Hace poco Barack Obama tomó la decisión quizá más difícil de su primer año de mandato al decidir enviar 30.000 soldados más hacia Afganistán. La OTAN también informó que enviaría 7000 soldados más. Pero ¿qué es lo que tiene Afganistán que se está convirtiendo en una piedra en el zapato del último premio Nobel de La Paz?
Si revisamos un poco el pasado nos daremos cuenta de que este rocoso país nunca se ha sometido fácilmente a fuerzas extranjeras en toda su historia.
Ya en el siglo IV a. C. Alejandro Magno tuvo muchos problemas en su avance por tierras afganas debido a su topografía montañosa y a las tácticas defensivas de los nativos que dominaban el terreno, tanto así que tuvo que abandonar las acciones bélicas y elegir la vía diplomática casándose con la hija de un jefe afgano, que fue lo único que hizo que las tribus locales se pongan de acuerdo para poder proclamarlo emperador. En el siglo IX son sometidos por los árabes, pero vendiendo cara su derrota. Desde esta época se integran al islam y la zona se convierte en paso obligado de la Ruta de la Seda, lo cual dio origen al nacimiento de prósperas ciudades que aguardaban el paso de las caravanas. El tiempo de paz no duró demasiado y en el siglo XIII llega la invasión de los mongoles liderada por Genghis Kan, al que dieron dura batalla, quien al no poder someterlos, decidió arrasar las ciudades volviendo a dejar el territorio afgano como un conjunto de tribus dispersas y enfrentadas entre sí. Los afganos aprendieron a ser un pueblo guerrero, y durante la siguiente época, a falta de un enemigo común externo, pasan enfrentándose entre sí, entre sus propias tribus y clanes, haciendo honor al viejo proverbio:
"Yo y mi país contra el mundo; yo y mi tribu contra mi país; yo y mi familia contra mi tribu; yo y mi hermano contra mi familia; yo contra mi hermano".
Ya para 1747 y después de muchas luchas internas se consigue una cierta unificación de lo que actualmente es el estado de Afganistán. En el siglo XIX la influencia rusa en la zona ya se había convertido en un baluarte contra la dominación de la India por parte de los británicos. Los ingleses invadieron Afganistán y trataron infructuosamente de someterlos mediante tres guerras, de las cuales salieron muy mal parados. De hecho en una de ellas, los británicos enviaron a 16.000 de sus hombres más fuertes para ocupar Kabul en el invierno de 1841. Los afganos conocedores del terreno los atacaron sin piedad, sorprendiéndolos con emboscadas, tiroteos y persecuciones. Miles fueron asesinados y degollados mientras dormían sobre la nieve, y sólo uno sobrevivió para contarlo. Si, como lo leen, sólo un inglés sobrevivió a la masacre y éste fue William Brydon que logró huir herido gracias a un caballo que le ofreció un soldado moribundo.
Luego en 1979 vuelven a ser invadidos, y esta vez por la Unión Soviética, que se retiró 10 años más tarde. Ahora todos conocemos lo que ha pasado a partir del 11-S, la intervención norteamericana, la caída del gobierno talibán, el caos de un país agreste que se ha convertido en escenario de ataques y bombardeos, y aún así, no se ha podido derrotar ni encontrar a los tan buscados terroristas. Si a un pueblo como el afgano, acostumbrado al uso de las armas le añadimos fanatismo religioso, terrorismo e intervención extranjera, tenemos un gran coctel explosivo que puede durar mucho tiempo. Es muy probable que estemos siendo testigos de un nuevo Vietnam.