Hace poco conocí la increíble historia de un hecho que sucedió hace ya más de 35 años, pero que me pareció que todos debían conocer, porque esta clase de proezas vale la pena contar y compartir.
Nunca me agradaron los superhéroes de las historietas, de esos que usan su ropa interior sobre los pantalones. Me parecían sumamente irreales. Y he aquí la historia de un superhéroe de carne y hueso. Una persona que demostró que si tienes una habilidad, es tu deber utilizarla en todo momento, y qué mejor que ayudar a otro ser humano cuando este lo necesita.
El 16 de septiembre de 1976, en la ex Unión Soviética, en Ereván, Armenia, un trolebús se cayó a un lago cuando cruzaba a través de una represa.
92 personas se encontraban a bordo del vehículo, que cayó a una profundidad de más de 10 metros.
Hubiera parecido que todos los pasajeros estaban condenados a una horrible muerte en el fondo del lago Erevan.
Pero no. Debido a una increíble coincidencia, en las cercanías del lugar se encontraba un hombre que dio una nueva oportunidad de vivir, un segundo aire, a 20 personas.
Este hombre era un deportista soviético, que no escatimó en esfuerzos y arriesgando su propia vida y su brillante carrera salvó a estos 20 pasajeros de una muerte segura.
11 récords mundiales, 17 veces campeón del mundo, 13 veces campeón de Europa y 7 veces campeón de la URSS. Deportistas de esta talla en el mundo ha habido pocos. Y así, en el cénit de su carrera y forma física se retira, pero no por alguna lesión o problema, se retiró forzosamente al regalarnos una valiosísima lección de humanidad.
Su nombre era Shavarsh Karapetian, un deportista soviético de 20 años nacido en Armenia, especialista en natación, que se encontraba trotando a orillas del lago junto a su hermano y entrenador.
Y otra vez el destino jugó un papel sumamente interesante. En ese momento, Shavarsh debería haberse encontrado en una competición en Hannover, pero, debido a la eterna burocracia, los papeles no salieron a tiempo y se vio obligado a quedarse en su ciudad. Y para no perder el tiempo, decidió salir a entrenar para estar preparado para la próxima competencia.
Cuando vio que el trolebús se caía al lago, lo único que atinó a hacer fue ordenarle a su hermano que sacara a la orilla a la gente que iba rescatando del fondo del lago.
Se zambulló en medio de aguas frías y sucias; y con visibilidad nula rompió la ventana trasera del vehículo y fue sacando a la gente una por una, tanteando con las manos ya que no podía ver nada.
Después de 20 minutos en las aguas frías del lago, 20 personas fueron rescatadas con vida. Karapetian sacó a más pasajeros del trolebús, pero ya los médicos no pudieron salvarles la vida.
Testigos que presenciaron el hecho afirmaban que después de la última inmersión del valiente nadador, el cuerpo de éste se encontraba con múltiples heridas por los fragmentos cortantes de vidrio de la ventana.
Cuándo le preguntaron sobre lo sucedido, que si no había sentido miedo, Shavarsh Karapetian respondió: "Yo sabía con seguridad que, a pesar de mi preparación física, mis fuerzas solo iban a ser suficientes para una cantidad determinada de inmersiones. Allá en el fondo del lago la visibilidad era nula, y por eso al tacto ubicaba a la persona y luego la sacaba nadando con él hasta arriba. En uno de los viajes, cuando ya estaba en la superficie, me di cuenta que en mis manos estaba uno de los cojines del asiento de cuero. Lo vi y ese momento entendí que el costo de mi error fue la vida de una persona. Ese cojín luego se me aparecería en mis pesadillas con mucha frecuencia".
Después de semejante proeza, Shavarsh Karapetian fue internado en un hospital. Él pensaba que todo saldría bien sin ningún problema, pero las fuerzas del hombre también tienen sus límites.
Shavarsh cayó seriamente enfermo de neumonía, la cual se le complicó por una septicemia, debido a las contaminadas aguas del lago y a las heridas que se hizo con los vidrios.
Solo después de 46 días, el deportista recuperó el conocimiento, a pesar que los doctores ya habían preparado a los familiares para lo peor.
La infección en los pulmones deterioró de por vida la salud de Shavarsh, que podía respirar con mucha dificultad.
Después de tan heroico hecho, Shavarsh tenía miedo al agua y sentía que ya nunca más podría volver a nadar siquiera.
Fue su entrenador quién animó al nadador a volver a entrenar.
Podría haber sido el final de la carrera de este brillante deportista y gran ser humano, pero no era lo que Shavarsh deseaba.
En 1977 se convirtió nuevamente en campeón de Europa, de la URSS y batió un nuevo récord mundial en la distancia de 400 metros (su tercer récord al hilo en esa disciplina en esa misma competición).
Pero luego de semejante daño irreversible a la salud, entendió que lo mejor era abandonar el deporte.
Esta fue la historia que quería compartir. La historia de un hombre común y corriente, pero al final, un superhéroe de la vida real, que desinteresadamente ayudó y brindó una nueva oportunidad de vivir a 20 personas.