El fallecimiento del carismático Adolfo Suárez ha logrado volver a poner de relieve, en estos días, el breve período que va de 1975 a 1981, es decir, los conocidos años de La Transición española. Durante aquel lapso de tiempo, se trató, para resumirlo brevemente, de transformar el régimen franquista, de partido o movimiento único (bien que con fuertes divisiones), a un sistema pluripartidista modernizado, con la misión de superar los desencuentros que habían desangrado a España durante décadas, proponiendo, en suma, un proceso que vino a llamarse de reconciliación nacional.
La lucha de intereses fue brutal. Pues mientras algunos quisieron realizar enormes cambios por la vía rápida, la presidencia de Adolfo Suárez, un hombre procedente del falangismo social pero con antecedente republicano por parte paterna, sorprendió a propios y extraños defendiendo la independencia de criterio española dentro de un nuevo marco superador de la dictadura. Todo el mundo debió ceder para lograr un equilibrio y ello fue logrado por un político que se asemejó al dirigente francés Charles de Gaulle.
No ligado a ningún sector privilegiado
Con una base social inicialmente sólida, la creciente popularidad de Suárez molestó a determinados sectores que buscaron derrocarlo por cualquier medio, incluyendo las mociones de censura, la sublevación de sus propios ministros, la subversión probablemente financiada desde el exterior, incluyendo el terrorismo, tanto de extrema izquierda, como de ultraderecha, y, finalmente, el golpe de estado.
En su célebre discurso electoral del 13 de junio de 1977, Puedo prometer y prometo, Adolfo Suárez, remarcó entre muchas otras cosas no estar “ligado a ningún sector privilegiado” y desear una “síntesis de esas dos Españas de ingrato recuerdo”, de cara a superar o matizar las divisiones ideológicas de la realidad española (las dos Españas). No era tanto un engañoso “ni de izquierdas ni de derechas” como la asunción de una mezcla entre conceptos usualmente ligados a unos o a otros. “Creemos que España se debe construir con la colaboración de la derecha y la izquierda, aunque defendemos un modelo de sociedad diferente”, dijo Suárez, en la conocida alocución. En resumen, buscó crear un espacio con querencia patriótica, es decir, haciendo suyos distintos ejes ideológicos y teniéndolos en cuenta a la hora de gobernar: manual básico de cualquier proyecto nacional.
Como se vio en años sucesivos, la batalla por la democracia pretendía ser, para algunos, una excusa perfecta para la transformación de los sectores nacionalizados de la economía hacia un marco de grandes privatizaciones, con mayor predominio del sector bancario-crediticio. Y, de paso, convertir el poder político de turno no en un actor económico primordial, sino en comparsa de las decisiones de gabinetes ajenos al interés del estado-nación. Generar, en definitiva, una orientación hacia el modelo de Estados Unidos, también en lo militar.
Tal orientación quedó sellada y confirmada con la llegada de Felipe González y José María Aznar --polarización electoralista derecha-izquierda-- que dieron a su política el enfoque liberal claramente inspirado por el american way of thinking (y sus dos versiones, neocon y progresista) aderezado con la permanente brega territorial. No era Suárez, con sus ideas, el presidente adecuado para seguir en el mando. Debía ser apartado, dimitir o ser depuesto.
Detractor de la OTAN, problemas con la banca
Y es que Adolfo Suárez fue un firme defensor del no ingreso de España en la Organización del Atlántico Norte (OTAN), con todo lo que ello comportaba. Se propuso salvar la crisis económica de aquél entonces sin ceder a las presiones externas. Lo pagó con un aislamiento casi total y la frontal oposición de los socialistas. Conviene recordarlo precisamente ahora, que son pocos los dan relieve a este tipo de datos. El líder de la Unión de Centro Democrático (UCD), posteriormente Centro Democrático y Social (CDS), se resistió activamente a integrar el Estado que presidía en unas estructuras que conllevaban el aumento de la deuda externa e hipotecas sociales insoportables. Lo mismo sucedió, en su momento, con Charles de Gaulle. Años más tarde, sus problemas con la banca, que se intuye venían arrastrándose desde su presidencia, llegaron incluso al terreno personal.
