
Los soldados de los bosques de Smolensk: centinelas del tiempo

Por los bosques y barrancos de Smolensk anda la Virgen de la Búsqueda de los Caídos, una virgen cuya particularidad es no llevar velo, pues se lo quitó y se lo puso para cubrir el cuerpo del primer soldado encontrado, hasta que los suyos den con él.
Es la historia que conocí en el museo del Soldado Desconocido en Viazma, una pequeña ciudad rusa, ubicada en la región de Smolensk, la zona de los combates más cruentos de la Segunda Guerra Mundial, donde los infinitos bosques entre Rusia y Bielorrusia, al pasar casi 80 años después de la victoria, siguen diseminados con restos de cientos de miles de combatientes.
En la cultura rusa, la grulla blanca es el símbolo al Soldado Caído. Es la imagen de su alma que se eleva con el triste trompeteo entre su bandada de compañeros, llamando a los que quedaron en tierra. En toda Rusia desde hace décadas existe un movimiento de jóvenes voluntarios que dedican sus vacaciones a la búsqueda de esos soldados, para devolver sus restos y sus nombres a sus familiares y a la historia.

Según las estadísticas oficiales, la guerra contra el fascismo hitleriano dejó 4.455.420 soldados soviéticos desaparecidos. En el museo me contaron que cada año en los bosques aledaños encuentran unos 2.000 restos. No todos tienen sus medallones ni todos los medallones conservan después de tanto tiempo el nombre del soldado. Pero algunos sí, y entonces se hace un minucioso y delicado trabajo en archivos y registros para ubicar a sus familiares.
Las familias, que después de tanto tiempo logran encontrar a sus seres queridos son consideradas "Familias Besadas por Dios". Los jóvenes buscadores cuentan que muchas veces las grullas los ayudan. Cuando están cansados y frustrados después de todo un día de búsquedas infructuosas y ya se preparan para regresar, de repente, ven una, dos o cinco grullas que llegan a un montículo de tierra o al borde de un camino. Ellos marcan estos lugares y cuando vuelven al día siguiente, con la primera luz, buscan y encuentran en estos lugares a uno o dos o cinco soldados, justamente el mismo número de grullas que se posaron allí.
También, entre los restos humanos, una vez encontraron una gran bandera roja impregnada de manchas de sangre. La pericia del laboratorio indicó que en la tela quedaron mezcladas todos los tipos de sangre, revelando así el verdadero grupo sanguíneo del soldado soviético, que era a la vez ruso, ucraniano, bielorruso, hebreo, georgiano, uzbeko y solo así fue capaz de enfrentar a los representantes de la 'raza superior'.
Uno de los desaparecidos hasta hace poco se llamaba Pavel Shkliayev. Antes de la guerra vivía por allí cerca del lugar donde lo encontraron. Su mujer, que lo esperó por más de medio siglo, ya siendo una persona muy mayor, soñó una vez que regresaba su marido, llegaba rodeado de jóvenes y le decía: "¡Mira cuánta juventud te traje!". Cuando ella despertó, creyó que seguramente era la advertencia de que su vida terminaba y que su marido la estaba esperando. Pero pocas horas después, un grupo de buscadores, muchachos y muchachas, tal como en su sueño, tocaron la puerta de su casa para darle la noticia de que había aparecido su marido, "a pocos kilómetros de acá, en el bosque".

