"¿Para qué he sobrevivido?": Recuerdos de la trágica toma de rehenes en la escuela de Beslán
1 de septiembre de 2004, 9:15 de la mañana
La escuela n.º 1 de la ciudad rusa de Beslán, en Osetia del Norte, es atacada por terroristas durante el inicio el año escolar. Cada clase está situada en fila. Los terroristas, con disparos al aire y a los pies de la gente, confinan a 1.127 rehenes en el edificio de la escuela, el gimnasio y el comedor escolar.
Usando de escudo protector a los niños, los terroristas empiezan a poner minas por todo el gimnasio. Quince bombas caseras son colocadas en canastas de baloncesto y en las espalderas a lo largo de las paredes.
Un antes y un después
Irina Guríeva fue uno de los rehenes de la escuela n.º 1 en el 2004. Tenía 7 años. Entre los rehenes estaba su madre, su hermano mayor Borís, su hermana mayor Vera, su prima Anna y ella. Solo su madre, su prima y ella sobrevivieron.
"Mi vida entera está dividida en un antes y un después. Siempre añades la frase: 'esto fue antes' o 'esto fue después del ataque terrorista'", cuenta Irina, que ahora tiene planes de estudiar en la Universidad de Medicina Pirogov.
Dzerassa Kudzáyeva también fue uno de los rehenes. "Iba a empezar el primer curso y tenía que dar la primera campanada que simboliza el inicio de curso. Toda mi familia estaba allí: mi madre, mi padre, mi hermana pequeña y mi abuelita que, desgraciadamente, murió", recuerda la joven, que ahora sueña con cursar dos carreras: lenguas extranjeras y periodismo.
1 de septiembre, 4 de la tarde
En el gimnasio se produce una explosión. Vuela por los aires una terrorista suicida que vigilaba a los rehenes al lado de la puerta. Los terroristas matan a todos los que han resultado heridos por la explosión. A las 16:30 sacan del gimnasio a 20 hombres y los hacen cargar con los cadáveres hasta la primera planta y tirarlos por la ventana. Después de esto, los hombres son fusilados.
El padre de Dzerassa fue uno de los hombres a quienes les encargaron este trabajo. "Mi padre ofreció a su compañero saltar juntos por la ventana; dijo que así por lo menos tendrían una posibilidad. Su compañero se negó. Entonces mi padre le pidió a su compañero que lo cubriera y junto con un cadáver saltó desde la primera planta", relata la joven.
2 de septiembre
Cerca de las 4 de la tarde, el expresidente de Ingusetia, Ruslán Áushev, entra en el colegio. Le enseñan los cadáveres que están debajo de los muros del edificio. Áushev entra en el gimnasio. Intenta convencer a los terroristas de liberar por lo menos a los bebés.
"Cuando Áushev entró, eso fue al segundo día, consiguió que soltaran a los niños más pequeños, menores de 5 años. Por aquel entonces, mi hermana tenía un año y 8 meses y salió junto con mi madre", detalla Dzerassa.
Su madre rogó que le dejaran ir a ella también. Propuso que Dzerassa saliera junto con su hermana, con tal de salvarlas a las dos.
"Cuando estábamos saliendo, uno de los terroristas me cerró el paso y me dijo: '¿Y tú, a dónde vas?' Mi madre, a un lado me tiene a mí, y al otro lado a mi hermana Madina, llorando. Recuerdo su rostro cubierto de lágrimas, pero él no nos dejaba acercarnos. Me dio un beso y un abrazo y dijo: 'Sabes que te quiero muchísimo, pero ahora no puedo actuar de otra forma'", recuerda Dzerassa.
3 de septiembre
A las 13:03 en el colegio se produce la primera explosión. A las 13:05 se produce la segunda. Los terroristas abren fuego contra efectivos de Protección Civil que habían llegado para llevarse los cuerpos que había debajo de los muros del colegio. Dos hombres del equipo de rescate mueren. A las 13:20 se toma la decisión de iniciar el asalto.
Vitali Demidkin, uno de los militares que participó en el rescate, asegura que, de los 27 años que ha servido en el Ejército, "esta fue la operación más complicada".
La razón para vivir
Los hermanos de Irina, Borís y Vera, murieron en una de las explosiones. "Quizá yo sea su razón para vivir, para que mi madre se sienta más o menos bien. Porque es duro para ella, perdió a sus hijos. Entonces, ¿para quién iba a vivir? Pero estaba yo, la pequeña; me tenía que criar y educar", afirma Irina.
"A veces te preguntas: '¿Por qué les ha tocado morir a mi hermano y a mi hermana?' Estaban sentados a mi lado. Estábamos abrazados. Y ahora ellos están muertos y tú sigues viva", se pregunta Irina, recordando la tragedia.
Por su parte, Dzerassa subraya que "la pregunta no es: 'por qué', sino '¿para qué he sobrevivido?'". "No puede ser porque sí. A lo mejor, en cierto modo tengo una deuda con el mundo. Para devolverla he de hacer el bien en mi vida", concluye la joven.