En una campaña electoral posterior, en 1986, afirmó lo siguiente: "Yo también tengo problemas con la banca", que le negó créditos para financiar aquellas elecciones. Y a renglón seguido denunciaba las políticas económicas del PSOE: "los socialistas han seguido una política orientada por el Fondo Monetario Internacional, con lo que han aumentado sustancialmente los beneficios de la banca". "La banca nos ha dado la espalda, lo que quizás obedece al hecho de que el CDS no se pone de rodillas ante ella. Me enfrenté a los que querían hacer una España para ellos solos, y no una España para todos”, dijo aquél año.
Además de su incómoda posición respecto a la OTAN, tanto Suárez como De Gaulle de distinguieron por una postura amistosa con los países árabes --abastecedores de gas y petróleo-- y a raíz de ello optaron por no mantener relaciones diplomáticas con el beligerante Israel. Este punto fue considerado un “error” por gente de su propio gobierno, diputados incluidos. Y, ni que decir tiene, por quienes gobernaron el país y sus comunidades autónomas después del golpe de estado del 23 de febrero de 1981: en su agenda, priorizaron todos aquellos puntos en los que Adolfo Suárez, maltratado por la prensa, se mantuvo firme.
Suárez y De Gaulle entendieron que el interés nacional, especialmente en momentos de urgencia, no se construye en base a la exaltación de antagonismos ideológicos y territoriales, sino con la participación conjunta de los más significativos sectores populares. Ambos tendieron puentes hacia una entendimiento con el comunismo de la época, truncada por el progresivo acercamiento de estos últimos a la socialdemocracia (tanto en el caso francés, como en el español). Comprendieron la importancia del ascendente sindical entre los trabajadores. Los dos personajes hicieron de la elaboración teórica un arte para superar visiones maniqueas que se suponía debían tener.
El mandatario francés, “oficialmente” vencido por la primavera de mayo del 68, fue sustituido por un miembro de su propio gabinete: Georges Pompidou, apoderado de la casa Rothschild. “La banca apuesta por Leopoldo Calvo Sotelo”, tituló quién sabe si inocentemente el diario El País, tras la dimisión de Suárez, en 1981...
Su relato político queda, por tanto, marcado por la tensa relación con bancos como el Santander (Emilio Botín), con el FMI y la OTAN. Hoy Suárez es llorado por algunos de quienes, a finales de los años 70 e inicios de los 80, lo condenaron en vida y truncaron su carrera política, moderada y centrista, pero demasiado “innovadora” e independiente. La ruptura de su efímera propuesta --así como la ruptura de la más longeva propuesta gaullista-- la provocó el mundo que hoy gobierna. Sin embargo, difícilmente otro presidente español tendrá un funeral de Estado tan masivo y una despedida como la que ha tenido Suárez, estos días, en Madrid.
Enlaces de interés
Marcelino Oreja: "Los dos errores de Adolfo Suárez fueron la OTAN e Israel"
http://www.elconfidencial.com/ultima-hora-en-vivo/2013/06/marcelino-oreja-errores-adolfo-suarez-fueron-20130626-167132.html
Henri Guillemin: “De Gaulle fue derrocado por la banca”
http://fortune.fdesouche.com/280775-henri-guillemin-de-gaulle-ete-renverse-par-quelquun-qui-etait-au-service-de-la-droite-et-des-banques-il-commencait-inquieter-les-banques
La banca apuesta por Leopoldo Calvo Sotelo, Archivo Linz de la Transición
http://www.march.es/ceacs/biblioteca/proyectos/linz/documento.asp?reg=r-42820
Adolfo Suárez o la gallardía del perdedor, art. de Pepa Roma
http://www.universocanario.com/opinion/tu-opinas/pepa-roma/329086
Hijo de un republicano enterrado en San Amaro al que ocultó Sánchez-Albornoz
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/espana/2014/03/25/hijo-republicano-enterrado-san-amaro-oculto-sanchez-albornoz/0003_201403G25P6993.htm