Pueblos originarios, movimientos sociales y ciudadanos indignados a lo largo y ancho del planeta se han reunido en varias regiones y localidades de México en el Primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo: “Donde los de arriba destruyen, los de abajo reconstruimos”, convocados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Congreso Nacional Indígena (CNI).
La compartimentación o compartir experiencias de las luchas con dignidad, historia y verdad fue inaugurada en la comunidad indígena otomí de San Francisco Xochicuautla, municipio de Lerma, Estado de México, la cual mantiene movilizaciones en defensa de la madre tierra y el agua y contra los megaproyectos de construcción carretera y extractivista mineros.
En palabras de los pueblos originarios participantes el mensaje fue claro y contundente: “No nos van a callar. Aunque desaparezcan a nuestros hijos y aunque quieran desaparecer nuestra identidad, les decimos que no nos cansaremos, seguimos y seguiremos defendiendo lo nuestro, la relación que tenemos con nuestra madre tierra.”
Estas palabras están unidas a las voces de los familiares de los 43 estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa, Guerrero, quienes ocupan en este festival el lugar central para hablar, comunicar y compartir su lucha tenaz por la aparición con vida de sus hijos que ha conmovido al mundo entero y que continúa generando expresiones de solidaridad.
Las madres de los estudiantes desparecidos anidan y promueven el clamor mundial “vivos se los llevaron, vivos los queremos” y recuerdan que los normalistas se estaban preparando para ser maestros en zonas pobres y marginales, maestros de los niños indígenas, hambrientos de saber y conocimientos.
Sus familiares que los buscan por todos lados y señalan al Estado, gobierno, ejército, la policía federal y municipal de ser los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos contra los estudiantes, aseguran que “nunca nos vamos a cansar por ellos (sus hijos). Ellos serán sus maestros para la gente humilde, para la gente que los necesita”, con la esperanza perenne de encontrarlos con vida.
Los lazos entre las luchas y las resistencias que conmueven al México actual se estrechan y solidifican, anunciando un despertar nacional de pequeñas y grandes aspiraciones de un país mejor y distinto al que impusieron en décadas los señores de la banca, la industria y el gran comercio con gobiernos antidemocráticos y entreguistas de la soberanía nacional al capital extranjero y a los Estados Unidos.
Los pueblos indígenas de México, organizados en el CNI, aseguraron en el discurso de apertura de este evento que se extiende hasta los primeros días del año 2015: “Vamos a reconstruir nuestros territorios pase el tiempo que tenga que pasar; los árboles derribados, volverán a florecer”, la lucha de ayer, siembra las esperanzas de hoy, reconstruye el futuro negado.
Desde la visión ancestral el tiempo es construcción social y “los proyectos de muerte no pueden seguir”, indicaron los anfitriones en perspectiva de promover la discontinuidad histórica que evite desenlaces fatales para la humanidad. “Los pueblos originarios de México y el mundo han y seguirán siendo los guardianes de la vida”.
En estas semanas, 35 pueblos originarios de México y colectivos y organizaciones de 26 países enlazan sus experiencias en la lucha, promueven planes de acción y acuerdan iniciativas globales anticapitalistas. Aspiran a un mundo mejor, un mundo que, dicen, se construye cotidianamente de pequeños esfuerzos constantes que a la larga se expanden y crecen sin cesar. Movimientos que rompen el sentido del mundo.
En la ciudad de México, durante la Navidad, se celebró la parte cultural del festival que consistió en conciertos musicales en honor a las luchas anticapitalistas, obras dramáticas de crítica social, danzas indígenas, contemporáneas, exposiciones culturales plásticas, pictóricas y fotográficas sobre las resistencias sociales y populares, destacando el caso de los estudiantes de Ayotzinapa.
En el marco del 21 aniversario del alzamiento zapatista en Chiapas, al sur de México, también se celebra en territorio autónomo la fiesta de la rebeldía y la resistencia. Allí, los pueblos zapatistas dan la bienvenida a los invitados y participantes del Festival en una zona donde antes de 1994 reinaban los terratenientes y comerciantes usureros rurales pero que hoy es un ejemplo de colectivización de la tierra y protección del hábitat humano.
Y para celebrar los acuerdos entre las palabras sencillas pero profundas de los participantes en el CIDECI-Universidad de la Tierra, en la histórica ciudad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se realiza la plenaria de la compartimentación. “Los corazones que laten aquí, seremos muy pronto uno solo,” reza el pensamiento colectivo.
El Primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo es el fruto de la lucha de los pueblos originarios que pase el tiempo que tenga que pasar se multiplicará, crecerá y florecerá es muchos festivales, o lo que es lo mismo, en muchas luchas que por fin le den vuelta a la página de la historia mundial del capitalismo.