¿Es la crisis migratoria un 'caballo de Troya' para el Estado Islámico?

El cinismo ni tiene límites ni parece necesitarlos. En vista del enorme apoyo popular a la concesión de asilo a los refugiados e inmigrantes provenientes de Siria y de los demás países de la fallida Primavera Árabe, surge la política del miedo.

Desde EE.UU. y Europa se empieza a hablar de que varios miles de los refugiados de esta ola migratoria son en realidad terroristas del Estado Islámico, y que esto, por tanto, lleva a la necesidad de un mayor control migratorio. Más allá de la veracidad o no de esta afirmación, obviamente habrá quien esté aprovechando la coyuntura, esto no es más que parte de una vieja estrategia utilizada por todos los gobiernos del mundo para controlar a la población; ante una amenaza que creemos real, la mayoría de los ciudadanos estamos dispuestos a renunciar a gran parte de nuestra humanidad y derechos.

Lo asombroso es la capacidad de 'reciclaje' que tienen los gobiernos de EE.UU., Gran Bretaña e Israel. El Estado Islámico fue armado y subvencionado por los servicios secretos de estos países para derrocar a Bashar al Assad. De hecho, el EI es una escisión de Al Qaeda, que contó con el apoyo económico, armamentístico y propagandístico de los EE.UU. en la guerra afgano-soviética. Ahora son utilizados de excusa, como ya ocurrió con el 11-S, para justificar el recorte de libertades y el control de los movimientos de la población a nivel mundial.

Así pues, los refugiados sirios y migrantes de cualquier otro país no occidental son ya sospechosos de venir a "nuestra civilizada parte del mundo occidental" a invadir y aterrorizar.

Es más, me atrevería a predecir que en el próximo atentado terrorista en Occidente reivindicado por el Estado Islámico se descubrirá, como por arte de magia, que alguno de sus autores habría traspasado nuestras fronteras justo en esta crisis migratoria; sería un gran golpe de efecto.

Cuán orgulloso estaría Nicolás Maquiavelo de lo bien que sus discípulos ponen en práctica sus teorías; nuestros gobernantes son dignos Príncipes de sus enseñanzas.