humanos", de esos mismos que exigen la absoluta "libertad" para realizar todas sus fantasías en cualquier espacio público. La convivencia pacífica entre varios credos religiosos y cientos de grupos étnicos en la Rusia de hoy es un peligroso ejemplo para las sociedades decadentes, que declaran la "tolerancia" como la forma de una hipocresía institucionalizada.

Mientras algunos ven la libertad en la experimentación con las drogas, la locura y el desenfreno sexual que reflejan una profunda falta de afectos, soledad y sinsentido generalizados, Rusia y otros países, presentados por los medios occidentales como "conservadores" y "poco libres", buscan profundizar en la búsqueda de su identidad cultural, el desarrollo de su conocimiento, su mundo espiritual, el fortalecimiento de los valores comunitarios y la posibilidad de un futuro diferente del que se impone desde fuera y que se parece tanto al pasado. De ninguna manera quiero decir que las sociedades acosadas por el Occidente son ideales y que no tienen nada que cambiar o mejorar. Toda sociedad humana debe aprender, rectificar y avanzar. 

Pero los países no son juegos de piezas para desarmar y armar. Los pueblos tienen el derecho y el deber de decidir los cambios que quieran, desde su propia necesidad e historia, y cualquiera que busque convertir a su país en una copia de otros (la que además sólo suele alcanzar a ser una caricatura), es enemigo del futuro.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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