El segundo día, el más largo
Nos despertamos muy temprano, en torno a las siete. Una sed tremenda. Muchísimo sueño. Pero con ‘Ellos’ no se puede dormir. De repente empiezan a disparar, Dios sabe para qué. A lo mejor, para mostrar que todavía están aquí, armados y pertrechados. Después de cada disparo los bebés se echan a lloran y las madres se ponen histéricas.
Ayer ‘Ellos’ caminaban en círculo por la sala y gritaban: “¡Nadie se pone en contacto! ¡Nadie os necesita! ¡Nos sacarán a todos juntos con los pies por delante!”. Y, realmente, ni Dzasójov, ni Ziázikov se ponían en contacto.
Al final del primer día empezaron a negociar con alguien. Presentaron tres demandas principales:
1. Retirar las tropas de Chechenia.
2. Que se presentaran en el lugar Vladímir Putin, Dzasójov, Ziázikov, Roshal y Aslajánov.
3. Separar Chechenia de la Federación Rusa.
En cuanto los adultos conocieron las demandas, se dieron cuenta de que no íbamos a salir vivos de allí. Cumplir con estos requisitos era imposible. Y los niños ingenuos decían: ¿Pero por qué no hacen lo que les piden? ¡Que retiren estas tropas! ¡Que vengan estas 5 personas! ¿Qué es tan difícil?” Y yo también pensaba así. Pero mamá dijo que no era posible, que se tarda años en retirar tropas. Lo dijo, pero yo no la creí. Entonces yo todavía no sabía que a todo el mundo les dábamos igual, que nadie nos necesitaba. Creía que la gente era noble y que estas cinco personas vendrían. Era muy pequeña, muy ingenua y tonta. Incluso los terroristas eran más inteligentes que yo en este sentido, cuando decían que nadie se preocupaba de nosotros y que todos nosotros estiraríamos la pata allí.
Ellos no permitieron que tomáramos agua: decían que estaba envenenada. Dejaban salir al baño selectivamente. En la entrada del baño había una cola enorme que de vez en cuando ‘Ellos’ disolvían con gritos y amenazas.
El segundo día fue tan largo… No teníamos nada que hacer, se nos dormían las piernas, lo único que queríamos era agua e ir al baño. De vez en cuando sonaba un celular (era bastante gracioso ver a un terrorista con un minúsculo móvil rojo genuinamente femenino, pero en esos momentos no nos fijábamos en eso). La melodía era el politono de Nokia. Ahora, cuando escucho este sonido sufro una sensación de pesadumbre.
Estábamos sentadas cerca de las ventanas y podíamos respirar más o menos bien, a diferencia de los que se ahogaban en el centro de la sala. Se sentaban pegados unos a otros y les faltaba el aire: al final del segundo día mucha gente se empezó a desmayar.
La mañana del segundo día uno de ‘Ellos’ pasó a nuestro lado con unos periódicos en la mano. Percibí el olor de papel ‘fresco’ y empecé a pensar de dónde habrían sacado los periódicos. Me hice la misma pregunta cuando un terrorista pasó a mi lado con un contenedor de agua, a pesar de que decían que el agua de la tubería estaba envenenada.
Y el día se prolongaba… Ningún movimiento, ninguna noticia. No dejaban que saliéramos al baño. No se repartía agua casi desde el principio del secuestro. Cada momento se hacía más y más difícil. De repente, los terroristas se animaron y se mostraron más activos. Cogieron a la directora y la llevaron fuera de la sala. Al cabo de un rato ella volvió con un hombre vestido con un uniforme militar. Yo le veía por primera vez en mi vida. La directora dijo algo y luego empezó a hablar él. Yo no oía lo que decían los dos porque estaban demasiado lejos, pero vi que los presos empezaron a sonreír y a aplaudir. Alguien empezó a llorar. A algunas madres las llevaron fuera junto con los niños. A través de los rumores de la gente supimos que este hombre, Áushev las sacó fuera. Le estoy muy agradecida: salvó muchas vidas. A pesar de que estábamos todos encerrados en la sala, los rumores llegaban instantáneamente.
Después de marcharse Áushev nos sentimos mucho mejor. Recibimos esperanza.
En la sala hacía mucho calor, faltaba el aire. De día un hombre anciano en el centro de la sala se sintió mal. A su lado todo ese tiempo estaba una mujer muy guapa con un vestido negro. Se dirigió a uno de los terroristas, pidiendo medicinas y ayuda, y él le dijo con un enorme acento: “No le vamos a dar nada… Que se muera”. La mujer empezó a gritar y el terrorista le puso el fusil de asalto en la cara. Ella no tuvo miedo y le dijo algo así como “Dispara”. Lídushka corrió hacia ellos gritando: “¡Chicos, no! ¡Tened piedad, es viuda!”. Aquella mujer sobrevivió: luego la trasportarían a un hospital de Moscú con una trauma craneal.
A eso de las 9 o las 10 los terroristas empezaron a manifestar algunas emociones humanas y nos dijeron que los que quisieran se trasladaran a la sala de máquinas de ejercicios. Nos levantamos y nos fuimos allí. Hacía más fresco. Nos sentamos en un suelo de hormigón. Jódov nos dejó y salió a la sala de deportes. En la sala de máquinas de ejercicios estaba de guardia un terrorista que todavía llevaba una máscara que cubría su cara. Pero veíamos que no tenía barba y que tenía un gran hematoma en su ojo izquierdo. Nos permitió que entráramos en las cabinas de ducha por turnos. Fue un gran alivio. Entré en la ducha con Madina y su pequeño hermanito Dzámbik, un niño muy flaco y bajito. Mientras Madina estaba en el baño, yo cogí a su hermano en brazos y empecé a hablarle de fútbol, su verdadera pasión, para distraerle. Luego, yo también fui al baño. Y finalmente bebí agua. Fue lo más dulce que he probado en toda mi vida y me daba igual si estaba envenenada o no. Regresamos muy rápidamente porque aquel terrorista joven nos metió prisa. Por lo visto, temía que pudiera volver Jódov. Pero éste de todos modos se dio cuenta de que los rehenes habíamos estado en las cabinas y empezó a gritar a aquel muchacho.
Nos dormimos. Mamá puso a Dzámbik a su lado: era uno de sus alumnos favoritos. Y yo me tumbé al lado de él, buscando abrazar también a mi mamá. Así buscábamos calentarle un poco porque casi no tenía ropa y, además, sufría problemas de riñones. Ya estábamos acostumbrados a los disparos y nos dormimos muy rápidamente.
Día 3
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