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Las 'puntadas feas' del negocio que lleva el hombre más rico del mundo

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Las 'puntadas feas' del negocio que lleva el hombre más rico del mundo

Hoy en día, la ropa se ha convertido en una especie de 'fast food' textil: se fabrica rápido, se conserva poco tiempo y, además, daña la salud del ser humano y el medioambiente. Según los datos que arroja un estudio llevado a cabo por la Universidad de Cambridge, en 2006 las personas compraron un tercio más de ropa que en 2002, mientras que hoy en día las mujeres tienen en su armario cuatro veces más prendas que en 1980.

Cada vez más gente cae involuntariamente (o no) en la trampa tendida por la 'moda rápida' ('fast fashion', en inglés), una rápida producción de ropa que imita las últimas tendencias a bajo coste, lo que conlleva un consumo desmesurado. Este modelo de negocio ha convertido a Amancio Ortega —fundador de Inditex, la multinacional de moda más grande del mundo, que incluye marcas como Zara, Zara Home, Bershka, Massimo Dutti, Oysho, Stradivarius y Pull&Bear, entre otras— en el hombre más rico del mundo, con una fortuna de 69.860 millones de euros. Anualmente, en el mundo se venden 80.000 millones de prendas, un 400 % más que hace dos décadas. Tanto Ortega como otros 'peces gordos' de la industria textil defienden su estrategia de 'marketing', asegurando que sus empresas crean muchísimos puestos de trabajo y complacen al comprador medio con precios asequibles. ¿Realmente todo es tan bueno como parece?

"Creo que estas prendas se fabrican con nuestra sangre", relata Shima Akhter, que trabaja en una fábrica textil en Bangladés y cuyos comentarios aparecen en el documental 'The True Cost' ('El verdadero coste'). Akhter denuncia que la constante presión sobre la producción provoca que los empleados se vean obligados a ejercer su trabajo en condiciones inseguras. En 2013 se derrumbó el Rana Plaza, un edificio de ocho plantas que albergaba varios talleres textiles en Daca, la capital de Bangladés, cobrándose la vida de más de 1.129 personas y dejando más de 2.500 personas heridas. El sueldo mensual de muchos trabajadores del Rana Plaza, que cosían prendas de diseños actuales, modernos y baratos —para los destinatarios, no para los locales—, apenas superaba los 28 euros mensuales, dinero con el que, a modo de ejemplo, tan solo se pueden comprar dos camisas en las tiendas de Inditex. Ellos, como otros miles de trabajadores asiáticos subcontratados por monopolios textiles, se ven obligados a trabajar en condiciones precarias, porque más seguridad supone menos salario. Tan sólo en Bangladés, Inditex trabaja con 83 proveedores locales, que suman 92 fábricas y más de 346.000 empleados.

Además de las deplorables condiciones de trabajo, manchadas de sangre, la 'moda rápida' resulta ser la segunda industria más contaminante, superada solamente por la petrolera. A continuación, describo algunos de los hechos más perturbadores que los gigantes textiles seguramente no quieran que sepa:

- Algunas de las prendas adquiridas tan solo son usadas un par de veces y la mayoría acaba en vertederos de basura. Según la Agencia para la Protección del Medioambiente de Estados Unidos (EPA), en 2013 los estadounidenses produjeron 15,1 millones de toneladas de desperdicios textiles, un 85 % del total fue tirado a la basura. En otras palabras, cada estadounidense tiró a la basura más de 31 kilos de textiles en un año, lo que equivaldría a unas 200 camisetas para hombre. En este punto, convendría subrayar el hecho de que una prenda de poliéster tarda un promedio de 200 años en descomponerse.

- Lucy Siegle destaca en su libro 'Para morir. ¿La moda está gastando el planeta?' que la industria textil usa el 3,2 % de las reservas de agua disponibles para la raza humana. Según los cálculos citados, comprando unos 55 kilos de ropa al año —cantidad media estimada por persona en el Reino Unido—, un ser humano resulta responsable del consumo de 33 kilogramos de petróleo, 3.300 kilogramos de agua y 55 kilogramos de residuos anuales.

- 250.000 agricultores indios dedicados al algodón se han suicidado en los últimos 15 años, en parte por haberse endeudado para comprar semillas de algodón genéticamente modificadas. De acuerdo con la Fundación de Justicia Ambiental, cada año se registran más de 20.000 muertes por intoxicación con pesticidas, muchas de ellas por realizar trabajos relacionados con el cultivo de algodón. Los pesticidas y herbicidas usados en ese cultivo representan el 10 % de todos los productos químicos agrícolas y el 25 % de todos los plaguicidas utilizados en el mundo anualmente.

- Debido al riego que requieren las plantaciones gigantes de algodón en Uzbekistán y Kazajistán, el mar de Aral ha perdido más del 90 % de su agua en los últimos 50 años. Esto significa que 35 millones de personas, que tradicionalmente vivían de la pesca y el turismo, han perdido su medio de subsistencia, mientras que la contaminación ha multiplicado la tasa de mortalidad por 15.

- En el marco de su campaña Detox, Greenpeace ha puesto de manifiesto las evidencias que demuestran el uso de sustancias químicas peligrosas por parte de la industria textil. Esta ONG investigó 141 prendas de ropa diseñadas para niños, mujeres y hombres y concluyó que más de la mitad contenía niveles detectables de nonilfenoles etoxilados que, al descomponerse, presentan sustancias peligrosas capaces de provocar trastornos hormonales. Para teñir las prendas se utilizan colorantes azoicos fabricados con aminas cancerígenas. Esas sustancias químicas persistentes, tóxicas o bioacumulativas, liberadas en el lavado de la ropa, acaban en aguas residuales del ámbito doméstico, ríos y lagos y pueden alcanzar largas distancias, contaminando el medioambiente. También hay que tener en cuenta que, para su tintado, cada tela fabricada requiere hasta 200 toneladas de agua.

No pretendo arremeter contra la industria textil y tampoco estoy abogando por volver a los tiempos de Adán y Eva pero, teniendo en cuenta las mencionadas 'puntadas feas' de la ropa que llevamos, quizás podamos contribuir más al consumo moderado y contribuir a la preservación del medioambiente.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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