España baila al son de la ruina griega

Ricardo García-Lillo Morales

Grecia sucumbe y, pese a su oposición inicial, para regocijo del Gobierno español, asume las políticas de la Unión Europea en una semana en la que cada palabra escrita sobre la deuda griega se quedaba anacrónica antes de ser escrita. Todo se ha desarrollado de forma imprevista, en una vorágine informativa, para acabar con un final predecible en un tiempo récord. El contundente resultado del referéndum griego no ha sido ni una simple piedrecilla en el camino del Eurogrupo, y el Gobierno heleno, que tantas falsas esperanzas alimentó en su pueblo, se ha plegado a la Troika.

Así que basta de tanto sesudo analisis macroeconómico. Estoy harto de cháchara repleta de jeroglíficos políticos enredados en organigramas imposibles repletos de siglas. Voy a dejar que sean mis vísceras quienes escriban y describan la desilusión que me invade.

Al Gobierno español le escocía, y mucho, ese contundente resultado en un referéndum impensable en España; ahora, después de la rendición de Tsipras, sonríen satisfechos

Grecia sufre la opresión de los avaros usureros de la Troika que jamás permitirían la sublevación de sus esclavos. Intentemos parecer seres humanos; Grecia no es un ente abstracto, es un país en la bancarrota en el que casi 11 millones de personas se van a ver obligadas a asumir una asfixia económica aún mayor de la que ya sufren aumentando las calificadas con el aséptico nombre de 'reformas'; las palabras 'austeridad homicida' definen infinitamente mejor el futuro que le espera a este país.

Las políticas económicas que impone la Unión Europea a los países intervenidos son muy bien recibidas por quienes necesitan mano de obra barata y silenciosa atemorizada por la espada de Damocles del hambre y el desahucio. Libre comercio lo llaman.

¿Y que ha hecho el Ejecutivo español al respecto en todo este proceso?

¿Solidarizarse con quienes van a ver incrementado el sufrimiento que ya llevan tiempo padeciendo, en menor medida, sus ciudadanos? Obviamente no; nuestro presidente del Gobierno, empeñado en mostrar en cada ocasión que se le presenta una soberbia ridícula con su ignorancia y escasa dialéctica, como buen acólito, defiende a muerte la sumisión a "las reglas del juego" para con todos.

Es el hermano del hijo pródigo celoso de un posible trato diferente a quien pueda necesitarlo, porque, seamos sinceros, en materia económica no hay piedad que valga. A nuestro Gobierno le escocía, y mucho, ese contundente resultado en un referéndum impensable en España; ahora, después de la rendición de Tsipras, sonríen satisfechos.

En Europa exhiben con una obscenidad intolerable una superioridad moral basada en millones de euros que España dice haber prestado a Grecia y que, sin embargo, no puede prestar, porque España está endeudada hasta los hocicos. Al presidente de España la resistencia encomiable y casi heroica por perdida, enredada en corralitos, mensajes de pánico e informaciones falsas, del pueblo griego para no dejarse humillar y someter por los poderosos le insulta; es cierto, le insulta porque le descubre, y nos descubre, como peleles cobardes y siervos de los dictados de la Troika.

El Partido Popular temía la posibilidad de que otra actitud ante el atropello de la Unión Europea fuera posible; ahora, ya tranquilos, sus dirigentes harán leña del arbol caído, seguro, en la campaña para las elecciones generales que se celebrarán en España este año.

A veces me pregunto si no seré yo un Ignatius J. Reilly cualquiera.