Se cumplen cuatro años de los hechos que llevaron a la desestructuración del Estado libio, liderado hasta entonces por Muamar el Gadafi, y, por desgracia, se cumplen también los peores presagios que solo unos pocos advirtieron, allá por el 2011, acerca de los peligros de crear una 'zona cero' en el norte de África, a orillas del Mediterráneo.
Y es que, si alguien debería pedir perdón por todo lo sucedido, esa es la izquierda, que hoy se rasga las vestiduras viendo cómo miles de personas tratan de huir de conflictos que, en buena medida, ella amparó y alentó, en un pasado reciente. Los llamados partidos 'de progreso' marcaron el terreno sobre lo que 'urgía' hacer en una Libia que, juzgaban, era víctima de la 'feroz dictadura' del 'clan' Gadafi, el cual, se dijo, estaba bombardeando a su propio pueblo, a pesar de que las evidencias de ese 'hecho fundacional' un supuesta represión aérea sobre Trípoli nunca aparecieron, como sí se difundieron, meses más tarde, las imágenes del asesinato del líder libio, por las que nadie pide abrir diligencias penales.
Destacado entre quienes llevaron la batuta de lo que procedía hacer en aquél momento, estuvo un eurodiputado del partido Iniciativa por Cataluña (ICV), Raül Romeva, quien proclamaba entonces lo siguiente, en el diario Público, en un artículo titulado Dudas, certezas y razones ( 29 de marzo de 2011):
"Hay tres formas de situarse ante la decisión del Consejo de Seguridad de intervenir en Libia. Una es la de quienes consideran a Gadafi un revolucionario que representa, junto a sus amigos Ahmadineyad, Chávez, Putin o Hu Jintao, la única esperanza que le queda al mundo para no sucumbir al imperialismo occidental. Es este un razonamiento que considero arcaico y que no comparto ni por asomo. Baste decir que personalmente me sitúo en las antípodas de esta forma de entender el mundo, y que si la salvación de la izquierda pasa por seguir la estela de estos jinetes del Apocalipsis, conmigo que no cuenten".
Todo un decálogo de incertezas y sinrazones: las delegaciones diplomáticas de Rusia y China se abstuvieron en el Consejo de Seguridad, facilitando los 'selectivos' bombardeos de 'los amigos' de Obama, Sarkozy y Cameron, en un error que no repitieron ambas legaciones con poder de veto con Siria, aunque ello no haya impedido que prosiguiera un interminable conflicto en la región.
Es decir que las cosas nunca son blanco o negro, tal como pretende la maniquea visión de algunas voces con salarios superiores a los 15.000 euros al mes (base y dietas en el Parlamento europeo), a quienes se supone mayor capacidad de discernimiento, más resistencia a los grupos de cabildeo 'no gubernamentales', y menor prejuicio hacia países o culturas no homologables.
"A Gadafi, ni agua"
Tal era la expresión que se decía entonces en los contornos de la izquierda. "¿Intervenir tiene riesgos? Por supuesto. Pero no hacerlo también. ¿El Consejo de Transición (rebeldes) no es garantía de nada? También es cierto, pero presumo que una victoria de Gadafi tendrá consecuencias nefastas a corto, medio y largo plazo. Por eso soy de los que piensan que, ante todo, Gadafi no puede ganar", proseguía Romeva.
El resultado final de todo aquello ya se vio entonces, aunque sólo lo vieran unos pocos. Pero es hoy que conviene traerlo a colación, cuando muchos han querido olvidar, interesadamente, las enormes responsabilidades que sus actos políticos trajeron.
Conviene señalar el cómplice papel de quienes se presentaron como dudosos moralistas ante la sociedad, utilizando los medios a su alcance, pero que hoy esconden el papel protagónico que tuvieron en aquel desbarajuste y en la anarquía actual, tras su petición de armar a oposiciones 'democráticas' y de golpear 'lo justo' al señalado. Precisamente hoy, que vemos cómo miles de personas, huyendo de la penuria y de la guerra, naufragan en manos de mafias migratorias que tienen su base en Libia, convertida en el perfecto territorio sin ley.
Hay que pedir, aunque sea tarde y mal, que se proclame una nota de arrepentimiento por el hecho de haber presionado, desde las instituciones, en pos de conseguir un giro de 360 grados en el país libio, que de país desarrollado y ordenado, a inicios de 2011, pasó a constituir un problema regional de gran magnitud e imposible gobernanza, con las infraestructuras derruidas y las principales necesidades de los autóctonos desatendidas.
Enlaces
Por último, cabe rescatar una interesante entrevista al ex presidente francés F. Mitterrand, en el año 1994. Justificaba su resistencia a los cantos de guerra que le pedían la intervención de Francia en la ex Yugoslavia. Quienes lo presionaron fueron actores imilares a los que pedían intervenir en Libia. Reveló independencia de criterio y un principio de autoridad raramente visto actualmente.