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Javier Milei y los turistas rusos

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Javier Milei y los turistas rusos

Buenos Aires es una ciudad increíble. Es el único lugar del mundo donde todas las noches huele a bife chorizo, tentando a cualquier vegetariano perdido, y por las mañanas a soledad y naftalina, como si la luz del día hiciera notar las múltiples arrugas de su atrevida belleza, tan glamorosa y fatal de sus tiempos pasados. El año previo a la pandemia, por primera vez, sentí a Buenos Aires como una ciudad triste, empobrecida, descuidada, abandonada, agotada de tantas promesas incumplidas. Seguramente como en todo, aquí hay una mezcla de varios factores, pero analizando el actual desastre desde el punto de vista económico, tomemos en cuenta también el importantísimo aspecto sicológico.

Los argentinos, que durante buena parte del siglo pasado gozaron de un relativo bienestar regional y fueron vistos con envidia por los vecinos, ahora se cansaron de tanta pobreza. La famosa "clase media" argentina no existe más, ni siquiera en la mitología o mitomanía local.

El Estado protector y subsidiario de los gobiernos kirchneristas no pudo revertir la lógica neoliberal del modelo económico, y no supo construir otros modelos culturales. Por eso, la dependencia total del país de los mercados financieros, en el momento de la mayor crisis internacional inducida, hizo derrumbar tantos sueños y esperanzas.

Creo que, más allá de cualquiera de sus diferencias políticas, esta sensación de desasosiego e incertidumbre en una u otra medida la vivieron todos los argentinos y varios de quienes mantenemos un estrecho contacto con este maravilloso país.

Los que se sentirían muy sorprendidos por estas palabras, si pudieran leerlas, son algunos rusos que en estos últimos meses optaron por Argentina como su nuevo domicilio. Seguramente ellos vieron muchos videos en Youtube sobre las maravillas de la vida en Argentina. Viajan para disfrutar y exigir, más o menos, lo mismo que se acostumbraron a hacer en Rusia. Cuidado: a diferencia de la prensa libre y democrática mundial que no está "parcial o totalmente sujeta al control editorial del gobierno ruso", no hablamos aquí de los rusos en general, "que son así porque sí", sino de una categoría muy especial de esos rusos, que no son muy rusos que digamos, y los que "avergonzados" de su patria o de su historia, por la actual situación de riesgo de su país, prefieren ir a buscar su felicidad en otras tierras. Y están en su legítimo derecho, al igual que nosotros los que estamos con nuestro derecho de opinar sobre ellos, tan legítimo como sus derechos a migrar.

Muchos de ellos tienen recursos para encontrar las islas del glamour acostumbrado como para sentirse en su salsa, que no hay gran diferencia en el bienestar que se vive entre los barrios ricos de Buenos Aires y los barrios ricos de Moscú. Y exigen la comprensión y la ayuda del Estado argentino tal y como lo prometieron los videos de Youtube. Están molestos de no ser los primeros en la fila para obtener las ayudas gratuitas del Estado argentino, y mucho más molestos por encontrarse en las mismas filas, con estosindios paraguayos y bolivianos que perdieron el respeto por el hombre blanco. Y como todos los racistas y clasistas del mundo, suelen ser tan ignorantes, que no saben qué tierra están pisando.

Sin saber nada de la política argentina ni latinoamericana, ni derecho a voto, muchos de ellos ya tienen su preferencia electoral. Estos turistas que no son ningunos turistas aman a Milei. No son turistas porque vienen a quedarse, porque Argentina está lejos de Rusia, porque necesitan democracia y nuevas oportunidades, porque todas sus vidas en Rusia, también fueron turistas en su propio país, porque todavía no hablan español porque lo que les encanta es el inglés, porque no tienen ni idea de qué es Argentina o Latinoamérica y parece que no les interesa tampoco saberlo. Pero eso sí, aman a Milei porque saben que este candidato presidencial es como uno de ellos, porque es el mejor defensor de su mundo perdido, porque dijo que echaría de Argentina a los chinos y no haría negocios con Putin ni con ningún comunista, porque su misión es defender la libertad. Menos mal que no tendrán derecho electoral todavía. No importa que no sean muchos, el ruido que ya causaron en los medios argentinos es notable. Su debilidad por Milei es su mejor autorretrato.

