Muchos de nosotros tuvimos la suerte de nacer y crecer en tiempo de paz. Aquí, en Rusia, nuestra generación y la de nuestros padres nunca hemos oído explosiones de obuses ni sirenas alertando de acciones militares, tampoco hemos visto nuestras casas siendo destruidas por bombas nazis. Nos resulta difícil creer que era tan fácil acabar con una vida humana como interrumpir un sueño matutino. Nos enteramos de cómo es vivir en tiempo de guerra sólo a través de películas, libros o cuentos de nuestros abuelos que experimentaron en carne propia los horrores de la Gran Guerra Patria contra la ocupación de la Alemania nazi.
Tragedia y grandeza, desolación y alegría, dolor y memoria, lágrimas y sonrisas… Todo esto se mezcla en el concepto de la victoria. Este 9 de mayo, Rusia junto con muchos otros países conmemora los 70 años de la victoria contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Para mi país es una fecha especial, es un recuerdo sagrado de los soldados caídos en el campo de batalla, es nuestra historia, nuestro dolor, nuestra esperanza. Esta victoria, esta gran hazaña de nuestros antepasados, se hizo posible gracias a la unidad inviolable del pueblo soviético, su fe en un objetivo común –que era erradicar la peste negra del nazismo— y su heroísmo sin precedentes que costó más de 27 millones de vidas. Los niños luchaban codo con codo junto a los adultos, sacrificando no sólo su infancia, sino su propia vida.
Marat Kazéi
Cuando los nazis llegaron a Bielorrusia, Marat Kazéi tenía tan solo 13 años. En 1941, su madre Ana Kazéi fue ejecutada por soldados alemanes por esconder en su casa a grupos partisanos. Tras su muerte, Marat y su hermana Ariadna se convirtieron también en partisanos.
En muchas ocasiones Marat se infiltró en las filas enemigas y consiguió valiosa información que luego ayudó al Ejército Rojo a derrotar una guarnición nazi en la ciudad de Dzerzhinsk. Junto a minadores experimentados, organizó decenas de explosiones en los ferrocarriles. Participó en batallas mostrando un enorme coraje y valentía. En mayo de 1944, en la aldea Joromitskie (en la región de Minsk) el joven resultó acorralado por los nazis. Marat abrió fuego para defenderse y al quedarse sin munición, lanzó una granada enseguida y cuando los enemigos estaban ya muy cerca, se inmoló con la última granada que le quedaba. Junto al río Svísloch hoy día puede visitarse una estatua en su honor. En 1965 fue nombrado héroe de la Unión Soviética.
Zina Portnova
La invasión alemana sorprendió a la joven de 15 años en el pueblo de Zuya (región de Vítebsk, Bielorrusia), a donde llegó de San Petersburgo (en aquel entonces Leningrado) para pasar las vacaciones de verano con su hermana menor Galia en la granja de su abuela. Cuando los soldados nazis llegaron a la casa, trataron de llevarse su única vaca. Al intentar impedir el robo, la abuela fue golpeada por uno de los fascistas, lo que llenó de odio el corazón de Zina, que en 1942 decidió unirse a un grupo de resistencia llamado Los Jóvenes Vengadores.
Zina se dedicaba a distribuir folletos de propaganda soviética, recoger con otros partisanos información sobre los movimientos alemanes y, entre otras cosas, participar en acciones de sabotaje. En diciembre de 1943, la joven regresaba de la localidad cercana de Obol, cuando fue capturada por la policía local. Durante el interrogatorio de la Gestapo, ella tomó la pistola que el nazi había dejado sobre la mesa y lo mató a tiros. Cuando otro soldado alemán acudió alertado por el ruido, le disparó también. En un intento de escapar, Zina corrió hacia el bosque, donde fue apresada. La joven fue torturada hasta la muerte. El 1 de julio de 1958, Zina fue declarada Heroína de la Unión Soviética y también recibió la Orden de Lenin.
Valia Kotik
Nació el 11 de febrero de 1930 en el pueblo de Jmeliovka en la provincia de Jmelnitski (sureste de Ucrania). Cuando los fascistas invadieron la región, junto a otros muchachos decidió luchar contra los soldados nazis, trabajando en la fabricación de armas y munición. En otoño de 1941 organizó una emboscada: lanzó una granada a un vehículo con soldados alemanes, matando a varios de ellos y al comandante del destacamento. A partir de 1942 formó parte del movimiento partisano: investigaba la ubicación de posiciones enemigas, averiguaba la hora de cambio de la guardia nazi y se dedicaba también a hacer descarrilar convoyes enemigos. El chico perdió la vida en 1944 durante la batalla por la ciudad de Iziaslav. En 1958 fue declarado Héroe de la Unión Soviética.
Nadia Bogdánova
Nadia tenía tan solo 10 años cuando empezó a formar parte de los partisanos. La niña fingía ser una mendiga, caminaba por las calles de Vítebsk recopilando valiosa información para los soldados soviéticos. Luego, junto con otros partisanos, hacía estallar sedes nazis y descarrilar sus convoyes cargados de munición. Nadia fue capturada por primera vez el 7 de noviembre de 1941, cuando enarbolaba la bandera roja en Vítebsk, ocupada por los fascistas. Después de ser torturada, la niña fue llevada hacia una trinchera para ser fusilada. No obstante, se cayó sin fuerzas a la trinchera antes de que la bala la alcanzase. El grupo partisano la encontró viva y le ayudó a curarse.
Una vez mejorada de su salud, la chica volvió a luchar contra los fascistas. En 1943 fue acorralada por segunda vez. Le esperaban más torturas: en pleno invierno la sacaron a la calle echándole encima agua helada, luego le marcaron a fuego en la espalda una estrella de cinco puntas. Dándola por muerta, los nazis la abandonaron en la calle. Pero gracias a los esfuerzos de los locales, la niña sobrevivió. Por sus hazañas Nadia recibió la Orden de la Bandera Roja, la Orden de la Gran Guerra Patria (1ª clase) y varias medallas.
Estas historias son solo algunas muestras de heroísmo de pequeños luchadores que, en lugar de una infancia feliz, tuvieron que vivir una terrible guerra, pasar por inimaginables torturas y sacrificar su propia vida para que hoy en día pudiéramos disfrutar de una vida feliz.