¿Ha actuado la Unión Europea con base en sus principios durante las 'primaveras árabes'?
Antes de que estallaran las 'primaveras árabes', empezaban a correr tiempos difíciles en el viejo continente europeo, con una crisis social y económica galopante y la incapacidad de la Unión Europea de frenar los sentimientos de desapego, frustración y baja autoestima que provocaba y sigue provocando a sus ciudadanos la incertidumbre de un futuro poco prometedor tras años de excesos de la clase política y los banqueros de sus respectivos países. Con el ojo del huracán en Grecia, los analistas euroescépticos más pesimistas preveían incluso la desaparición del euro y la reducción de las instituciones europeas a un mero carácter simbólico, mientras los más europeístas apostaban por una política económica y fiscal elaborada exclusivamente por la Comisión Europea, y una Política Exterior y de Seguridad Común como único camino para crear "Más Europa" en detrimento de los Estados nacionales.
La eclosión de las revoluciones árabes produjo una explosión de júbilo en las altas instancias europeas, ya que permitió desviar la atención y actuó como catarsis liberadora de las tensiones sociales acumuladas. En todos los países de la Unión Europea, y ya sea por ingenuidad, ignorancia, interés o imposición, políticos de todas las ideologías, periodistas de todas tendencias y líderes sociales de todo tipo adoptaron el loable discurso oficialista de lucha legitima de los pueblos por conseguir su libertad, igualdad de sus ciudadanos y la democracia y derechos humanos. La sociedad civil europea se olvidó por unas semanas de sus penas al constatar que nuestros vecinos estaban mucho peor que nosotros. Sin embargo, a pocos extrañó que no se hiciera mención al conflicto palestino-israelí, clave en el devenir político de la región, ni tampoco al islamismo incipiente, fomentado desde hace años por las petromonarquías del golfo Pérsico en toda la región e incluso en Europa.
Por otra parte, parecía que con la caída de los tiranos que gobernaban a nuestros vecinos del sur se presentaba la oportunidad de oro para hacer realidad el viejo sueño de crear una Unión Euro-Mediterránea, que tenía sus orígenes en el Proceso de Barcelona, inaugurado en 1995, cuando los países europeos y sus socios mediterráneos decidieron crear un área de paz, seguridad y prosperidad compartida, algo que ha sido y sigue siendo imposible mientras no se solucione el problema palestino. El proyecto se retomó en 2008 con la creación de la Unión por el Mediterráneo, cuando con gran pompa Nicolas Sarkozy invitó a París a todos los presidentes de la región.
Nicolas Sarkozy junto a Bashar Al Assad y Hosni Mubarak en 2008, el día de firma del tratado por el que se creaba la Unión por el Mediterráneo en París, paradójicamente dos años antes del estallido de las 'primaveras árabes'.
Aunque los miles de funcionarios y tecnócratas europeos que se creen los principios recogidos en los tratados de la Unión Europea y trabajan duro por conseguir una Europa más integrada y más justa, y por ayudar a “construir democracias profundas” y “asegurar el crecimiento y desarrollo inclusivo y sostenible” de nuestros vecinos mediterráneos se pusieron manos a la obra y elaboraron nuevos instrumentos dedicados al apoyo de las transiciones democráticas, el refuerzo de la sociedad civil, la promoción del comercio y el aumento de la movilidad en el Mediterráneo mediante mecanismos de facilitación de visados, dichas propuestas pronto pasaron a ser papel mojado, poco más que simples declaraciones de buenas intenciones que no se pretendían llevar a la práctica.
Durante los dos últimos años, Angela Merkel ha impuesto su dictadura económica a todos los países de la UE a nivel interno, mientras que la Unión Europea se ha mostrado absolutamente inoperante en la esfera internacional, permitiendo a Sarkozy destruir Libia para expoliar sus recursos, como paso previo a la reconquista de África iniciada por François Hollande en Mali. Al mismo tiempo, los medios de comunicación de masas convencían a la opinión pública de que se trataba de operaciones humanitarias para facilitar las “transiciones democráticas”.
Pero la catástrofe siria ha demostrado que se trataba de una operación geoestratégica a gran escala en el patio trasero de la UE, que solo los grandes oligarcas y lobbies que dominan la institución conocían, y cuyas empresas esperaban obtener grandes beneficios junto a las miles de empresas estadounidenses que se benefician y seguirán beneficiándose del caos creado en toda la región. Entre ellas cabe destacar grandes empresas petrolíferas, gasísticas y las de armamento, seguidas de las grandes constructoras y compañías de seguridad, transporte, logística y comunicaciones.
La Unión Europea, cuyos burócratas tenían sin duda conocimiento de toda la estrategia neoimperialista norteamericana que se escondía detrás de las revueltas, se embarcó en una aventura hacia lo desconocido presionada por las grandes multinacionales europeas que pretendían beneficiarse del botín.
Este perfil bajo y falta de protagonismo ha confirmado que nos hallamos ante una Unión Europea carente de estadistas y dotada de una superestructura cada vez más inoperante e ineficiente, plagada de políticos cortoplacistas, burócratas acomodados y controlada por lobbies de empresarios que priorizan su beneficio personal, sin preocuparse de la Europa en la que vivirán los hijos de sus nietos.
Y mucho peor todavía. La Unión Europea, que fuera un ejemplo de integración de Estados nacionales y de promoción del Estado del bienestar y los derechos sociales e individuales, está en estos momentos secuestrada por el gran capital. En pocos años, hemos pasado de una Europa de los ciudadanos a una Europa de los grandes empresarios sin escrúpulos, cuyos intereses conseguirán crear más desigualdad entre países y entre personas, no solo en Europa sino que en toda la cuenca del Mediterráneo.
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