La ciudad de Smolensk es una de las más antiguas de Rusia, se encuentra justo en el camino más corto entre la frontera occidental y Moscú. En los pantanos aledaños nace el río que con su historia y geografía une a los tres pueblos hermanos: ruso, bielorruso y ucraniano. Por su ubicación, a la provincia de Smolensk le tocó ser el principal escudo de Rusia, frente a las invasiones desde Occidente, que se repiten de una manera cíclica. En el siglo XVII fueron varias las invasiones de los polacos, en el siglo XIX, la del ejército francés de Napoleón y en el siglo XX la de la Alemania nazi. En la Gran Guerra Patria, estos lugares no sólo fueron los de los combates más sangrientos, sino también donde hubo mayor resistencia del pueblo y, por ende, la represión fascista más bestial de todos los territorios ocupados en Rusia.
Justo frente a los muros de la fortaleza de Smolensk en 1941, fue enterrado el plan de Hitler para Blitzkrieg (la Guerra Relámpago) contra la URSS. Hasta ahora no se sabe el número exacto de las aldeas de Smolensk completamente quemadas por los nazis para vengarse o prevenir el apoyo a la guerrilla soviética que durante años fue la dueña de estos bosques, dicen que pueden ser hasta 300.
La ciudad de Smolensk por su topografía resultó ser ideal para fusilamientos masivos. Está llena de barrancos que hoy están convertidos en parques, con decenas de figuras y placas conmemorativas que recuerdan a los transeúntes que están pisando un territorio de entierros masivos, en donde el número exacto de víctimas nunca será posible determinar. Sólo en Smolensk y sus alrededores fueron masacrados más de 135.000 civiles y prisioneros de guerra soviéticos. En los múltiples campos de concentración de los alrededores, los genios alemanes de la medicina europea hicieron sus experimentos con niños o simplemente les sacaban su sangre para hacer transfusiones a los soldados alemanes heridos. Incluso entre los hallazgos hechos por los grupos de búsquedas de cuerpos, es curioso ver los medicamentos alemanes Aspirina de Bayer, porque "si es Bayer es bueno".
También aquí se ejecutó la brillante Operación de la guerrilla soviética para rescatar a los niños del territorio ocupado y llevarlos al otro lado del frente. Esta historia se conoce con el simple nombre 'Operación Niños'. Matriona Vólskaya, una muchacha de 24 años, maestra de escuela de un pueblo aledaño, en el verano de 1942, estando embarazada en ese momento, salvó de la muerte a 3.225 niños. Sólo con dos mujeres ayudantes organizó una columna secreta de niños, caminando con ellos más de 200 kilómetros por bosques y pantanos. Caminaron muchos días, de preferencia en la noche, divididos en grupos de a 40-50 personas, apoyados por la ayuda logística de la guerrilla, donde estaba el marido de Matriona. Varios de estos 'niños' todavía están vivos, cuentan a sus nietos esta increíble historia que como no aparece en Netflix ni en las redes sociales, casi o nada se conoce en el resto del mundo.

Allí mismo, en una aldea cercana de Smolensk, vivía Mijail Egorov, un sargento ruso que junto con su compañero georgiano Meliton Kantaria izó la bandera roja de la victoria sobre Reichstag el 1 de mayo de 1945. Pocos días antes de la capitulación incondicional de la Alemania nazi. Los que conocían a Egorov cuentan que a pesar del mito sobre su designación oficial para la misión "como representante del pueblo ruso" y la designación de Kantaria "como representante de la nacionalidad de Stalin", la realidad es otra: Mijail Egorov y Meliton Kantaria fueron íntimos amigos de guerra desde hacía tiempo, combatían juntos y en el momento del asalto al Reichstag simplemente les tocó ir a los dos. Dicen que cuando Egorov trepó por los vidrios rotos de la cúpula para instalar la bandera, él se cortó casi por completo los tendones de sus manos y por eso, toda su vida después de la guerra, cuando él estiraba la mano para saludar a alguien, lo hacía de forma vertical, para no horrorizar a nadie con sus cicatrices.
Un día antes de nuestra visita del museo del Soldado Desconocido en Viazma, que también es el centro de las operaciones de búsqueda de los caídos, por la noche, un muchacho de 15 años, vecino de la ciudad, rompió con un martillo el vidrio de sus oficinas y tiró adentro un cóctel molotov. Por suerte, no hubo víctimas, se pudo apagar rápidamente el fuego, pero quedó el olor a quemado. El delincuente fue detenido y confesó que desde Ucrania lo contactaron por una red social y le ofrecieron una buena recompensa por realizar el atentado.
Mientras las élites europeas enloquecidas suben de tono en sus amenazas a Rusia y estudian nuevos planes de guerra, las autoridades de varios países de Europa Oriental están destruyendo los últimos monumentos a los soldados soviéticos que liberaron a sus pueblos del fascismo. Los nazis ucranianos siguen profanando las tumbas de sus abuelos que murieron en la lucha contra sus ídolos actuales.
Pero por los bosques de Smolensk, al igual que ayer, camina la Virgen de La Búsqueda de los Caídos. Ella sabe que ahora son ellos los únicos centinelas del tiempo y del espacio, que a pesar de todo, como ayer, defienden a Rusia y a la humanidad de los horrores del pasado… y del presente.
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