En el claro de la Luna
No sé si alguna vez ha existido un poeta, en cualquier lugar o época, que no se hubiera inspirado por lo menos una vez en la luz de la Luna. Por las lunas de León de Greiff y de García Lorca, de todas las culturas antiguas del ser humano, de la ciencia ficción moderna y de las del eterno juego de cada noche entre la luz y la sombra, el siglo pasado supimos también, que era el primer peldaño de la humanidad en su camino al espacio. Un camino obligatorio e inevitable.
Este 11 de agosto, después de una lamentable pausa de casi 50 años en este tipo de misiones, Rusia lanzó una estación interplanetaria Luna-25 que tenía como objetivo llegar al polo sur de la Luna en búsqueda de los indicios de vida orgánica y agua, un elemento imprescindible para el futuro avance humano hacia lo infinito del cosmos. Millones de rusos y de otros terrícolas, extrañando las buenas noticias, seguían el vuelo de la nave con un gran cariño. No era solo un experimento científico, era más un sueño por recuperar nuestros sueños.
El proyecto espacial ruso trazaba muy arriba sobre nosotros los contornos de otros tiempos y mundos. Era un intento más de escapar hacia un futuro en el que no habría ni países ni nuestras costumbres prehistóricas de competir con el vecino. El genio de la ciencia soviética y la rusa, multiplicado por el trabajo de miles de especialistas, estaba llevando este sueño hasta el polo lunar como un presagio o una profecía de grandes y positivos cambios para la Tierra.
Para un país al que están tratando de borrar de la faz del planeta por más de 14.000 sanciones y las millones de 'fake news', su decisión de lanzar una importante misión espacial era una verdadera hazaña científica y política, y Rusia merecía tener éxito. Por eso, con tanta tristeza nos enteramos de la falla técnica que, solo dos días antes del alunizaje programado, interrumpió el vuelo de la estación hacia su objetivo.
Pero siento que no existe nada más dañino y enfermizo que ocultar las derrotas, desviando la mirada hacia cualquier otra cosa insignificante y alardear únicamente de las victorias. Incluso desde el punto de vista propagandístico, estas actitudes funcionan justamente al revés, como una antipropaganda, la que sólo despierta un sentimiento de lástima.
Ni en la Tierra ni en el espacio hay caminos sin errores, derrotas y caídas
Son las únicas y más importantes lecciones que nos permiten avanzar. Por eso reitero mi más sincera admiración por la fallida misión Luna-25. Si existen los triunfos que son una derrota, esta es una derrota con sabor a triunfo.
Por si alguien no lo ha entendido o no se ha dado cuenta, el cosmos somos nosotros mismos. Al otro lado de la atmósfera, igual que bajo la piel de cualquier color, terminan todas nuestras nacionalidades y todo lo superfluo, impuesto e inculcado. Dentro y fuera de nosotros existe ese infinito que tenemos que descubrir constantemente, tropezando siempre con las inmensidades aún mayores.
Nuestro viaje hacia el cosmos son las luchas genéricas de la humanidad en su necesidad de crecer en el sentido más verdadero de esta palabra, algo totalmente imposible desde el interior de un sistema capitalista primitivo. La actual tiranía mundial del dinero está limitada únicamente por las leyes terrestres, y su depreciación en los espacios más abiertos está garantizada por el infinito, donde imperan fuerzas completamente diferentes. Aún no tenemos las palabras, las notas ni los colores para una conversación adulta sobre lo esencial. Pero la posibilidad de este reencuentro con la luz se oculta en el negro abismo de las alturas que nos rodea. No estamos solos en este espacio, pero antes y para superar nuestra soledad cósmica exterior, primero debemos aprender a encontrarnos en los mundos que nos habitan.
Es el momento de recordar que gracias a nuestros vuelos espaciales miles de niñas recién nacidas, de los países pobres del mundo, recibieron el nombre de Valentina, y algunas de ellas ya tenían hermanos mayores, Yuri. Es la hora de recordar que fue un hijo de campesinos soviéticos, Yuri Gagarin, quien fue el primer ser humano que rompió el cascarón del oxígeno terrestre y al mirar hacia el Universo, vió dentro de cada uno de nosotros.
Lo más impresionante es que el más romántico y el más poético de nuestros sueños va unido a las tecnologías más avanzadas, esta vez creadas no para matarnos con mayor eficiencia, ni para manipular nuestras mentes en beneficio del señor Mercado, sino para avanzar como especie. Es decir, para el único objetivo inteligente. Hoy algunos muy graciosos que nos dicen que las altas tecnologías modernas son el mérito exclusivo del sistema capitalista. La mejor respuesta a esto, es un meme latinoamericano de hace años: "Por supuesto que los comunistas no podemos usar tecnología. Está en el Manifiesto. Recuerden que Yuri Gagarin fue al espacio en un canasto de mimbre".
Y respecto a las fallas técnicas, el experto militar ruso Ilia Kramnik en su canal de telegram escribe: “…La experiencia soviética muestra que es necesario lanzar mucho y con frecuencia. Desde 1958 hasta 1976, 45 estaciones interplanetarias automáticas soviéticas fueron lanzadas a la Luna, 31 lanzamientos fracasaron por varias razones, desde un accidente del vehículo de lanzamiento hasta errores que ya estaban en la órbita de la Luna… Además, el porcentaje de fracasos se mantuvo alto en las etapas posteriores. Si tomamos la tercera generación de las estaciones interplanetarias automáticas lunares soviéticas, E-8, entre 1969 y 1975 se lanzaron 16 estaciones. Hubo seis intentos exitosos, uno fue parcialmente exitoso, y nueve terminaron con la pérdida de aparatos…”. Las estadísticas de otros países son similares. Es el costo inevitable, los sueños más elevados siempre son los más caros.
Mientras escribo estas líneas, la misión espacial india Chandrayaan-3 se acerca al polo sur de la Luna, para iniciar su descenso. En caso de éxito lo celebraremos como un triunfo de todos. Y si no, los nacidos bajo este cielo igual seguiremos soñando e intentándolo.
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