Se supone, o se suponía, que Canadá era un lugar ejemplar. Muchas veces, en varias opiniones de la gente respetable se contraponía la violenta realidad estadounidense a la tranquila y pacífica vecina Canadá. Los últimos acontecimientos nos hicieron recordar el viejo dicho ruso que dice que "en las profundidades más tranquilas habitan los demonios". No sé si alguien se acuerde del escándalo de hace 2 años por el hallazgo de los restos de cientos de niños indígenas en un internado estatal canadiense. Parece que antes nadie sabía que, desde 1863 y hasta 1998, más de 150.000 niños de pueblos originarios fueron separados de sus familias y por la fuerza llevados a internados para "civilizarlos", prohibiéndoles hablar sus idiomas y convirtiéndolos al cristianismo.
Según el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), unos 6.000 niños murieron por las malas condiciones de vida y los abusos que recibieron en estos "nuevos hogares" organizados por el Estado y las iglesias cristianas canadienses. CVR definió esta política del gobierno canadiense como un "genocidio cultural". El Estado se disculpó oficialmente por esta situación. Aquí viene otro dicho ruso que se acomoda muy bien: "Moscú no cree en las lágrimas". Aparte de publicitar aquí una gran película rusa, que si no la han visto, fácilmente la encontrarán en las redes con subtítulos en español (si no ha sido cancelada todavía por su denominación de origen), explico qué tiene que ver esta infame historia con Moscú.
Hace pocos días, otros altos funcionarios del gobierno canadiense presentaron sus habituales disculpas por otro escándalo. Recibiendo al presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, en el Parlamento del país, conocido como Cámara de los Comunes, no se les ocurrió otra cosa que invitar para tan importante evento a Yaroslav Hunka, un anciano nazi ucraniano orgulloso por sus misiones en las filas de los verdugos hitlerianos cuando era joven. Y no solo fue invitado. El presidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, exigió un aplauso a este personaje como un "luchador contra los rusos", y el público, encabezado por el presidente Zelenski y sus amigos del gobierno canadiense, respondieron con una ovación. Existen fotos del mandatario ucraniano en ese momento, con su cara irradiando un genuino placer y orgullo. Seguramente, en su imaginación se mezclaron todos los héroes del mundo civilizado, desde los cazadores de los indios hasta los cazadores de rusos.
Luego las sonrisas de los presentes se fueron acabando poco a poco. Por suerte, la sociedad reaccionó. Primero, fueron las organizaciones judías canadienses, la B'nai Brith Canada y los Amigos del Centro Simon-Wiesental. Estas hicieron pública la información de que este personaje durante la Segunda Guerra Mundial perteneció a la 14.ª División de Granaderos Waffen-SS, unidad de voluntarios ucranianos involucrada en asesinatos masivos de la población civil en Polonia y Ucrania occidental. Antes de dimitir, el ya expresidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, presentó sus disculpas "particularmente a las comunidades judías de todo Canadá y alrededor del mundo". Después llovieron otras palabras de arrepentimiento de muchos otros, incluido el primer ministro Trudeau. Pero Justin Trudeau pronto se corrigió, agregando "creo que va a ser realmente importante que todos nosotros respondamos a la propaganda rusa y continuemos con nuestro apoyo firme e inequívoco a Ucrania".
Aquí tenemos varios elementos importantísimos a considerar.
En primer lugar, el tema del Holocausto, un terrible crimen nazi y sin ningún "pero" que desde hace mucho fue instalado por los medios occidentales en su cultura como un equivalente de un mal absoluto y extremadamente sensible. Esto está muy bien. Pero los nazis no solo mataron judíos, y de eso se sabe mucho menos, si es que se nombra.
Considero que separar a las víctimas judías de las otras es faltarles al respeto a todas las víctimas, incluyendo las víctimas judías. En las cenizas de los campos de exterminio está mezclada y unida toda la humanidad.
Si el arrepentimiento fuera sincero, ¿por qué las disculpas de los personeros canadienses no fueron también para los rusos, comunistas, homosexuales, gitanos y otros grupos humanos exterminados por Hunka y sus compañeros de armas?
En segundo lugar, ¿alguien con un poco de educación y conocimiento de historia, desde Anthony Rota hasta Vladímir Zelenski, realmente podrían no saber en qué "lucha contra los rusos" estaban los veteranos ahora casi centenarios, que encontraron refugio tan lejos del lugar de sus "hazañas"? ¿Realmente no saben o no entienden que la parte vieja de la comunidad ucraniana en Canadá está plagada de nazis declarados y orgullosos?
¿Por primera vez se enteran de que esa "lucha ucraniana para liberarse de Rusia" se libró en alianza o, más bien, bajo las órdenes de Hitler? ¿O es que Hitler para ellos era malo solo por matar a los judíos?
En tercer lugar, el bochorno parlamentario fue posible solo por una total pérdida de cuidado y criterio hasta en las mentiras dentro de la actual desenfrenada guerra mediática contra Rusia. Igual que los medios de la prensa internacional, hace sólo unos pocos años considerados serios y equilibrados en sus publicaciones, ahora se convirtieron en unos verdaderos basureros informativos. Si antes desde los objetivos de la manipulación propagandística se pretendía engañar o confundir al público, armando una sutil combinación entre verdades, semiverdades, mentiras y suposiciones, ahora basta con lo más burdo, sin pruebas, ni razones, ni la lógica se realiza. Se puede mantener una lucha ideológica entre las razones y los argumentos opuestos. Contra el absurdo o la locura es imposible luchar.
Si el argumento antinazi realmente tuviera alguna validez para los líderes occidentales, su clamor de indignación se alzaría al cielo en el momento del derrumbe en Ucrania del primer monumento a los libertadores del mundo del fascismo.
La primera calle o plaza ucraniana nombrada en homenaje a los compañeros en armas de Yaroslav Hunka, los que cubrieron de muertos las tierras europeas, sería una causal de ruptura de relaciones diplomáticas con ese gobierno que lo permite. Sabemos que la historia es totalmente otra, porque ese gobierno pronazi ucraniano se llenó de armas, inversiones, promesas y asesores de Occidente que sigue filmando llorando mientras produce conmovedoras películas sobre el Holocausto. No es esquizofrenia, es hipocresía.
Y en cuarto lugar, el bonito discurso que nos venden hoy de que "la comunidad internacional despertó y no lo permitió" no convence a nadie. Hasta el momento, la comunidad internacional sigue siendo manejada según los guiones de las telenovelas mediáticas, que cada vez son más estúpidas y sangrientas. No confundamos el ajuste de cuentas dentro de las élites canadienses con el despertar de la comunidad internacional.
Y por último y quinto, incluso lo único importante, es que a pesar de todo lo anterior, la humanidad vencerá.