Ser mapuche... ¿Y chileno?
En Chile, los indígenas mapuche luchan por conservar su cultura y sus tierras mientras las autoridades del Estado tratan de hacerles ingresar en la modernidad. Esta problemática continúa latente en el país sudamericano y sigue generando inquietud y temor.
En la región de la Araucanía, a 700 kilómetros al sur de Santiago de Chile, se respira un clima de tensión y conflicto. Algunos miembros de las comunidades mapuche se oponen a los planes de restructuración del Gobierno chileno para modificar la región, entre ellos, al asfaltado de vías y la tala de bosques. Estos y otros hechos han provocado disturbios y arrestos, mientras los nativos alegan que la región y los recursos hídricos y forestales les pertenecen por herencia ancestral.
Sin embargo, hay mapuches que cuestionan los reclamos de algunas de sus comunidades y consideran que la modernización permitirá, por ejemplo, llevar a los niños a la escuela y facilitar el acceso de ambulancias. Sus integrantes tienes posturas diferentes, pero ante todos ellos, la fuerza pública se ha mostrado violenta e intransigente en su manera de actuar.
Violencia contra violencia
Los opositores mapuche ven el problema como una cuestión de principios con un trasfondo político.
"Vivimos sometidos a un régimen que para nosotros es una dictadura todavía. Nuestros niños están creciendo en ese mismo ambiente y eso es lo que más nos pesa", resalta José Cayuhán, uno de los pobladores.
"La resistencia va más allá de tener un enfrentamiento o ir en contra de un sistema que se está imponiendo en la sociedad chilena. La resistencia para nosotros es vivir", agrega Cayuhán.
Por desgracia, ciertos sectores mapuche han decidido actuar en rebeldía al Estado y contra las empresas forestales, incendiando instituciones, casas particulares, camiones y hasta iglesias católicas y protestantes, dejando en algunos casos víctimas mortales. Las acciones violentas atribuidas a indígenas desde 2008 hasta 2018 suman más de 2.000.
Héctor Llantul, vocero de una de las corrientes más radicales dentro de los mapuches, asegura que sus acciones van principalmente en contra del "capitalismo y el latifundio usurpador", que los tiene en una situación de "opresión colonial". Resalta que la respuesta de las autoridades con militarización y persecución ha implicado desapariciones forzadas y atropellos a toda la población, algo que califica como "terrorismo de Estado".
Una guerra no declarada que no termina
Desde el Gobierno no niegan la existencia de un conflicto a resolver, pero no lo ven como un enfrentamiento militar. Alfredo Moreno, ministro de Desarrollo social de Chile, considera que las discrepancias entre ambos bandos a lo largo de tantos años se debe a la "separación entre el país y esa cultura", que se empezó a "invisibilizar".
Los mapuches basan sus reclamos en el respeto a la naturaleza y acusan a las forestales de exprimir sus riquezas sin conservarla. Pero en medio de su lucha, lo que más los afecta es la violencia desmedida de los carabineros. Asimismo, el empobrecimiento de la zona por la estigmatización hacia el mapuche les hace más difícil encontrar trabajo y subsistir.
La violencia persiste en ambos sectores a raíz de la militarización y el no entendimiento entre las partes. Esta guerra no declarada, en la que claramente el Estado cuenta con un mayor poder de opresión, parece no tener fin. Mientras, cada vez son más los mapuches que no se sientes chilenos y los chilenos que no quieren ponerse en los zapatos de los mapuches.