No ahondaremos aquí ni en las propuestas políticas o económicas de Javier Milei, ya que no soy siquiatra.

Me preocupan y me duelen los más de 30 % de votos por su candidatura, que corresponden a un claro y evidente porcentaje del fracaso de la democracia argentina y al gran triunfo de la imbecilidad humana universal.

En realidad, no nos importa mucho Milei. Obviamente, será usado por todos los políticos corruptos como un mal menor para que sus miserias políticas y humanas parezcan, al lado de Milei, "un bien absoluto". Es el mismo chantaje repetido por las élites de continente en continente. Es muy básico, pero funciona. Lo mismo hizo el legítimo, torpe y corrupto presidente ucraniano Víktor Yanukovich abriendo de par en par la puerta electoral a los nacionalistas de ultraderecha, para verse al lado de ellos como "un bien". Aunque calculó mal (todas las élites modernas no suelen sentir los cambios y siempre calculan mal); no llegó a las elecciones y facilitó un golpe de Estado nazi. Ninguno de los políticos argentinos piensa ahora que Milei puede ganar las elecciones en la primera vuelta, pero todos, para conseguir votos, dicen que el riesgo es real. En esta situación, gane o no Milei las elecciones, Argentina siempre pierde, retrocediendo mucho o retrocediendo un poco.

Los rusos que llegaron a Argentina para amar a Milei, sin saberlo, están representado al nuevo logro del antihumanismo globalizado. Personas absolutamente desvinculados de la historia, de la cultura y valores colectivos, una verdadera internacional del individualismo extremo, sin lugar para ninguna expresión de solidaridad o compasión humana. Todas esas falencias son compensadas con creces por la ignorancia, la arrogancia y el desprecio hacia el otro.

Los medios que hoy fingen estar horrorizados con el personaje de Milei y su creciente popularidad son los mismos que sembraron esta cosecha cultivando ignorancia, mal gusto y anticomunismo como base ideológica de cualquier nuevo pensamiento.

La propuesta social de la "civilización occidental" para este turbulento inicio del siglo XXI es solo Milei, ya que cualquier articulación de ideas más complejas ya no se entiende masivamente. El cinismo dejó de ser algo repudiable y acabó convirtiéndose en un sinónimo de inteligencia. O si los amantes del folklore lo prefieren, "la viveza criolla" y la ordinariez son percibidas ahora como la gran "cercanía a las masas". Justamente estas fueron las clases de neoliberalismo que se impartieron en todas las latitudes y en todos los idiomas.

Tratar de explicar el fenómeno psicosocial de Milei es una tarea muy fácil y a la vez imposible. Es imposible porque tiene que ver con nuestra parte irracional, que no se guía por razones lógicas. Es una locura latente que de vez en cuando aflora en el comportamiento de las masas supuestamente educadas, se me parece mucho a esos turbios tiempos de Perestroika y "apertura". Y es muy sencillo, porque el personaje de Milei construido por los medios y por los poderes fácticos argentinos apuesta a la desesperación del ciudadano común que está aturdido de tantos problemas económicos y de seguridad, se siente engañado por todos y desde un impulso infantil busca una solución fácil, mágica, externa. Cumple principalmente dos objetivos. Uno es que con el miedo que genera a una parte de la población que es más racional, ésta termina legitimando las políticas de fuerzas tradicionales, que se han desgastado y desprestigiado, precisamente por hacer muchas de las cosas que propone Milei. Por otro lado, tantea el terreno para establecer una dictadura neoliberal, midiendo la capacidad de resistencia ciudadana, por si acaso esa democracia en algún momento se vuelve realmente democrática e incontrolable.

Si alguien necesitara una buena caricatura de nuestros tiempos, yo sugeriría algo simple: un planeta azul hecho pedazos y los rusos antirrusos en fila para convertirse en argentinos antiargentinos que algún día por fin puedan votar por algún Milei que esté a su alcance o cualquiera que sea su nombre.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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